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Comenzó a abrir sus ojos, estaba adolorido ¿y cómo no estarlo? había dormido sobre la mesa de un laboratorio con alguien encima de el, no pasaron muchos segundos para caer en cuenta de lo que había pasado.

El cuerpo del mutante estaba sobre el, acurrucado soltando pequeños suspiros, su bandana estaba en su mano, seguro se la quitó antes de irse a dormir. Por primera vez pudo apreciar su rostro totalmente, era bastante tierno a su gusto.

También observó como seguía con su caparazón blando expuesto, tenía demasiada curiosidad por tocarlo ¿sería muy suave? extendió su mano y lo hizo, si se ganaba un regaño lo aceptaría.

Definitivamente lo era, también un poco resbaloso pero para nada desagradable, lo que no se esperaba era escuchar el pesado suspiro ajeno.

— Primero que nada buenos días. — Bostezo el mutante, Casey se sentía asombrado al verlo recién levantado, un poco descuidado pero no perdía ese toque tan especial. — Voy a buscar una camisa o algo así, necesito ir a limpiarme, y por un café. — se levantó con aquella sensación de humedad recorriendo entre sus piernas le resultaba incómoda, aunque para Casey era una vista agradable. Donnie se acercó a uno de sus cajones y sacó una camisa blanca con un estampado morado.

— ¿No se supone que no es necesario que uses ropa? — cuestionó Casey.

— Claro que no lo es, pero en este momento no tengo ganas de responderle a todos porque estoy todo mordido. — Suspiró con pesadez buscando su cafetera, tenía una exclusiva para su laboratorio y sus desveladas por cualquier emergencia, no pasó mucho para que la presencia aromática de su bebida se hiciera presente, ahora más despierto miró a su acompañante.

— ¿Crees que sea prudente salir?

— Claro, seguro nadie nos hará ninguna pregunta sobre lo que hicimos anoche. — Había sonado tan sincero que el chico se levantó para abrir la puerta. — Era sarcasmo, tu también tienes que cambiarte. — Volvió a acercarse a su cajón, sacando así una pijama que tenía de repuesto para emergencias, no la subas mucho, ya que no le encantaba de todo el color. — Ponte eso, luego me lo regresas.

— Buenos días, tengo hambre

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— Buenos días, tengo hambre. — El de bandana roja entró a la cocina, su demás familia estaba sentada en la mesa, degustando su desayuno de huevos estrellados con tocino, algo básico que mataba el hambre. — ¿Uh? — nadie se atrevía a mirarlo fijamente, ¿había sucedido algo malo?

— Tu desayuno está en el plato morado, también está el de Casey por si se lo quieres llevar. — Habló el menor de los hermanos mirando fijamente la mesa. — Hay jugo de naranja en la nevera. — Ladeó una ceja tratando de deducir a dónde conducían esas miradas incómodas, sus mejillas se colorearon cuando lo razonó mejor.

— ¿Y a qué hora llegaron anoche? — levantó ambos platos para llevarlos a su habitación, no iba a salir de ahí en un buen rato.

— A las doce, más o menos, no lo recuerdo muy bien solo quería dormir en paz pero alguien no paraba de gritar. — El de bandana azul hablo de mala gana, cuando estaba irritable era mejor esconderse. — Y eso que pensé que los ronquidos de papá eran mucho ruido. — Trató de irse lo más rápido posible, no quería seguir escuchando quejas de lo que había pasado anoche.

La puerta de su habitación fue abierta por el humano, quién lo recibió con una sonrisa y también ayudo para que pudieran organizar donde sentarse y comer más tranquilos.

— ¿Cómo conseguiste esa camisa? se te ve muy bien... — Hablo Casey después de darle un sorbo al jugo de naranja.

— Me la regaló papá, la tengo desde hace mucho. — Sonrió algo avergonzado, sabía que se veía algo pequeño con ella al ser de unas tallas sobre la suya. — Mikey cocina cada vez mejor.

— El otro día lo vi hablando como si tuviera un programa propio de cocina, se nota que le gusta mucho hacer esto. — Así pasaron las horas, hablando de cosas que veían día a día, bromeando incluso, hasta que se hizo tarde, ya eran las dos y no podían seguir encerrados en la habitación de Donatello.

— Hola chicos, traemos los platos del desayuno. — una expresión de sorpresa se formó en el hombre rata, al ver a su hijo de color morado abrazado territorialmente por Casey. — ¿Están viendo esas series raras de papá? — se burló dejando los platos en el fregadero y asomándose para ver cómo una mujer caía dramáticamente por un montón de escaleras, era tan poco realista que le sacó una pequeña risita.

— Shh, se llama la rosa de Guadalupe.

Al final todos se quedaron en la sala mirando aquella peculiar telenovela, nadie se quejaba. Las series que veía Splinter eran más dramáticas después de todo.

Ilusión - Casey × DonnieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora