Capítulo 5

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Los días pasaron lento, al menos para Zabdiel. Malexa no había dejado de insinuarse a él, y eso lo molestaba, cuando rezaba le rogaba a dios que ella se fuera del departamento, le rogaba que todo fuera producto de un mal sueño y que lo perdonará por sus muy recientes sueños húmedos con ella, él no quería esos sueños, mucho menos le gustaban, pero no podía negar que en la mañana amanecía mojado y con una erección en sus pantalones.

No entendía que era lo que estaba pasando con su cuerpo, que era lo que estaba pasando con él, no entendía nada, no sabía si esto estaba bien, pero sin esperar la respues de alguien, estaba seguro de que estaba mal.

Zabdiel se voltea en la cama tratando de dormir, lo cual le era casi imposible, no podía conciliar el sueño a causa de que cuando cerraba los ojos la veía a ella. Tal vez había comenzado a sentir una rara atracción hacia Malexa.

El rubio se levanta de la cama para dirigirse a la puerta de su habitación, por primera vez en sus veinte años, estaba sintiendo el pecado muy cerca suyo, sabía que su compañera de departamento era una pecadora compulsiva, pero no se esperaba una amenaza por parte de ella.

Abrió la puerta de su habitación y lo primero que vio fue a Malexa sobre el sofá escribiendo en una libreta, estaba con una blusa de tirantes, en la cual se podía ver sus pezones erectos y un short que no cubría absolutamente nada.

—¿Qué pasa, Zabdisus? ¿Te desperté?—pregunta la chica sin mirar a Zabdiel.

El chico estaba molesto por lo acosadora que llegaba a ser la chica, le empezaba a molestar la forma en la que se comportaba, no le gustaba en lo absoluto, mucho menos le parecía una actitud digna de una chica. Zabdiel estaba seguro que ella le sacaría canas verdes, porque tal vez no lo hizo de inicio, pero lo haría más adelante.

—No me llames así—susurra el chico, Malexa se levanta del sofá, sus atributos se remarcan en su blusa.

Zabdiel trata de mirarla a ella mientras le habla. No podía desviar la mirada, porque todo podría ser malinterpretado, y no sería un buen cristiano.

—¿Por qué no? Es un apodo muy lindo, Hayes me dijo que te gusta que te llamen así—dice la mujer, él niega con la cabeza, mientras la ve acercarse.

A cada paso que da, sus pechos se mueven junto a ella y Zabdiel no puede evitar querer tocarla, quiere permanecer parado, resistirse a la tentación y sacar la lujuria de su cuerpo.

No puede tocarla, no debe tocarla.

—¿Te gusta el calor, Zabdisus?—pregunta Malexa cuando llega junto a él, el más alto negó con la cabeza.

—Prefiero el frío, me gusta ver a las chicas tapadas y no exponiéndose con esos trapos que dicen llamar ropa—respondió él.

Malexa soltó una risa al ver que no captaba la indirecta.

—No me refería a ese tipo de calor...—murmuro ella rodeándolo, como un león cazando a su presa.

Zabdiel cierra los ojos, rogándole a dios que sea lo que sea que ella tramase, no lo pudiera hacer. No quería caer ante ella, no quieria pecar por ella, no quería arder en el fuego por ella.

—Dime... ¿te gustaría que me abriera de piernas para ti?—pregunto la chica, Zabdiel negó con la cabeza.

—Respetate, Malexa—murmura el boricua.

—¿Es lo único que sabes decir? Eres un desperdicio de hombre—dice la rubia colocándose frente a él.

Zabdiel abre los ojos para observarla, la rubia de pie frente a él estaba caliente, la razón era una incógnita, pero a medida que pasaba el tiempo ella se calentaba mucho más.

—¿No te gustaría sentirme?—pregunta la rubia tocando el pecho de Zabdiel, trazando líneas imaginarias. —Enterrarte en mi...—murmura. —Hacerme gritar...—la chica relame sus labios. —¿No me imaginas a mi arrodillada frente a ti?—la respiración de Zabdiel comienza a ser acelerada en cuanto ve a Malexa arrodillarse frente a él.

La chica observa los ojos oscuros del chico y le dedica una sonrisa para comenzar a acariciar sus muslos.

—De está forma... Con tu polla en mis manos—dice la chica mientras sus manos ascienden lentamente por la piel de Zabdiel.

El susodicho estaba aterrado por lo que fuera a pasar, pero no le preocupaba tanto, creía que tenía todo bajo control, sin conocer a Malexa y sin saber que cosas estaba dispuesta a hacer.

—¿Te gustaría verme chupando tu miembro, Zabdiel?—pregunta ella colocando sus manos sobre la entrepierna de Zabdiel.

Aunque ella sabía que no estaba erecto, se sentía muy grande, demasiado grande en sus manos. Una sonrisa cubrió su rostro, para seguido de eso ella muerda su labio inferior.

—Oh dios, ¿qué tenemos aquí?—dice la chica con diversión.

Zabdiel cae en cuenta de que está haciendo algo mal y sostiene la muñeca de ella, sin apretarla con mucha fuerza, quería parar todo, pero no quieria lastimarla.

—Basta, Malexa, deja de comportarte como una mujerzuela, nadie te va a tomar en serio si sigues así—dice el boricua entredientes.

—¿Acaso piensas que quiero que tú me tomes en serio? Lo único que quiero de ti es sentir tu polla, follarte y nada más—dice la chica, Zabdiel suelta las manos de ella y camina hacia el comedor.

La chica camina tras él, observa como el chico se sirve un vaso de agua fría, ella resopla.

—¿Te gusta la tranquilidad, Zabdisus?—pregunta Malexa.

Zabdiel la observa al mismo tiempo que asiente con la cabeza, ella hace una mueca burlona y le dedica una sonrisa pícara.

—Creéme, no soy nada tranquila. Por algo soy tu compañera de habitación, cariño. Tal vez fue el destino el que me puso en tu camino, tal vez el destino quiere que te corrompa—dice ella.

—O tal vez, dios quiere que purifique tu alma, has llegado a mi vida por algo, no creo que dios haya decidido que tú vengas aquí a hacerme pecar—menciono el chico, Malexa bufo.

—¿Cómo decía ese refrán? "Que tire la primera piedra quien esté libre de pecado"—dijo Malexa para colocar su dedo índice en su barbilla. —¿No crees que nadie podrá tirar una piedra, Zabdisus? Ni siquiera tu, todos somos pecadores, incluyendote—termino por decir.

—Hay otro que dice "Los inocentes pagaran por los pecadores", por personas que piensan igual que tú, todos debemos pagar. No he pecado, nunca, y no pienso hacerlo por ti—dice el rubio decido.

—Vale, esperemos que en unos meses yo no este jadeando tu nombre mientras me follas, porque créeme, cuando me propongo algo, lo cumplo, Zabdisus—dijo la chica para caminar hacia la puerta del comedor, dejando solo a Zabdiel.

El chico cerro los ojos mientras se apoyaba contra la encimera de la cocina, estaba jodido de la cabeza a los pies, necesitaba cambiarse de habitación ya mismo. No podía seguir un segundo más con Malexa rondando por ahí, no podía seguir resistiendo sus instintos masculinos, necesitaba estar aislado de todos, nuevamente, no necesitaba a una chica ni a un chico en la misma habitación que él.

ZabdisusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora