Capítulo 29

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Nos encontrábamos caminando por la orilla de la playa, todo estaba muy silencioso y tranquilo; pero no me incomoda este silencio, por el contrario me sentía bien estando a su lado así. No necesitábamos hablar. O bueno en lo personal eso sentía.
Caminamos y caminamos, empece a ver hacia donde quería ir, nos dirigíamos a la cueva que está del lado de las casas de playa.

Llegamos, ella se dirige a una piedra y empieza a escarbar, hasta que de ella sale una lampara, como la que había sacado la última vez que nos habíamos quedado aquí. La enciende y al instante podíamos ver con claridad la cueva.
No hemos hablado ninguno de los dos después del beso.

—Lo siento por lo de Antonio.... —Habla por fin— no era así, tal vez era el alcohol, o los meses lo cambio. Yo que se la verdad.

—¿Quieres hablar de eso? —Le pregunto algo nervioso—, a veces es bueno sacarlo.

Ella me observa por varios segundos, después suspira.

—Fue Antonio quién me trabajo aquí —Recuerdo que me lo había mencionado con anterioridad—, fue el primer lugar al que él me llevo, empezamos a salir, mas seguido cada vez, hasta que un día me trajo y nos comprendimos hablamos y tuvimos una clase de conexión o eso pensé. Yo pensaba que las cosas iban a estar bien, que él no seria como los demás, fui una estupida —Se tira a la arena—. Cuando yo le entregué mi corazón pensaba que él era único, él ni iba a ser un patan así como tú lo eres y siempre me trataría bien, pero no fue cierto, como podrás darte cuenta. En esta vida uno nunca tiene un cuento de hadas en su historia, siempre sales lastimado. Y se que todos son así. Siempre van a jugar los chicos aunque tengan a una chica que los quiera, aprecie y hasta los amen, buscarán a otra a pesar de todo. A mi nunca me pasa lo bueno.

Frunzo el ceño.

Abro mi boca para decir algo, pero entonces ella se para, y se va a la playa, a la orilla del mar.

—También lo siento por el beso —Se muerde su labio, está nerviosa—, Dafne nunca me ha agradado, y por primera vez quería sentirme superior a ella. Quería sentir que podía estar a cargo de algo que a ella la hiciera enojar. Que no todo lo que ella quería lo podía obtener.

—¿Entonces fui usado? —Demonios.

¿De nuevo me uso?

—No lo sé —Me voltea a ver, y me sonríe dulcemente—, tal vez si, o tal vez no, Valerio.

Se empieza a desabrochar el short, entonces abro mucho los ojos.

—¿Que estas haciendo? —Pregunto algo preocupado la verdad.

—Pienso entrar al mar —Me responde como si fuera obvio.

¿Esta loca? ¿A estas horas?

Y si lo estaba, se había quedado en ropa interior y yo estaba hipnotizado ante lo que veía enfrente de mi, ella. Y entonces entra al mar. Se sumerge en el y se queda varios segundo ahí. Hasta que sale y me ve.

—¿Que esperas? —Me grita—. Ven. No esta tan fría.

—Estas loca, no pienso entrar al mar a estas horas.

—Vamos Valerio —Ríe ella—, no seas un aguafiestas.

Niego con la cabeza.
Y acto seguido Leire camina a la orilla, se acerca a mi. Me toma de la mano, tratándome de arrastrar.

—Esta bien —Suspiro—. Deja que me quite mi camisa, por lo menos.

Me quito mi camisa y mi short, la verdad es que tampoco lo quiero mojar y me quedo en bóxers. Caminamos hacia el mar. No podía creer lo que estaba haciendo, entrando al mar en la madrugada. Estábamos por completo adentro.

—Muy bien Leire —Empiezo hablar—, ¿Ahora que?

—Vamos a hacer una mini apuesta—Trago saliva incómodo ante la mención de la palabra "Apuesta"—. El que aguante la respiración por más tiempo bajo el agua, gana.

—¿Y que se gana el que aguante mas en el agua? —Me interesó su mini apuesta.

—La otra persona tiene que hacer algo que el ganador diga.

—Esta bien, hecho —Ni si quiera lo dude.

Los dos empezamos a contar al mismo tiempo.

—Una... Dos... —Ella se acerca más a mi y me sonríe—. ¡Tres!

Y me sumerjo en el agua...
Pasaron quince segundos.
Treinta segundos.
Cuarenta y cinco segundos, y entonces la escucho salir del agua.

Y así es como me doy cuenta que yo gané.

Yo también salgo, y la vuelvo a observar detalladamente con su pelo alborotado, tapándole la cara por completo, parecía más oscuro de lo que es, con sus ojos verdes mirándome fijamente.

—Ganaste —Fue lo único que puede decir, su voz se escucha como un jadeo.

—Ya lo creo —Sonrío de lado.

Acto seguido ella me arroja agua, y fue así como empezó una guerra de agua entre los dos, pasaron minutos. Hasta que los dos nos cansamos y nos detenemos.

Ambos estábamos jadeando del cansancio, y ella se vuelve acercar a mi, quedamos frente a frente, no había nada entre nosotros y ella fue quien hablo para romper el silencio.

—¿En serio te gustó nuestro beso? —Pregunta ella con un toque de nerviosismo, como si no lo pudiera creer—, digo... No es que yo sepa mucho de eso, no soy una experta ni mucho menos. Pero sentí que lo habías dicho más por compromiso, que por realidad.

—¿La verdad? —Sonrío al recordar aquel beso.

Creo que me encontraba aceptando algo que no creía posible, pero el beso lo confirmo. Por eso me gustó más de lo que quería aceptar.

—Si... —Deja su frase suspendida, después se arrepiente—. Bueno mejor no me lo digas.

—¿Segura? —Frunzo el ceño.

—Segura.

Suspiro, se lo quería decir, pero ella ya no quería escuchar eso.
Ella empezaba a temblar.
Tenía frío.

—Cariño es hora de irse —Se lo digo mientras me paso la mano por la cara para quitarle todo el cabello que tenía por enfrente de su cara.

Ella solo asiente, salimos del agua. Se pone su ropa, pero esta se le moja al instante, ella apaga la luz de la cueva y vuelve a guardar la lampara.

Y empieza a caminar inestablemente, así que hago que pase su brazo por mi hombro y mi cuello, y la tomo de la cintura.

Y caminamos hasta quedar parados enfrente de mi auto, tenía que decirle algo, tenía que hablar sobre ese beso.

Pero ella ya no quería escuchar nada, o se sentía muy nerviosa tan si quiera de hablarlo.

La apuesta perfecta [1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora