Capítulo 6

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Por la mañana, Zabdiel estaba preparándose una taza de café, estaba jodido, no había podido conciliar el sueño, las amenazas de la chica no lo podía dejar dormir, estaba aterrado por lo que ella pudiera hacerle mientras dormía.

No quería dejar su vida de cristiano por una mujer.

No quería pecar por una mujer.

No quería arder en el fuego por una mujer.

Comenzó a observar el café en la cafetera, no sabía que hacer, no pudo dormir, ahora mismo estaba cansado y harto de su compañera de habitación, lo único que deseaba era que ella se fuera del departamento y que lo dejara solo.

Después de todo, solo serían unos meses los que soportaría a Malexa, porque en cinco meses ella se iría nuevamente a Italia, no era una idea que le encantaba, pero al menos si hacia el ridículo con Zabdiel podría irse de la ciudad y nunca más verlo, ya que por la única razón que ella estaba en la ciudad era por un capricho de sus padres.

Zabdiel sirvió el café en una taza para apoyarse contra la encimera y comenzar a tomarlo despreocupado, está vez no había hecho ruido porque no quería despertar a Malexa, ya mucho había soportado en la noche y no quería volver a verla.

Suspiro mientras observaba a través del ventanal de su departamento, todo estaba a oscuras y lo único que se veían eran las luces de afuera encendidas, nada más. El silencio era sepulcral, pero eso lo tranquilizaba, le encantaba el silencio.

Volvió a observar hacia la puerta, dónde una figura femenina se hizo presente, Malexa nuevamente en ropa interior. Zabdiel resoplo cerrando los ojos.

—¿Qué haces despierto a estas horas? ¿Nuevamente haces brownies?—pregunto la chica acercándose a un vaso.

—No, estoy tomando café, ¿Quieres?—ofreció el rubio.

—No, gracias, no vaya a ser un pecado tomar café contigo—le dijo la rubia tomando un vaso con agua.

—Malexa…—.

—¿No te parezco atractiva? ¿No te gusta mi cuerpo? ¿Qué mierda sucede contigo? Digo, pudiste aprovechar ayer y dejar que te tocara, que te muestre el pecado, que te muestre como de placentero puede llegar a ser estar arrodillada frente a ti—dijo la mujer. —O tal vez tú arrodillado frente a mi, podrías ser—.

—Malexa, quiero ser un cura en unos años, no quieras arruinar mis planes. Por favor, respétate, y ten amor propio, no te comportes como una cualquiera, ¿Quieres?—pregunta el rubio con molestia, la chica asiente con la cabeza.

—¿Quieres que me respete, Zabdiel?—pregunta la mujer. —¿Sabes que quiero yo?, quiero que tú me faltes el respeto, quiero que me coloques contra una pared, que sujetes mis brazos y que me folles duro, eso quiero—planteó la chica.

Zabdiel abrió los ojos observándola, ella estaba de pie frente a él, el chico barrio a Malexa con la mirada, por primera vez en su vida estaba viendo a una mujer semidesnuda. Malexa sonrió orgullosa.

Malexa tomó las manos de Zabdiel, el rubio simplemente siguió la corriente a lo que ella hacia, la rubia observo los ojos de Zabdiel, intimidándolo.

—¿Tu no quieres lo mismo?—pregunta la chica.

Zabdiel niega con la cabeza, no podía, no debía… aunque una parte de él si quería.

—No…—susurro Zabdiel.

La chica se paro de puntillas para quedar casi a la altura de su compañero, quien simplemente miraba que era lo que hacía, Malexa se acercó a los labios del chico, pero él se apartó con rapidez. Empujándola lejos de su cuerpo.

—No quiero tu cuerpo, Malexa, eres guapa, tienes un cuerpo hipnotizante… Pero no eres lo que yo busco en una mujer…—susurra el rubio. —Y digamos que no busco ninguna mujer, prefiero seguir libre de cualquier deseo carnal, no quiero una mujer a mi lado—menciona por último.

—¿Entonces prefieres ser un aburrido que anda en una iglesia refugiado en biblias? ¿Quieres escuchar los pecados ajenos y perdonarlos a menudo?—pregunta la chica, Zabdiel se aleja de ella para observar nuevamente hacia el ventanal.

—Es más que eso, Malexa…—dice Zabdiel. —Me gustaría estar en contacto con Dios, ser su fiel servidor, tener un manto espiritual sobre mi, ser un hombre de bien, ayudar a los demás, al igual qu…—la chica suspira, interrumpiendo lo que fuera a decir el rubio.

—¿No crees que eso será un desperdicio?—pregunta la chica. —Nadie actualmente va a la iglesia, Zabdiel, actualízate, eres el único rarito que aún va a ese lugar.

—Y seguiré siendo ese rarito que aún va a la iglesia porque…—el boricua cierra la boca cuando observa a Malexa.

No tenía sostén.

Estaba casi, casi, desnuda frente a él.

—¿No te gustaría tocarme?—preguntó la chica.

Zabdiel miro los redondos pechos de la chica y luego la miro a los ojos, ella tenía una sonrisa burlona en el rostro. Le gustaba lo que estaba causando en él. Lo estaba incitando a pecar, estaba tentándolo para que saboree la tentación por primera vez. Desde luego que no le importaba mucho lo que Zabdiel le dijese, tampoco se preocupaba por lo que fuera a decir de ella, porque aunque no conocía a Zabdiel a la perfección, sabía que él no diría nada, porque no era ese tipo de hombre.

—Vístete, Malexa—dice el chico, ella niega con la cabeza.

—¿No quieres tocar mis senos? ¿Sentirlos en tus manos? Masajearlos… besarlos… chuparlos…—pregunta la chica relamiendo sus labios.

—Son las seis de la mañana, Malexa, no he dormido nada y creo que esto no es muy prudente de tu parte—dijo el chico tratando de mantener su mirada en los ojos de la rubia. 

—La prudencia esta muy sobrevalorada, ¿no crees?. Muchas veces es mejor dejar de pensar en que debemos hacer y que no, es mejor arriesgarse, nada se pierde de esa forma—Zabdiel ríe volteándose para mirar hacia otro lugar que no sea a la chica junto a él.

—¿Prefieres perder tu dignidad por un hombre a ser prudente y pensar en ti?—pregunto el chico.

Malexa resopla al ver que no llegaba a nada con Zabdiel, no podía evitarlo, estaba jodidamente molesta porque el chico no demostraba ni el más mínimo interés por ella, sin embargo ella estaba desnuda frente a él, tratando de provocarlo tan siquiera un poco.

Lo único que ella deseaba era ver divertirse, pero con Zabdiel a su lado le sería imposible,  porque el chico era sumamente aburrido.

—¿Sabes qué? ¡Al carajo! Me rindo, es imposible lidiar contigo—exclama la chica para salir nuevamente de la cocina, Zabdiel se voltea para observar como camina.

No podía negarlo, ella tenía un cuerpo que volvería loco a cualquier hombre y Zabdiel no sería la excepción, sus ojos estaban pegados al cuerpo de ella, y aunque al principio se negó rotundamente a mirarla desnuda, estaba observando como caminaba lejos de él…

ZabdisusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora