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  Las extorsiones por telemercadeo eran algo en lo que Kim Minseok se consideraba medianamente bueno, más teniendo la ayuda de su compañero en cada llamada que realizaba.
De alguna forma las estafas virtuales habían comenzado a surgir desde no hacía mucho y cada vez la gente que caía en ellas era más de lo que se esperaba.

Junto a Mark acababa de encontrar la manera en la que pudiesen interferir las llamadas que realizaban desde la empresa  en donde ambos trabajaban desde hacía años, interviniendo la línea para bloquear que el sistema guardase las llamadas realizadas para estos casos y a su vez, aprovechar que las llamadas no tenían identificación debido a que no era una empresa digna de llamar la atención.
La venta de electrodomésticos por telemarketing era un trabajo habitual que sabían realizar con monotonía, simplemente ofrecer un producto por llamadas y esperar a que el cliente aceptara la oferta, de lo contrario, insistir hasta que se pudiese hacer un acuerdo de servicio.

La idea de las estafas llegó por medio de un grupo conocido de Mark, el cual a Minseok no le agradaba demasiado la idea de que éste se estuviese metiendo con gente dedicada a negocios ciertamente oscuros y peligrosos. Más que nada porque no quería tener más problemas de los que ya estaba metido.

Pero al tener el dinero frente a los ojos, sólo el poder es lo que hace que de alguna manera siguiese entrometiéndose en aquel mundo del dinero fácil. No era un trabajo complicado, sí, era arriesgado, pero jamás se había sentido con tanto poder y con cierto sentido en la vida tras terminar la escuela varios años atrás.

¿Por qué seguir siendo aquel chico de veinticinco años que vendía productos y regresaba a su departamento sin saber qué sería del futuro, sin ningún sueño o meta por alcanzar? Estaba seguro de que la vida deparaba más cosas hacia su destino, sólo que no se había topado con la oportunidad de agarrarla entre sus manos y no dejarla ir.

Pero la cosa era totalmente distinta ahora que todo se había echado a perder.

Minseok no apartaba la mirada de su amigo, quien peinaba su cabellera rubia mientras discutía y amenazaba a alguien por teléfono para que se hiciera cargo de lo que había pasado.

La policía finalmente había dado con el negocio y buscaban a ambos en el departamento de Minseok, desde donde se detectó las llamadas. Para entonces había logrado huir hacia el departamento de Mark para contarle lo sucedido, aunque era cuestión de tiempo para que dieran con este también.

El pelinegro bufó, haciéndole una señal de que ya cortara la llamada porque no convenía seguir con ello a esa altura. Sus amigos no iban a ayudarle para escapar de la policía después de eso. Lo mejor era llamar a Kris para que les diera una mano con el problema. Mark le miró atento y a duras penas asentía, para pronto cortar con la llamada abruptamente.

Kris era quien estaba detrás de todo el negocio, al menos según lo que Minseok tenía entendido. Pero la verdad es que solo los controlaba lo justo y necesario, porque casi el 30% de las ganancias eran destinadas para su clan en una mafia de la cual no tenía ni quería tener conocimiento. Mark se encargaba de mantener el contacto con éste.

—Esto está cada vez peor —mencionó, echándose en el sillón que tenía detrás suyo—. Hay que irnos ahora mismo.

Nuevamente se paró sobre sus pies y comenzó a buscar cosas en la sala para meterlas en un bolso cercano de allí.

—Sabía que nos estábamos arriesgando bastante —Minseok le murmuró tras dar una rápida calada al sexto cigarro en lo que iba de la noche. Sabía de antemano que tenía que dejar la nicotina de una vez por todas, los dolores de cabeza cada vez eran más frecuentes debido al olor que se impregnaba en todas partes, pero el fumar ya era un hábito habitual en su vida que le era difícil cambiar.

La mirada preocupada de su amigo le llamó la atención por un buen rato, por lo general solía ser una persona bastante segura de sí misma, pero últimamente lo notaba más ansioso que de costumbre. Quizás porque requería más de aquellos psicoestimulantes que antes.
Definitivamente no había manera de hacerle entrar en la cabeza que no podía manejar negocios en ese estado de ineficiencia tanto motriz como psicológica. Pero las palabras no hacían más que molestarlo y tensarlo de lo que ya estaba, así que pasaba por ignorarlo.

Love Words / ChenMinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora