No puedo

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—No, doctor. Eso será un golpe muy fuerte para ella. Mi hija siempre ha querido ser madre. 

—Lamento ser portador de malas noticias. Era eso o su vida. 

—¿Cuándo podré ver a mi hija?

—En estos momentos está bajo sedación. Cuando despierte, podrá ir a verla. 

Un nudo se formó en mi garganta y le eché los brazos a Teodoro. 

—Nuestra hija no soportaría enterarse de esto, Teo.  

—¿Desde cuándo se había estado sintiendo mal y no nos dijo nada? 

Su teléfono sonó en mi bolsillo y lo tomé en las manos para ver de quién se trataba. Era su amigo Saúl. En la bandeja de entrada tenía varios mensajes sin leer. Ese hombre es su mejor amigo, tal vez debería decirle lo que está pasando. 

—Sra. Carmen, ¿cómo se encuentra? ¿Por qué tiene el teléfono de Anahí? ¿Todo está bien? 

—No, nada está bien. 

—¿Qué sucede? Anahí no quiere hablar conmigo, ¿cierto? Por eso le pasó su móvil. 

—¿Están peleados?

—Lleva varios días respondiéndome los mensajes como si fuera un robot. Lo he interpretado como que quiere su espacio, pero esta distancia e indiferencia está acabando conmigo. ¿Podría pasármela al teléfono, por favor? 

—Mi hija no puede atenderte ahora mismo. Estamos en el hospital. La traje hace varias horas porque no se había estado sintiendo bien. 

—¡¿Qué?! ¡¿Qué pasó?! ¡¿Qué tiene?! ¡¿En qué hospital están?!

—Escúchame, Saúl, ella necesita de todos nosotros en estos momentos—le conté todo lo que nos dijo el doctor y permaneció varios segundos en silencio, hasta pensé que la llamada se había cortado—. ¿Ahora lo entiendes?

—Yo… iré para allá inmediatamente—colgó la llamada, dejándome con la palabra en la boca.

Si su actitud en la llamada fue extraña, lo fue aún más cuando llegó a la sala de emergencias. Llegó extremadamente rápido. Se mostraba inquieto, preocupado y ansioso. Le preguntó varias veces a las enfermeras de turno si podía entrar a verla, así fuera un momento. Además de ese comentario que hizo por la llamada. Más que un amigo, se comporta como si fuera algo más de mi hija. 

No sé cómo puedo pensar esa tontería. Es ridículo por dónde quiera que lo mire. Mi hija terminó su relación con Víctor recientemente, no creo que esté saliendo con alguien más y mucho menos con su mejor amigo. 

Él se veía demasiado apurado para verla, tanto así que cuando nos dieron la noticia de que ella había despertado, él se adelantó con la enfermera en ir a verla. Definitivamente entre esos dos hay algo. 

Saul

Entré a verla, estaba a punto de volverme loco ahí fuera con la espera. Sabía que sus padres ansiaban verla también, estoy consciente de que debí cederles el espacio y dejarlos entrar primero, pero pudo más el impulso, la preocupación, las ganas de verla y abrazarla, incluso aún sabiendo que en este momento mi presencia tal vez le incomode. 

Fue mi error. Tal vez no me supe expresar bien y ella me malinterpretó. No debí haberle dicho todo eso. Tenía que haberlo aceptado, tal y como lo hice cuando me hizo esa propuesta. Después de todo, ella siempre fue clara conmigo. 

—Saúl, ¿qué haces aquí?

Se veía tan adolorida, pálida y débil. Aunque quería decirle muchas cosas y disculparme por haber sido tan imbécil, definitivamente este no era el momento oportuno para traer nada de lo que pasó a nuestra conversación. 

Su más grande anhelo era convertirse en madre. Solo puedo recordar el brillo que sus ojos adquirían cada vez que en nuestras conversaciones me hablaba de sus planes futuros. Y ahora todo ese futuro por el que se preparó y trabajó arduamente, se vio destruído en un abrir y cerrar de ojos a causa de esto. 

Yo también me había ilusionado con la idea de tener un hijo con la mujer de la que he estado enamorado toda mi vida. Para mí todo ha sido como un sueño, algo irreal, algo tan maravilloso que es difícil de creer. Y ahora sucede esto…

La amo tanto que duele. Duele mucho aquí dentro saber que nuestro más grande anhelo nos fue arrebatado de las manos y no podemos hacer nada para remediarlo. Si yo siento que de mí arrancaron un pedazo tan importante, no puedo imaginar cómo se sentirá ella cuando lo sepa y eso me duele el doble, porque no podré evitar su dolor y sufrimiento. 

—¿Por qué lloras?

—Sé que solo han pasado pocos días desde la última vez que nos vimos, pero te he extrañado mucho—confesé, aunque haya sido una verdad a medias, porque esa no era la única razón por la cual me sentía así.

—Perdón por comportarme como una niña inmadura. Estoy tan avergonzada de mi comportamiento. He estado huyendo de ti y… 

Sostuve su mano con cuidado, no quería lastimarla. 

—No importa, no pienses en ello. Lo importante es que estamos aquí; juntos. 

—Te juro que si hubiese sabido que estaba siendo una carga para ti, lo habría evitado a toda costa. 

—Anahí… 

—Perdón por presionarte tanto. Te prometo que no volverá a pasar. Pospongamos todo, cuando te sientas preparado, lo volvemos a intentar. Digo, si es que aún quieres esto conmigo y no has cambiado de opinión por ser tan pesada y egoísta. 

Ese nudo se agudizó en mi garganta, al mismo tiempo que la opresión en el pecho. Sus palabras dolían más que un puñal. Era como echarle sal a la herida. Me lastima saber que aclarar ese malentendido entre los dos esa noche, era más importante para ella que su condición actual. 

No quiero decirle. No quiero ser yo quien destruya por completo sus sueños. No quiero ser yo quien la lastime, porque no podría tolerar verla llorar, porque me sentiría culpable, a sabiendas de que no es mi culpa. No puedo hacerlo.

Mi Dulce Anhelo [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora