Capítulo 4

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Por la tarde Zabdiel se había librado de las clases, estaba caminando por los pasillos del hotel junto a Hayes; se pondrían a hacer tareas, o más bien, Hayes se pondría a hacer tareas que no había hecho en todo el año.

Hayes tenía de guapo lo que tenía de irresponsable; aunque comprendía a la perfección todas las cosas que tenía en la universidad, no servía de nada porque tenía el libro vacío y ahí estaba Zabdiel, ayudándolo a para que no repita el año, ayudándolo a completar sus materias. Todo sea para que Hayes no repita el año, debido a que la universidad no es nada fácil.

—¿Ya tienes compañero de habitación? —pregunta Hayes rompiendo el hielo, entre los miles de diferencias que tenían ambos estaba también esa.

El boricua no era muy hablador, sin embargo, Hayes hablaba hasta por los codos, aunque eran bastante diferentes como el agua y el aceite, se acoplaban a la perfección y se entendían como hermanos.

—Compañera—corrigió Zabdiel haciendo una mueca de desagrado, Hayes bufo.

—¿Está dentro del departamento en estos momentos? —pregunta Hayes, el boricua se encoje de hombros sin saber que responder.

Zabdiel no sabía si su desastrosa compañera de habitación ya estaba ahí, pero tampoco estaba dispuesto a averiguarlo; cuando ambos llegan a la puerta Zabdiel la abre dándole paso a su amigo, quien pasa a la casa sin mucha prisa, Hayes suspira y Zabdiel se adentra al departamento, estaba feliz, hasta que ve a Malexa tendida en el sofá con un vestido extremadamente corto a su parecer, resopla.

—Buenas tardes—dice Zabdiel cerrando la puerta tras de sí.

—¡Buenos días! ¿Ahora sí me van a dar la bienvenida? Digo, como que tu no lo hiciste primero... ¿Será un dos por uno? —pregunta Malexa con una sonrisa pícara mirando a Zabdiel y Hayes.

Ambos rubios niegan con la cabeza, Malexa hace una mueca de desagrado mientras los observa con el entrecejo fruncido.

—¿No me van a dar un baile privado para conocerlos mejor? ¡Qué aburridos! En verdad, esperaba más de ustedes, esperaba que tu no fueras un verdadero religioso y que, si fueras un stripper, ¡Vaya que me equivoqué! —exclama Malexa levantando su cuerpo del sofá, Zabdiel gruñe cuando ve como el vestido apenas cubría parte de su cuerpo. —Que desperdicio de hombres—bufa.

—Yo te puedo bailar cuando quieras, puedo ser tu stripper personal, claro si así lo deseas—dice Hayes con una sonrisa, el susodicho se gana una mala mirada de parte de su mejor amigo.

—Al menos he deducido que no eres religioso, mucho menos aburrido; no me importara mucho si nos conociéramos mejor, claro si así lo deseas—rumio con una sonrisa imitando al chico. —Soy Malexa, pero puedes llamarme como gustes, con permiso—dice la chica emprendiendo camino hacia su habitación.

Zabdiel resopla cuando la mujer se adentra a la habitación mientras su amigo lo observa con una sonrisa de oreja a oreja. Zabdiel lo observa tratando de descifrar su semblante, no conocía a la perfección a su mejor amigo y no es que no se esmeraba en tratar de hacerlo; sino, no podía con lo pecador que era y mucho menos con su forma de ser tan vulgar.

—¿Es tu futura esposa? —le pregunta Hayes a Zabdiel.

—¿Cómo que mi futura esposa? ¡Dios no permita que me case! ¿Estás consciente de lo que estás diciendo, Hayes? —exclama Zabdiel con exasperación.

—No vas a morir virgen, Zabdiel—menciona Hayes bufando. —Y creo que serás el primero en casarte, con una monja tal vez—dice el chico.

—Las monjas no pueden casarse—menciona el boricua.

ZabdisusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora