39. Nuestros Sentimientos

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Todo se sentía tan extraño, tan irreal que cada vez que recorada la noche anterior se sentía como un fuerte dolor de cabeza, como si realmente hubiera estado bebiendo por horas sin parar en ningún momento, y es que en realidad no había sucedido nada parecido, se había quedado con Jeno, acompañándolo mientras este lo abrazaba con fuerza, permitiéndose llorar en silencio mientras se aferraba a él con la esperanza de que no se marchara, pero había terminado haciéndolo y es que apenas había podido descansar un poco, sintiéndose completamente melancólico cuando despertó y se encontro con el tranquilo rostro del mayor sobre su hombro, causándole algo de escalofríos por la tranquila y calida respiración del mismo en su cuello.

Había hecho todo lo posible por no despertarlo, prácticamente había huido de aquello que lo lastimaba y confundía, necesitaba estar tranquilo, porque a pesar de lo mucho que su corazón le creía al rubio, su cabeza no dejaba de recalcarle todo lo que había pasado durante esos años, no se iba a valorar tan poco como para correr a Jeno fingiendo que nada sucedió, él no era así.

Si Jeno de verdad correspondía sus sentimientos, entonces él merecía darse cuenta con acciones y no solo con palabras, es fácil decir cosas sin sentirlas, pero para Jeno había sido igual de fácil fingir que realmente lo despreciaba.

—No lo puedo creer, son las siete de la mañana y apenas apareces, porque no avisas siquiera... —La voz de su mamá llego a sus oídos, logrando hacerlo espabilar mientras cerraba la puerta de su casa detrás de él—. Por dios, luces horrible, dime por favor que no me hiciste abuela realmente.

—...No, puede estar tranquila señora Sojung, no será abuela, al menos no en un largo tiempo —Aclaró él restandole importancia mientras se dedicaba a pasar junto a ella, luciendo completamente agotado.

—¿Pasó algo? —Quiso saber ella tomando la mano del menor mientras lo observaba con preocupación.

—Si, pasaron muchas cosas, apenas puedo ver porque tengo mis ojos completamente hinchados y lo unico que quiero es descansar o matarme para dejar de pensar en todo, me duele la cabeza como un demonio, entonces mamá ¿Puedo ir a dormir? —Cuestionó él volteando a verla mientras se zafaba del agarre de la adulta con delicadeza—. Lo siento...

—...¿Quieres hablar? —Preguntó ella haciendo una pequeña mueca triste mientras sobaba los brazos del menor de manera calida.

—No, mamá.

—Entiendo, ve a descansar ¿sí? —Murmuró ella controlando las ganas de llorar que la invadían por completo.

El azabache asintió levemente permitiendole a la más baja dejar un beso en su mejilla para luego comenzar a subir las escaleras hacia su habitación, necesitaba descansar, tal vez de esa manera el dolor de cabeza disminuiría y podría pensar con tranquilidad, tenía dos días para mantenerse encerrado en su habitación, metido entre sus sabanas para intentar escapar de todo aunque fuera por un momento.

—Nana, por favor perdóname.

Nana, aquél apodo siempre había resultado tan infantil que en un principio le había ofendido de sobre manera, Jeno lo había comenzado a llamar de esa manera cada vez que él se encargaba de molestarlo en el pasado, cada una de las veces en las cuales habían luchado consigo mismos para controlar la tensión que crecía entre ellos cuando estaban juntos, con el tiempo se había vuelto un apodo común para él, al menos de parte de Jeno, escucharlo llamarlo así después de tanto tiempo había sido tan aterrador, sobre todo por la situación tan delicada en la que se encontraban en aquél momento, la voz quebrada del mayor al llamarlo de aquella manera, le hacía tan mal.

—Soy un maldito mentiroso.

Tenía tanta razón en eso, era un maldito mentiroso con todas sus letras y eso era lo que más lo atormentaba, porque su su corazón le creía y sentía que por primera vez en mucho tiempo Jeno era sincero en algo, pero no se atrevía a aceptarlo, no de esa manera ni en ese momento, y estaba seguro de que en el fondo, Jeno sabía que él no iba a correr hacia él como una adolescente cegada por él amor, ambos se conocían demasiado bien el uno al otro como para saber que necesitaban su espacio y tiempo para poder sanar cada una de sus heridas, porque sí, a pesar de que no era lo mismo, ambos estaban heridos.

Se le hacía tan difícil pensar en que Jeno de verdad sintiera algo por él, porque si aquello era cierto, le aterraba tanto la idea de que el mayor se hubiese comenzado a sentir de esa manera incluso antes de que él diera por hecho sus sentimientos, aceptandolos con tanta timidez y nerviosismo, cuando a diferencia de el mayor, este había reaccionado con tanto pánico y vergüenza.

—Eres un idiota...

A ese punto ya ni siquiera era capaz de decifrar si se refería a Jeno o a si mismo, la palida rosa que se encontraba entre la punta de sus dedos lo tenía hipnotizado de alguna manera mientras pensaba, no había apartado su mirada de esta, haciendola girar entre sus dedos, reaccionando cuando pudo ver un par de pétalos desprenderse y caer sobre las colchas de su cama, haciéndolo soltar un suspiro mientras se disponía a tomar estos con su mano para dejarlos sobre la mesita de noche junto a la rosa.

Pureza e Inocencia

Aquellas palabras parecían tan lejanas a lo que Jeno demostraba que si no lo conociera de verdad él sería capaz hasta de reírse, pero la verdad es que hace años, cada vez que estaban juntos sin burlarse el uno del otro, Jeno era tan inocente, pacífico y silencioso, que se sentía cómodo estando con él, ambos al lado del otro observándose sin sentirse incómodo con eso, Jeno siempre había poseído una de las sonrisas más puras que había visto a lo largo de su vida que incluso era deprimente ver en lo que se había convertido a lo largo de los años.

Era nostálgico pensar en como eran el uno con el otro mucho antes de todo eso, cuando parecía que solo se necesitaba él uno al otro.

Saekki •NoMin• Donde viven las historias. Descúbrelo ahora