Capítulo 10

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Una semana, Zabdiel hizo lo que Hayes le dijo y espero una semana. Las cosas entre él y Malexa a medida que pasaban los días se iban calentando más.

El primer día de la semana Zabdiel había confesado sus pecados en el confesionario, el padre de la iglesia le había pedido que recé, cosa que no le había incomodado a Zabdiel puesto que era lo que mejor sabía hacer, en todo el transcurso de aquel día había ignorado completamente la presencia de Malexa, demostrándole que su religión era más fuerte que todo deseo carnal.

Ella podía intentar seducirle, podría intentar hacer que se doblegue, pero sería casi imposible y las posibilidades de que aquello suceda eran casi nulas.

El segundo día de la semana el boricua se había quedado un día completo en el departamento, ya que no desarrollarían clases, el mismo día Malexa había llegado con un compañero de clases compartiendo saliva de una forma desagradable. A Zabdiel le había molestado de alguna forma aquello.

—¿Dónde está tu habitación? —pregunto el chico sin despegarse de los labios de Malexa, ella soltó un jadeo mientras cerraba la puerta de la entrada sin percatarse de la presencia de Zabdiel.

—Sígueme—susurro la italiana deshaciéndose de la chaqueta negra del pelinegro junto a ella.

Zabdiel carraspeó, notoriamente molesto, ambos se separaron viendo al boricua. Malexa estaba sonrojada pero aún así tenía una sonrisa en los labios.

—Oh, Zabdisus, no te vi. Te presento a Nathaniel—dijo la rubia acomodando su cabello tras su espalda, Zabdiel frunció las cejas y resoplo ignorando al chico que estaba a un lado de la rubia.

—Malexa, entiendo que no quieras respetar la palabra de Dios, pero por favor no me faltes el respeto de esta manera—mascullo el boricua viendo a la chica con molestia.

—¿Faltarte al respeto? —pregunto la chica soltando una carcajada. —, explícate—ordenó.

—No hagan eso aquí, por favor, estoy yo en el departamento. No sean desconsiderados.

—¿Y cuando he dicho yo que no puedes unirte a lo que sea que hagamos? —pregunto la chica con una sonrisa pícara.

—¡Por la virgen María! ¡Malexa, compórtate! —exclamo el rubio abriendo los ojos en grande. 

El pelinegro de nombre Nathaniel se esforzó para no soltarse a reír. Solamente había visto a Zabdiel unas dos veces en la universidad y no pensó que fuera así de rarito.

—¿Lo ves? Eres un mal pensado, haremos tarea, Zabdisus —menciono la chica guiñándole un ojo.

Zabdiel resoplo, era obvio que ellos no iban a hacer tarea y lo único que ella quería hacer era dejarlo como un inmoral chico de pensamientos sucios. Vio como la chica salia nuevamente del departamento con el pelinegro delgado junto a ella.

El quinto día de la semana seguían sin hablar cuando estaban juntos (puesto que no se habían encontrado ni el tercer ni el cuarto día), Zabdiel había asistido a clases y al volver comió algo para luego adentrarse en su habitación, no había visto a Malexa en todo el día así que supuso que había de estar con su compañero de clases haciendo tarea.

A las tres de la mañana un ruido proveniente de la sala lo había despertado, Zabdiel se levantó de la cama y tomo su rosario en manos para acercarse a la puerta de la habitación.

Se armó de valor y rezo un padre nuestro para salir de su habitación, cuando vio a Malexa en ropa interior, resoplo. La chica estaba con su celular en manos viendo algo mientras limpiaba arrodillada la arena que acababa de derramar del jarrón. Zabdiel no pudo evitar recorrer el cuerpo de Malexa con los ojos, aunque él internamente sabía que estaba mal, no podía desviar sus ojos del cuerpo de la chica.

ZabdisusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora