I

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Fernando se encontraba sentado en las gradas, mientras observaba como sus nuevos compañeros entrenaban. Se había torcido un poco el pie, a tan solo unas semanas de jugar, y no lo habían llamado para entrenar, pero aún así le gustaba ir a los entrenamientos, y acompañar con su presencia al equipo.

Tenía los brazos cruzado sobre sus pechos, y solía jugar con el humo blanco, que no era más que su respiración. Cuando salía a caminar con sus pequeños y hacía frío como aquella mañana, solía jugar así con ellos, ya que se divertían, era una forma en la que él se divertía años atrás. Su pierna derecha se mueve sin control alguno debido a los nervios. Tiene la mirada perdida y no presta atención a lo que está sucediendo en el campo de juego.

<<Tendrías que prestar atención Fernando..>> Lo reprende su propia voz en la consciencia.

Pero no, no podía prestar atención a lo que estaban haciendo, porque estaba divagando en sus propios pensamientos. Suspira una vez más, y refriega sus manos sobre su rostro.

Que frustración que sentía. Nunca se había sentido tan fuera de lugar como se sentía en Italia. Su labio inferior tiembla con fuerza, y respira hondo, para que las lágrimas que amenazaban en su mejilla no se deslicen.

<<Calmate Fernando.>> Se dice <<De nada sirve la angustia... Dios Santo ¿Cómo fue que termine aquí? Dios, alguien que me salve. Por favor, quiero volver a mi casa. Al Atlético de Madrid..>> Piensa amargo mientras cierra sus ojos con fuerza y respira hondo.

Fernando abre sus ojos y sale de su pequeña imaginación en la que había entrado por escasos segundos, en los que se encontraba siendo feliz al entrenar con su amado club.

<<Sabes que todos tienen razón. El atlético no te necesita, no estás a su altura. Estás aquí, porque estas acabado. Eres mierda pura>>

Fernando sacude su cabeza con fuerza y trata de recomponerse. Esa mañana de viernes su familia lo había acompañado, y no quería que lo noten angustiado.

— ¡Papi! — Chilla una pequeña mientras se acerca corriendo a su lado.

Y allí es cuando Fernando se gira, y crea una falsa sonrisa en su rostro. Su familia no tenía porque cargar con su infelicidad. Le abre sus brazos a la pequeña, y Nora se hunde animada en ellos.

— Hola mi chiquita, ¿Estuvo rico el desayuno? — Le pregunta

Su mujer se acercaba a él lentamente, ya que llevaba al pequeño Leo de la mano, y este aún era muy pequeño como para ir muy rápido. Su pequeña sonríe y se esconde en su pecho. Él la acuna y abraza con fuerza. Su pequeña muchacha.

— ¡Sí! Estuvo muy rico. — Le responde con una gran sonrisa. — Y mira, ya le pusimos tu dorsal a la remera. — Le dice con gran entusiasmo.

Él sonríe y finge ser feliz. — Te queda muy bonita pequeña. —

Nora se vuelve a abrazar a él y Fernando suspira. Luego su pequeño se une al abrazo, y él es feliz por breves segundos.

En otra parte de Milán, un poco lejos de donde se encontraba Fernando, las horas parecían interminables para los chicos que se encontraban esa mañana en el colegio. Una joven se encontraba al fondo del salón.

Mary levantó su mirada, y observó todo el salón. Su expresión era de una máxima y absoluta tristeza. Se encontraba y se sentía sola. Nunca podía entender por qué de no encajar con sus compañeros. Finge una pequeña sonrisa cuando la profesora de matemática se posiciono a su lado para revisar a su lado, y fingió ser feliz, aunque sentía que se quebraba en su interior.

<<Respira hondo Mary. Ya falta poco para que terminen las clases>> Se repetía una y otra vez.

Mary sale del colegio y acomoda su cabello en una coleta, mientras emprende el camino a su hogar. El viento frío chocaba contra su nariz, y producía que su labio inferior tiemble con fuerza.

Ella llegó a su hogar, y dejó la mochila en el sofá del living. Su perro, un pequeño Golden retriever, se acercó a ella, y comenzó a mover su cola, ya que le producía felicidad verla, luego de estar esas horas solo en la casa.

— ¡Hola apolo hermoso! — Dice ella sonriendo feliz, mientras se acuclilla y lo acaricia sonriendo. Su perro no dejaba de mover la cola. — Parece que eres el único que se alegra de verme. — Susurra cerrando sus ojos.

Mary observa el techo, mientras un profundo suspiro se escapa de sus labios. No podía conciliar el sueño, luego de la discusión telefónica que había mantenido con su padre. Las lágrimas amenazaban por salir de sus ojos y recorrer sus mejillas, pero ella no quería dejarlas salir. No quería preocupar a su madre por su llanto, había veces que no podía controlarlo y hasta tenía espasmos. Se levantó de la cama, y en unos breves segundos se cambió el piyama por algo de ropa abrigada como para enfrentar el frío que hacía fuera. Tomo las zapatillas, y bajo sigilosa las escaleras.

Corrió a su bicicleta y emprendió camino al muelle. Las lágrimas comenzaron a deslizarse por sus mejillas sin control alguno.

Fernando se encontraba recostado sobre el barandal del muelle, mientras observaba el río debajo de sus pies. Un suspiro se escapó de sus labios, y una solitaria lágrima se derramo por su mejilla. Él escucha la rápida frenada de una bicicleta y luego como está se cae al suelo. Unas rápidas pisadas, y un llanto desconsolador.

Él se voltea, a su lado una chica lloraba sin control alguno, y sin saber porque, se acercó a ella y la abrazo con fuera, acunando a la extraña a su pecho. Y los ojos de ambos se cerraron con fuerza al sentir el calor que el otro le proveía.



You Found Me |Fernando Torres| |Finalizada| |En proceso de edición|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora