Capítulo 17

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Zabdiel y Malexa se acercaron a los niños y comenzaron a jugar con ellos, Malexa se dejaba hacer trenzas por una niña de pecas mientras Zabdiel jugaba a la pelota con otros niños.

Hayes quien había entrado hace ya bastante tiempo los miraba desde una esquina, nunca había visto a Zabdiel así de feliz y por supuesto que nunca se imagino ver a Malexa jugando así con nadie.

Malexa era fan de los niños, amaba pasar tiempo con ellos, y le gustaba tanto la tranquilidad que algunos de ellos transmitían.

Zabdiel corría de un lado a otro, Malexa reía a carcajadas, los niños perseguían a Zabdiel, maquillaban a Malexa, jugaban con ellos.

Estaban felices, tan contentos, tan tranquilos.

Paso una hora y los tres habían decidido marcharse ya, al llegar al departamento, Hayes se despide de ellos y se va a su casa. Dejando a Malexa y Zabdiel solos.

Ellos dos cierran la puerta y caminando juntos se dirigen al sofá, dónde la chica se sienta y el rubio toma un lugar a su lado.

—Fue muy divertido pasar tiempo contigo hoy —dijo Malexa mirando al rubio, quien estaba sonriente a su lado.

—Dame un beso y te creeré —le dijo él.

Malexa queda sorprendida por las palabras del boricua, quien nunca le había dicho tal cosa.

Por supuesto ella no se quejaría por besarlo, pero le parecía extraño este giro raro de la trama, él no era así y ella estaba acostumbrada a ser ella quien le pidiera cosas a él.

¿Será que pasar tiempo con ella ya estaba afectando al rubio?

Malexa queda estática por varios segundos y luego Zabdiel niega con la cabeza.

—Olvida lo que dije, escuche una vez a Hayes decir eso y a él si le funcionó, lo siento —susurro Zabdiel.

Malexa soltó una risita y tomo el rostro de Zabdiel entre sus manos.

—No debes hacer lo que hace Hayes, Zabdisus, porque creeme, no quieres ser como él —dijo la rubia.

Zabdiel iba a decir algo, pero ella fue más rápida y atrapó los labios de Zabdiel con los de ella. Un beso apasionado que no dejaba dudas de que a la chica le encantaba Zabdiel.

—Male —susurro Zabdiel contra la boca de la rubia, ella se alejo un poco para verlo.

—¿Sí, Zabdisus? —pregunto ella cerca del rostro de Zabdiel.

—Me gustas mucho —murmuro el rubio, Malexa le sonrió un poco y sin nada que decir, se sentó a horcajadas sobre él.

Zabdiel abrió los ojos en grande y miro atento a Malexa, quien empezó a dejar besos cortos en los labios del rubio.

Él, involuntariamente coloco sus manos en la cintura de Malexa, mientras ella movía sus caderas restregando su trasero contra el rubio, provocandolo.

—¿Mucho, Zabdisus? —pregunto ella, él asintió con la cabeza. —, ¿me cogerias otra vez entonces?

Zabdiel relamio sus labios, cerró los ojos y luego negó con la cabeza.

—No eres un objeto sexual, Malexa, no quiero que nuestra relación sea así —dijo el rubio, ella sonrió.

—Zabdiel, si tú quieres yo puedo ser tu objeto sexual —dijo la rubia para besar al joven apuesto bajo ella.

Zabdiel no se negó para nada, le devoró la boca con torpeza a la rubia, besándola con pasión, con deseo, como si sus labios y él dependiesen de ese beso.

La erección de Zabdiel era notable, tan notable que Malexa se movía descaradamente sobre él. Las manos de Zabdiel bajaron al trasero de Malexa para levantar la falda de ella. Pero Malexa lo frenó casi al instante.

—No —susurró ella.

—¿Por qué no? —preguntó el rubio con lamento en su tono de voz.

—No quiero Zabdiel, me sentiré mal si lo hago.

—Pero si tú lo has insinuado —dijo el rubio con pesar.

Malexa se levantó del regazo de Zabdiel y se acomodó la ropa.

—Lo sé, pero prefiero no hacer nada hoy.

Zabdiel asintió con la cabeza, se acomodó los pantalones y se levantó del sofá. Malexa lo observó atenta.

—Tienes razón, mucho ya hemos pecado la primera vez que hemos tenido relaciones sexuales, perdóname Malexa, eres una mujer y mereces ser tratada con respeto —dijo el boricua, Malexa asintió con la cabeza.

Ambos se apresuraron a entrar en sus habitaciones.

Zabdiel sacó su biblia y su rosario de los cajones, se arrodilló en la orilla de la cama, miró el techo y comenzó a llorar, por todo lo que había pasado los últimos días, por la forma en que su cuerpo pedía contacto de Malexa, por la forma en que había pecado descaradamente.

Todo eso lo ponía triste y lo hacía llorar.

Él nunca había sido ese tipo de hombre, nunca había mirado a una mujer como miraba a Malexa, nunca había tocado a una mujer, tan siquiera había imaginado como se sentiría besar a una mujer. Zabdiel era un alma inocente a la cual estaban corrompiendo.

—Perdóname dios mío —susurró Zabdiel.

Los ojos de América llegaron a su cabeza, esa mirada inocente, esa piel de porcelana, aquellos labios finos y pálidos, ese cabello pelirrojo y rizado.

Zabdiel lloró con más fuerza.

América sin dudas era la chica que su padre aceptaría para él.

Pero cierta rubia no salía de su cabeza, y la única forma de que ella lo hiciera es cortando de raíz todo lo que sentía por ella, alejándose, huyendo de ella.

Zabdiel no estaba seguro de que eso fuera lo mejor, pero estaba seguro de que sí había una cosa que él podía hacer, lo haría, todo para que dios y su padre no se decepcionaran del tipo de hombre que se había convertido.

Pediría un cambio de habitación, todo para no volver a convivir con Malexa, habían pasado un lindo día en la iglesia jugando con los niños, pero eso no cambiaría el hecho de que seguirían pecando si ambos lo permitían.

Malexa lo había frenado por segunda vez, y tal vez si Zabdiel vuelve a insinuársele por tercera vez ella cedería, porque como su padre siempre decía:

La tercera es la vencida.

Él no podía permitir que eso pasara con su situación.

—Padre mío, sé que te he dejado de lado estos días, te pido perdón por hacer lo que hice con Malexa, sé que no se debe jurar en vano pero haré todo lo posible para mantener mi palabra...

ZabdisusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora