III

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LAS PERIPECIAS DE LA EVASIÓN


Veamos ahora lo que había pasado aquella misma noche en la Force. Habíase concertado una evasión entre Babet, Brujon, Gueulemer y Thénardier, aunque Thénardier estaba incomunicado. Babet había dirigido el asunto, como se ha visto por las palabras de Montparnasse a Gavroche. Montparnasse debía ayudarlos desde fuera.

Brujon, como había pasado un mes en el cuarto de corrección, tuvo tiempo primeramente de tejer una cuerda y luego de madurar un plan. En otros tiempos, esos lugares severos en que la disciplina de la prisión entrega el criminal a sí mismo, se componían de cuatro paredes de piedra, de un techo de piedra, de un suelo adoquinado, de un lecho de campaña, de un tragaluz enrejado y de una puerta forrada de hierro, y se llamaban calabozos; pero el calabozo ha sido juzgado como una cosa horrible; ahora se compone de una puerta de hierro, de un tragaluz enrejado, de un lecho de campaña, de un suelo adoquinado, de un techo de piedra y de cuatro muros de piedra, y se llama cuarto de corrección. Hacia mediodía, hay un poco de luz en él. El inconveniente de estos cuartos, que, como se ve, no son calabozos, es dejar pensar a los seres a quienes se debería hacer trabajar.

Brujon, pues, había meditado y salido del cuarto de corrección con una cuerda. Como se le creía muy peligroso en el patio Charlemagne, se le trasladó al Edificio Nuevo, y lo primero que encontró allí fue a Gueulemer, y lo segundo, un clavo; Gueulemer, es decir, el crimen; un clavo, es decir, la libertad.

Brujon, de cuyo carácter es el momento de dar una idea completa, era, bajo la apariencia de una complexión delicada y de una laxitud profunda, un criminal inteligente y un ladrón que tenía la mirada acariciadora y la sonrisa atroz. Su mirada resultaba de su voluntad, y su sonrisa resultaba de su naturaleza. Sus primeros estudios en el arte se habían dirigido hacia los tejados; había realizado grandes progresos en la industria de los ladrones de plomo, que levantan los emplomados y abren las gateras por el procedimiento llamado entre ellos de doblegrasa.

Lo que en aquel momento hacía más favorable una tentativa de evasión es que los plomeros repasaban y componían parte del empizarrado de la cárcel. El patio Saint-Bernard ya no estaba absolutamente aislado del patio Charlemagne y del patio Saint-Louis. Había por la parte más alta andamios y escalas o, en otros términos, puentes y escaleras del lado de la libertad.

El Edificio Nuevo, que estaba de lo más agrietado y decrépito que pueda imaginarse, era el punto débil de la cárcel. Las paredes estaban tan roídas por el salitre que había sido necesario cubrir con un entablado las bóvedas de los dormitorios, porque solían desprenderse de ellos piedras que caían sobre los presos en la cama. A pesar de esta decrepitud, se cometía la falta de tener en el Edificio Nuevo a los acusados más peligrosos; de encerrar allí las «causas graves», como se dice en lenguaje carcelario.

El Edificio Nuevo tenía cuatro dormitorios superpuestos, y una mole encima que se llamaba Bel-Air. Un ancho tubo de chimenea, probablemente de alguna antigua cocina de los duques de la Force, partía de la planta baja, atravesaba los cuatro pisos, cortaba en dos todos los dormitorios, donde había una especie de pilar aplanado que pasaba al otro lado del techo.

Gueulemer y Brujon estaban en el mismo dormitorio. Por precaución habían sido encerrados en el piso bajo. La casualidad hacía que la cabecera de sus camas estuviera apoyada sobre el tubo de la chimenea.

Thénardier se encontraba precisamente por encima de sus cabezas, en la mole llamada Bel-Air.

El transeúnte que se detiene en la calle Culture-Sainte-Catherine, más allá del cuartel de los bomberos, delante de la puerta cochera de la casa de Baños, descubre un patio lleno de flores y de arbustos en cajas, al fondo del cual se eleva entre dos alas una pequeña rotonda blanca, adornada con postigos verdes; el sueño bucólico de Jean-Jacques. No hace aún diez años, por encima de esa rotonda se alzaba un muro negro, enorme, terrible, desnudo, al cual estaba adosada. Era el muro del camino de ronda de la Force.

Los Miserables IV: El idilio de la calle Plumet...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora