Capítulo 11

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Zabdiel no volvió a hablar con su mejor amigo de Malexa, al término del día, Hayes se retiró del departamento de Zabdiel. En todo el transcurso que estuvieron hablando y jugando, no vieron a Malexa asomarse. Tan solo salió de su habitación para comer algo, para posteriormente volver a su habitación. 

Zabdiel se recostó en el sofá y suspiró sonoramente, no estaba preparado psicológicamente para lidiar con Malexa. Había considerado deliberadamente hablar con su padre para que hable con el gerente de dónde se hospeda para que pueda trasladarlo a cualquier otro.

No podía seguir viendo a Malexa, porque con el paso del tiempo le estaba dañando. Le estaba incitando a hacer cosas malas.

Y Zabdiel las hacia, por gusto, cosas que nunca había hecho anteriormente. La chica se metía hasta por los poros de Zabdiel, lo cual le molestaba. 

El boricua recostó su cabeza en el sofá, sus pensamientos divagaban por diversas situaciones en las que se había metido, se dió cuenta de que nunca estuvo tan jodido como ahora. Ni siquiera cuando metió su mano dentro de la máquina expendedora estuvo tan arrepentido de algo.

Bueno, en ese entonces era un niño inocente que había robado una simple coca cola, solamente eso. Actualmente era un hombre que había dejado que una mujer le masturbara y le diera sexo oral.

Zabdiel involuntariamente, se puso a pensar en los labios de Malexa sobre esa zona suya, su lengua de víbora recorrer su falo, sus manos, su boca contra la suya.

Las manos de Zabdiel se dirigieron al borde de su pantalón, su miembro estaba erecto y palpitante con tan solo ese recuerdo. El boricua estaba a punto de bajarse los pantalones para tocarse y liberar la tensión, pero al ver a Malexa salir de su habitación, coloco sus manos sobre su erección instantáneamente.

La rubia camino hacia el sofá más pequeño y se sentó, sin mirar al boricua, quien agradeció por lo bajo, porque la situación sería muy vergonzosa.

Zabdiel se dió vuelta, acostándose boca para abajo, lo que menos quería era que la pecadora lo viera así. La italiana dejo ir una risa.

—¿Por qué te avergüenzas? —cuestiono la chica sin mirar al boricua. —, tener una erección no es un pecado.

—¿De qué hablas? —pregunto el boricua.

—Zabdiel, seré caliente la mayor parte del tiempo, pero no soy estúpida—respondió, sin un apice de vergüenza. —, si quieres puedo desnudarme y masturbarte con mis tetas. O tal vez con mis manos nada más, como tú lo prefieras.

—Malexa, dijiste que me darías mi espacio.

—Lo sé, sin embargo, cuando te veo no puedo evitar pensar que necesitas un descanso de estas mierdas. No está mal entregarte a dios, lo que está mal es que estés tan hundido en tu religión, tan sumergido en ella que piensas que disfrutar tu vida está mal—ella se encogió de hombros viendo al boricua, que la miraba con media cara hundida en el sofá.

—Si disfrutar es sinónimo de pecar, es mejor no hacerlo. No quiero disfrutar mi vida si es así—dijo, decidido.

—¿Por qué no? Podrías probar los mejores coños, correrte en la boca de cualquier mujer, probar orgasmos, masturbarte en libertad; también podrías empezar a cambiar tu atuendo, leer libros adecuados para ti, ver series de televisión. Crear tu identidad, Zabdisus.

—Tengo una identidad, Male.

La rubia sonrió al escuchar como la había llamado.

—No. No tienes una identidad, porque estás envuelto en biblias, envuelto en los mandamientos, envuelto en Dios. Cuando hay mucha gente de tu edad a la que no le importa y viven su vida.

ZabdisusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora