Capítulo 14

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Malexa se encontraba en la biblioteca, leyendo un libro, sus ojos se desviaban de vez en cuando a Nathaniel quien estaba con la mirada perdida en el libro que tenía en las manos.

Pareciera que no lo estuviera leyendo.

Aunque ella tampoco lo estuvo haciendo, lo único que llegaba a su cabeza era Zabdiel, la forma en la que ambos se habían dejado llevar. La boca de Zabdiel en sus senos, los labios de Zabdiel sobre los suyos....

Por más de que el chico no fuera un diez besando, la chica quería aún de sus besos. Le había gustado la forma en la que Zabdiel le sujetaba, como la besaba, como la acariciaba; pero la verdad era que Zabdiel no quería hablarle.

Y eso le molestaba a la rubia.

¿Por qué no quería hablarle cuando ambos habían tenido la culpa? Tan cristiano y le echa toda la carga encima a la rubia.

Malexa golpeó el pie de su opuesto bajo la mesa, causando que Nathaniel la mirase; el pelinegro arqueo una ceja.

—¿Sucede algo, muñeca? —pregunto el chico, ella negó con la cabeza.

—A mi no, más bien, ¿te sucede algo a ti? ¿hay algo en esa cabecita que no te deja leer? —curioseó la rubia. Nathaniel suspiró.

—Llevo semanas saliendo contigo, Malexa, ¿no crees que es momento de que te presente a mis padres? Es decir, formalizar esto que tenemos —balbuceó, una risa salió de los labios de Malexa.

—Nathe, somos amigos, nos acostamos una vez y no pienso volver a repetirlo. Eres guapo, sí, pero no quiero una relación contigo, mucho menos que me presentes a tus padres —dijo Malexa, con irritación en su voz.

—Yo creí que...—no llegó a terminar la frase porque no sabía que más acotar.

—¿Qué creíste, Nathe?

—Creí que podíamos tener algo bonito —dijo en un susurro.

—Nathe, has malinterpretado todo, estoy saliendo con otra persona, mucho más interesante, y creo que esta persona me gusta más que tú. Nada personal; simplemente no quiero nada contigo.

El pelinegro frunció el ceño, apretando los puños, la molestia era palpable en él. Por supuesto, la rubia le gustaba, y el hecho de que hubiera otra persona, le.desahradaba por completo.

—¿Por qué jugaste conmigo, Malexa? ¿Solo fui tu juguete de unos días? ¿No te importo nada de lo que hicimos juntos? —rumió.

—No he jugado contigo, creí que tenías bien claro que no soy fan de la monogamía y que no me gusta un mismo chico por mucho tiempo —le recordó Malexa, para luego levantarse de la silla. —, te quiero como amigo Nathe, para nada más.

—¿Qué harás? —cuestiono el pelinegro, ignorando lo que Malexa acababa de decir.

—Iré a la casa, no puedo seguir contigo un solo segundo más. Nos vemos en la universidad, sigue estudiando para el exámen de mañana —le ordenó ella, Nathaniel endureció el rostro, y asintió con la cabeza.

Tampoco se pondría a discutir con la rubia en plena biblioteca.

Malexa salió del lugar y observó la hora en su reloj que estaba en la mano derecha, eran las cuatro de la tarde. Tal vez Zabdiel se encontraría en sus clases de inglés y Malexa no podría incomodarle con su presencia.

La rubia resopló, y comenzó a caminar hacia el departamento, quedaba a dos cuadras de la biblioteca, por supuesto le desagradaba toda la situación, pero nada podía hacer.

Tomo su celular en mano y observó la notificación que adornaba la pantalla de inicio.

¿Qué tal te va, primita? Tu madre me ha dicho que no le has llamado desde hace una semana, ¿ocurrió algo?

Malexa soltó una risa sarcástica y guardo su celular nuevamente.

Su madre era una mujer imponente, una mujer de un cargo alto, una mujer dura, alguien que te pedía que lo dieras todo e incluso más de lo que podías dar. Una mujer que prefería estar bien con la gente antes de estar bien con su familia.

Lucille Duval, una mujer de cuarenta años a la que muy poco le importaba lo que pasase con su hija, solamente le importaba que imagen daría su hija a toda la gente, cómo la haría quedar ante todos.

—No voy a llamarle yo, cuando ella es la que ha fallado, si quiere hablar conmigo, que me llame ella, no puede ser tan hija de puta. —dijo la rubia entre dientes.

Sonaba raro, pero a ella, su madre le caía muy mal.

Al llegar al departamento, Malexa abrió la puerta para encontrar a una pelirroja de cabello rizado riendo con Zabdiel, la chica que estaba con él tenía un rostro angelical, una sonrisa tan linda, un cuerpo que estaba tapado con un vestido suelto el cual le llegaba hasta los talones.

No mostraba nada, absolutamente nada.

No como Malexa que vestía con un diminuto short y una blusa que dejaba su ombligo al descubierto.

—¡Zabdisus! ¡Ya llegué! —vocifero para que ambos captasen su presencia, y funcionó, ambos se voltearon hacia ella y le miraron con una ceja alzada.

—Malexa, ¿podrías no gritar tanto? tengo visita. —murmuro Zabdiel mirando a la pelirroja.

Pelirroja que raramente comenzaba a caer mal a la rubia, y solo por una razón: porque Zabdiel no se mostraba incómodo de estar con la pelirroja.

—Malexa, ella es América. Ame, ella es Malexa. —las presentó.

—Un gusto, Malexa. —musito América con amabilidad.

Hasta su voz es linda. Fue lo que pensó la rubia.

—El gusto es mío —replica Malexa, cosa que no era cierta en lo absoluto.

Ella dió media vuelta y se dirigió a su habitación, sin decir una sola palabra más. Pero como su curiosidad era mayor que su comodidad, coloco una de sus orejas contra la puerta.

Claramente, no se escuchaba a la perfección lo que decían, pero pudo escuchar algo.

Es muy bonita —mencionó la pelirroja.

—Lo es, sí. Pero ya te explique lo que pasó con ella —dijo Zabdiel.

—Un beso no es pecado, Zabdi. Y si lo fuera, igual te perdonaría dios, porque es nuestro padre y hay mucha gente pecadora a nuestros alrededores.

—Lo sé, Ame, también pensé en eso. Pero yo soy un fiel servidor de nuestro señor y no está bien que yo haga ese tipo de cosas.

—¿Y eso qué? Piensas mucho, ambos somos jóvenes, unos pares de besitos no nos harán daño —dijo la chica.

Malexa frunció el ceño, claramente no fueron unos pares de besitos, hubo metida de verga.

Ame, ¿qué debo hacer? —le pregunto el rubio.

Alejate de ella, pero si quieres puedes darle besos de vez en vez. Aunque preferiría que te alejes de ella por tu bien, se nota que te hace mal.

Malexa gruño, pensando en la estupidez que le estaba aconsejando esa chica a Zabdiel, le molestaba que que ella quisiera decirle que hacer.

La rubia resopló y se tiró sobre su cama, indispuesta a seguir escuchando, la había desanimado totalmente esa charla. 

—No se alejara de mi si puedo evitarlo—dijo la chica en un susurro.

***

ZabdisusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora