Lléname de ti

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—No te avergüences. Perdóname por haber dicho todo eso, es solo que me sorprendió demasiado. 

—¿Quieres que lo intentemos de nuevo? —cuestionó, aún con las manos en la cara—. Sé que no es el día que debería de ser, pero… 

—Sí, claro—le interrumpí. 

Y es que ni siquiera lo pensé para responder. Sabía que si perdíamos más tiempo, las cosas podrían enfriarse. 

Pasamos a mi habitación y, aunque planeaba dejar la luz apagada, fue él quien la encendió. Mi atención estaba sobre su sexo que se apreciaba todavía a punto de atravesar la tela de su pantalón. 

«Entonces, ¿qué fue lo que en sí provocó esta reacción? ¿El haberme visto vestida así o fueron solo las medias?». Desconocía que le atrajera este tipo de cosas. 

La otra vez no se atrevía siquiera entrar en la cama y hoy andaba algo entregado. No parecía al Saúl tímido que siempre ha sido. Tanto así, que no tuve oportunidad de tomar la iniciativa o el control de la situación. 

Se subió sobre mí, acomodándose entre mis piernas y flexionando una de ellas, manteniéndola presionada contra la cama. Hundió su rostro en mi cuello, plasmando ligeros y suaves besos en el, mientras su mano acariciaba mis piernas por encima de las medias. Sus manos son grandes y muy suaves. 

A mi cabeza le costaba un poco asimilar que esto realmente estuviera ocurriendo, pero mi cuerpo reaccionaba un tanto contradictorio. Estaba moviendo muchas cosas dentro de mí. Me sentía acalorada, agitada, expectante. 

Del exterior de mi pierna, pasó hacia el interior, acariciando con inquietud mi piel y ascendiendo suavemente hacia mi entrepierna. La falda se encontraba levantada, por lo que no fue para nada complejo llegar a su objetivo. 

Justo cuando sus dedos tocaron mi prenda íntima, se enderezó, aflojando su corbata en su totalidad y dejándola colgando. 

Levantó mis dos piernas, las mantuvo rectas y juntas. Lo observé fijamente y extrañada por su extraño comportamiento y actitud. La situación lo tenía excitado, no era difícil saberlo, pues sentía el roce de su inminente erección en el exterior de mi muslo. 

Amarró mis piernas con su corbata a la altura del tobillo. Se sentía muy ajustado, no podía soltarlas. Fue proporcionando un camino de ligeros besos en mis piernas por encima de la tela de las medias y cada cierto tiempo frotaba su mejilla en ellas, cerrando los ojos y haciendo un gesto bastante sensual. 

Si no le dije nada o detuve la situación, fue porque se sentía extremadamente bien. Era algo nuevo y distinto para mí, pero eso no le quitaba lo estimulante, sobre todo el ardor provocado que corroía mi piel y arrasaba con mi intimidad. 

Flexionó mis piernas para tener mejor comodidad y alcance a la planta de mis pies. Mi corazón saltó un latido cuando sentí su lengua pasearse por ella tan perversamente. De mi garganta se escapó un gemido de sorpresa. Daba cosquillas, pero era de esas cosquillas agradables que no permanecen en un mismo sitio, sino que recorre por todas partes. 

Succionó cada uno de mis dedos mientras con las yemas de sus dedos me daba varios apretones y pellizcos. Su flequillo cayendo en su frente y su lengua por fuera le daba un toque más sensual y sexi. No había conocido esta faceta suya. No podía pensar con claridad. Esas sensaciones que despertaba en mí cuerpo jamás las sentí antes con nadie. 

Dejó varias mordidas a la altura de mi muslo antes de soltar mis piernas y permitir que pudiera moverlas a mi gusto. Su rostro rojo y respiración agitada lo hacía ver tan vulnerable ahora. 

Me enderecé, llevando mis manos a su cremallera y bajándola sin perder de vista esos ojos que me observaban con suma atención y nerviosismo que no tenía antes, pero que encontré muy curioso e interesante. 

—Lléname de ti, Saúl. 

Mi Dulce Anhelo [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora