XXIV

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Un año había pasado de la dolorosa fecha, en la que Fernando se había alejado de Milán. Un año en donde pasaron muchas cosas en la vida de ambos.

Fernando había vuelto al atlético de Madrid, al club de sus amores. Ahora el club, a diferencia de cuando se había ido, era considerado uno de los grandes de Europa. Simeone los había puesto en ese espacio.

Quizás, no era el antiguo Fernando goleador, ese, ya había dejado de serlo hace muchos años. Pero la felicidad que lo embargaba el estar allí, no lo cambiaba por nada. Su familia tenía la dicha de estar allí, y eso era lo que le importaba. Sus hijos crecían delante de sus ojos, y él, trataba de inculcarle los mismos valores que sus padres le habían inculcado a él. Y Elsa, su pequeña beba, cada día crecía más, y él sentía que volvía a aprender como a ser padre de una pequeña beba.

Mary, por su parte, había acabado el colegio, luego de tanto sufrimiento que había sentido cuando él se fue. Cuando Fernando volvióa España, había sentido un vacío en su corazón, que muy pocos lograrían poder describir. Sentía que algo le faltaba, esa pequeña persona, que en pocos meses, se había logrado convertir en su mundo ¿Por qué, cuando al fin logras ser feliz, esa persona te abandona? Le había costado tanto asimilar que él ya no la besaría más, que no la abrazaría, que no la protegería.

Aún sentía soledad en su corazón, cada vez que observaba las pocas fotografías que se había tomado a su lado. Las había impreso todas, y las conservaba en una pequeña caja, debajo de su cama. Recordaba el perfume que Fernando solía usar, y se lo compro. Y roció su pequeño peluche que él le regalo una vez, para abrazarlo por las noches, y sentir que él estaba a su lado.

Enero paso rápido, como el suspiro en los labios de una persona. Mary desembarco esa tarde en Madrid con su mejor amiga. Habían planeado este viaje, hacía dos años. Dicen, que las casualidades existen.

Brillaba el sol aquella tarde mientras Mary observaba al Vicente Calderon asombrada, y sintió que un frío recorrió toda su espina dorsal. Ella estaba allí, y él, él estaría allí. Era un ambiente espectacular el del estadio. Los niños cantaban, los mayores conversaban tranquilamente. Ella toma asiento en su lugar, y a su lado lo hizo Nayla.

Su mano, se dirigió sin pensarlo a su cuello, cuando Fernando saltó al campo de juegos para calentar. Allí, reposaba la medalla que él le había regalado para navidad. El corazón de ella, volvió a latir, con la misma intensidad que lo hacía desde que él había llegado a su vida.

Esas ganas de saltar al campo y volver a perderse en sus brazos, de besarlo, de que él la acaricie. Mary suspiró, y sacudió su cabeza, al tiempo en el que su corazón se estrujaba, al ver que nada más y nada menos, Olalla Dominguez, la esposa de su gran amor, se estaba sentando en la fila delante de ella, junto a sus tres hijos. Mary, nunca había tenido la oportunidad de conocerla frente a frente, ni a los pequeños, salvo a Nora aquel día que la conoció, hace meses atrás. Pero el verla allí, frente a ella, con esa sonrisa, hizo que los "te amo" que Fernando le había dicho, se sintieran vacíos.

Desvió su mirada y se concentró en sus propias zapatillas, hasta que la música comenzó a sonar, y los jugadores saltaron al campo de juego.

A la media hora de la segunda mitad, Mary sonrió al ver como Fernando entraba en la cancha de juego, y era anunciado por los parlantes. Se puso de pie, y aplaudió con la mayor capacidad de sus fuerzas. Las ganas de llorar, estaban allí, sentía una fuerte opresión en su pecho, y que las lágrimas se encontraban amotinadas en sus ojos ¿Por qué esas ganas de llorar? Ni ella las sabía.

Cuando Fernando, convirtió el gol, todo el estadio coreo su nombre. Había logrado su cometido, su gol cien con aquella camiseta. Mary sonrió extensamente y suspiro. Cerró sus ojos, y respiró aliviada. Se sentía tan feliz por él.

You Found Me |Fernando Torres| |Finalizada| |En proceso de edición|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora