Capítulo 8

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Era de noche, Zabdiel ya había orado, ya le había pedido a dios que lo ayudara, que lo acompañase y guiase sus pasos por buen camino, no necesitaba ver a su compañera de habitación, que por cierto, raramente no se apareció en toda la tarde.

Luego de su conversación con Hayes se dió cuenta de algo, aunque Malexa y Hayes no eran religiosos, tenían en cuenta las palabras de Dios. También sabían varias cosas que dios había ordenado. No eran tan pecadores después de todo.

Su cabeza divagaba, estaba seguro de que ya era un pecador, que aunque no tocó a Malexa, ya había pecado con los ojos, ya había pecado con la mente, ya había pecado con los sueños húmedos. No sé acostó con ella, no la toco un solo pelo, pero se la había imaginado y la había visto desnuda.

Sí, podía negar y decir que no había pecado, podía negar diciendo que no deseó a Malexa esos pocos minutos, pero verdaderamente, estaría mintiendo, y mentir no era lo suyo. Mañana iría a la capilla para orar, para confesarse ante un cura, esto no podía seguir así, él no podía seguir de esa manera.

Porque, por más ridículo que suene, Zabdiel sentía que tenía al demonio dentro suyo.

Zabdiel cerro los ojos tratando de dormir, Malexa por su parte se asomo a la puerta de la habitación del rubio que raramente algunas veces dejaba la puerta entreabierta, está era una de esas veces, observando con detenimiento el cuerpo de Zabdiel.

No tenía más ninguna prenda que un pantalón, estaba desnudo de cintura para arriba y eso le gustaba a Malexa, lo tenía como quería a altas horas de la noche.

—¡Hey Zabdisus!—dijo Malexa desde la puerta, Zabdiel levantó la cabeza resoplando.

—¿Qué se supone que quieres está vez?—pregunto el rubio con indignación.

—¿Dónde ha quedado tu cordialidad y amabilidad?—pregunto la chica con la ceja arqueada.

—Ya fue, ¿qué quieres?—pregunta el rubio con desesperación, la chica se adentra a la habitación y cierra la puerta sin más.

Zabdiel observa como Malexa va acercándose lentamente a él, sus ojos viajan por el cuerpo de la rubia, no traía más nada que no sea una camisa que le quedaba grande. El rubio estaba seguro de que Malexa haría cualquier cosa para que el pierda el control.

El pregunta es: ¿dejará que ella se salga con la suya?.

—Necesito un consejo, ¿Puedo pasar?—pregunto la rubia.

—¿No lo has hecho ya, Malexa?—cuestiono el chico, la chica resoplo mientras se acercaba a la cama de él.

—Amo tu amabilidad, Zabdisus—dijo la chica con sarcasmo aparente.

La mujer llega junto a él, para sentarse al borde de la cama, Zabdiel copia la acción de Malexa, sentándose también, aún con las sábanas sobre su cuerpo. La chica observo al chico con detenimiento, mirando sus facciones casi perfectas.

—Si me he acostado con alguien antes del matrimonio, ¿soy una pecadora?—pregunta la chica, jugueteando con las sábanas de Zabdiel.

—Malexa, tu naciste siendo una pecadora—dijo Zabdiel entre dientes.

—¿Y si me acuesto contigo? ¿Sería una bendición o un pecado? O más bien, ¿si te deseo de una forma sexual, sería pecado?—cuestionó levantando la mirada, observando los ojos oscuros de Zabdiel.

—Todo deseo carnal antes del matrimonio, es pecado.

—¿Y tú? ¿Me deseas?—pregunto la chica colocando su mano sobre la pierna de Zabdiel, el chico frunció las cejas.

ZabdisusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora