CIELO EN LLAMAS (MINSUNG)

DESAFÍOS (#2)

Lee Saber

Cuando mi padre murió, surgió una nueva era muy tenebrosa. Algo a lo que los sabios, los brujos, e inclusive los más ignorantes, temían. La llamada "Rebelión Oscura", o "El apocalipsis". Quizás los nombres sean demasiados tontos y alarmistas, pero, a fin de cuentas, no era nada comparado a lo que se llegó a vivir.

Esa noche, mi madre y yo corrimos sin descanso. El pequeño pueblo donde antes estábamos fue cubierto de fuego que cayó del cielo. La mano de mi madre apretaba con tanta fuerza la mía, que cuando estuvimos alejados lo suficiente para descansar, mis dedos terminaron hinchados y amoratados.

A partir de allí, mis recuerdos son una telaraña confusa y pegajosa. Lo único que sé, es que, no bien nos mudamos a una colina lejana a Campred, Mamá decidió que la única forma de protegernos, sería enseñarme las tácticas que ella aprendió cuando era una joven cazadora.

Todavía puedo proyectar en mi memoria la primera vez que tomé el arco en mis manos. Era demasiado pesado, y ni siquiera podía poner una flecha en la cuerda, sin que mis dedos temblasen. Cuando por fin lo hice, y dominé por completo aquella arma preciosa, mi madre me sonrió y luego me miró con seriedad, pues yo no tenía de objetivos animales terrestres, siempre apuntaba a los pájaros que volaban en el cielo oscuro.

Las palabras de advertencia que me dijo ese día, retumban en mi mente como una vieja canción, y frustró mis sueños de ser un posible superhéroe. "Minho, el arco que tienes en tus manos, es símbolo de valentía y tenacidad. Con cada flecha que disparas, te haces más hábil, pero con eso no quiero decir que tienes el poder de decidir entre la vida y la muerte. La punta lítica de esa preciosa lanza, solo será utilizada para traer alimentos. De ninguna manera, querido hijo, te permitas utilizar el don de la cacería en otro tipo de vidas."

Me recargué en el tronco del roble, mientras Hyunjin hacía un ruido incómodo al morder una manzana de color carmesí brillante.

— Así que, ¿Te lo prohibió? — Zanjó el pelinegro en un tono decepcionado. —

Me levanté. Ya habíamos bajado del árbol, y ahora estábamos situados frente a un manzano que exhibía deliciosas y jugosas muestras de la fruta, en diferentes tonos de amarillos, rojo y verde. Tomé la canastita que le robé a Hwang y comencé a arrancar las manzanas que estaban listas para su consumo. Mientras, me aseguraba que no tuviesen gusanos, y me volví hacia el menor.

— No es que me lo haya dicho directamente — Traté de defenderme inútilmente. — Solamente me mencionó que no es necesario. No tocamos temas sobre la guerra, o simplemente nos hacemos de la vista gorda. A ella no le gusta, no comprendo por qué.

— Minho, ¿A quién le gusta la guerra? — Dijo Hyunjin con un suave resoplido. —

Corté otra fruta. Esta vez era una de color verde pasto, Jugué con ella pasándola de una mano a otra en completo silencio. Mi amigo seguía sentado, mirándome con total atención. Sus ojos negros demostraban interés, y a la misma vez, comprensión.

Suspiré con hartazgo. Lancé la manzana a la canastita de madera como toda una caperucita roja. Hyunjin ni siquiera parpadeó, a veces odiaba que, con su silencio me pidiera a gritos una respuesta.

— No lo sé, ¿A mí? — Me sinceré, viendo de reojo a Hyunjin, me di cuenta de que se levantó. — Quizás soy muy soñador.

El pelinegro se acercó hasta mí con paso silencioso. Tomó mi hombro y me dio unas cuantas palmadas en la espada, en señal de apoyo. Agradecía su hermandad. Hyunjin se puso delante de mí y me sonrió.

— No es eso. Bueno, puede que quizás seas un poco rarito, y algo enojón. — Se sinceró Hyunjin, y al hacerlo, recibió una mirada asesina de mi parte. — Pero, a fin de cuentas, si tienes una oportunidad no la desperdicies. Sé que serías un gran soldado. A veces, el momento en que tenemos que tomar nuestras propias riendas, es cuanto más miedo te da soltar las otras.