2. NOVIEMBRE II

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LEAH

Me puse bastante nervioso cuando la profesora Linda Martin me llamó al terminar la clase para concertar una hora de tutoría conmigo. Así que mientras aguardaba en la sala de espera, no podía dejar de mordisquearme la uña del meñique. Ella abrió la puerta de su despacho un minuto después de la hora acordada y me sonrió. Eso me relajó un poco. Me había volcado tanto en los estudios que me aterrorizaba la idea de haber cometido algún error en el último examen, haber bajado la media o decepcionar a alguien.

Ella ocupó su silla en cuanto me acomodé al otro lado de la mesa. Me mordí el labio para intentar contenerme, pero fue en vano.

-¿Qué es lo que he hecho? -solté a bocajarro.
Odiaba esa parte de mí. La impulsiva. La que me impedía gestionar bien las emociones, controlarlas y digerirlas poco a poco. Ese lado un tanto oculto que tiempo atrás me hizo desnudarme una noche cualquiera delante de él, preguntándole por qué nunca se había fijado en mí. Por alguna razón, aquel recuerdo me asaltaba con frecuencia.

-No has hecho nada, Kihyun. O sí. Has hecho mucho y muy bien. -Abrió una carpeta que estaba encima de la mesa. Sacó algunas fotografías en las que se veían obras mías-. Te he recomendado para la exposición que se celebrará dentro de un mes en Red Hill. Creo que serías el candidato perfecto, porque encajas con el perfil.

-¿Lo dice en serio? -parpadeé para no llorar.

-Será una gran oportunidad. Te lo has ganado.

-Es..., no sé qué decir, señorita Martin.

-Un «gracias» bastará. Solo serán tres obras, pero es perfecto porque la exposición atraerá a bastantes visitantes. ¿Qué te parece?

-¡Me parece que voy a gritar de la emoción!

Linda Martin se echó a reír y, tras comentar por encima algunos detalles, yo le di las gracias un millón de veces mientras me ponía en pie y cogía mi maletín. Cuando salí de la facultad, alcé la vista al cielo y respiré hondo. El viento era cálido y agradable.
Pensé en mis padres, en lo orgullosos que estarían, en lo mucho que me habría gustado compartir ese éxito con ellos..., y luego busqué rápidamente el teléfono móvil entre todos los trastos que llevaba en el bolsillo pequeño de la cartera y marqué el número de Hoseok. Esperé impaciente hasta que contestó al quinto tono.

-¿Estás sentado? -pregunté excitado.

-Esto..., sí, bueno, en la cama. Tumbado. ¿Te sirve?

-Oh, joder, ¡no me digas que estabas con Bega!

-Va, suelta lo que ibas a contarme.

-Me han seleccionado..., voy a exponer... -Cogí aire-. Solo tres obras, pero es...

-Joder, Kihyun. -Hubo unos segundos de silencio y supe que mi hermano se había emocionado. Y que se levantaba de la cama, porque oí sus pasos antes de que recuperara el aliento-: No tienes ni idea de lo orgulloso que estoy de ti. Enhorabuena, enano.

-Todo es gracias a ti... -susurré. Y aunque él lo negó, sabía que era cierto.

Cuando todo se rompió tres años atrás, había estado unas semanas enfadado con mi hermano, casi sin dirigirle una palabra. Así me comporté al principio, antes de comprender que él no tuvo la culpa. Hoseok no tomó la decisión. Hoseok no lo jodió todo.
Hoseok no eligió qué camino recorrer.

Pero por aquel entonces no quería verlo. No quería admitir que Hyungwon se desbordaba cada vez que algo resultaba excesivo para él, que a la mínima complicación tomaba un desvío y dejaba encima del armario las cosas que no podía controlar, que nunca terminaba de implicarse con nada ni nadie del todo.
Y quizá la culpa fue mía, por idealizarlo.

Lo que somos 2° Parte // HyungKi (Ad3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora