Pasión

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Deslizó mi ropa interior por mis piernas y no podía esperar más. Me sentía extremadamente caliente con la estimulación previa, aunque no haya sido directa, por lo que para darle mejor campo de visión, me di la vuelta y me coloqué en la posición que más me apetecía en el momento, y sobre todo, una de las que nos ayudaría mucho para alcanzar nuestro objetivo. 

—Anahí… —su voz salió en un susurro.

—¿No te gusta así? 

—Es… perfecta para hacerte un hijo. 

Mis mejillas se ruborizaron tras oír su respuesta. Había actuado tan tímidamente antes y ahora no sé qué le ha sucedido. 

Tuvo algunos intentos fallidos, probablemente por los nervios, pero en el momento que logró encontrar el lugar exacto, arrasó con todo lo que había a su paso, aflojándome las tuercas y un despampanante gemido.

Se mantuvo quieto unos segundos, oí su tierno gruñido y percibí el temblor de su cuerpo. 

«¿Será que lleva tiempo sin hacerlo?», pensé.  

Yo también agradecí que se mantuviera así unos instantes mientras me amoldaba a su tamaño.  

Sus movimientos al comienzo fueron lentos, hasta que poco a poco fui aflojando y podía empujar con más frecuencia y profundidad. Se sentía fantástico. Me cuesta creer que tenía todo esto oculto de mí.

Ya no dolía en lo absoluto. Al contrario, es como si una cosquilla enloquecedora estuviera situada en mis adentros y quisiera ser rascada. 

Comencé a empujar mis caderas contra él intencionalmente, quería sentirlo aún más y oírlo gruñendo de la forma en que lo hacía. Tiene una linda voz. Él tomó eso como una aprobación para acelerar sus movimientos y ritmo. Mis gemidos no podía controlarlos. Sus grandes manos encajaban tan bien en mi cintura.  

Me incliné un poco más hacia al frente y tuve la sensación de que se acomodó mejor, golpeando justamente donde mejor se sentía. Agarró mi cabello entre su fuerte mano, obligándome a curvar la espalda y chocando su pelvis continuamente y de golpe en mi monumento. 

«¿De dónde sacó tanta agresividad de repente, ¡joder!». 

Me volteó boca arriba y, aunque al principio fue algo incómodo para mí, pude fácilmente envolverme en el acto. Contemplé la vista que me ofreció al quitarse la camisa y arrojarla quién sabe a dónde en la habitación, enseñando su poder; esos brazos cortados y fuertes, más ese abdomen que, a pesar de no estar del todo marcado o definido, luce muy apetecible a la vista. 

«Ambos hemos cambiado. Los años definitivamente no pasan en vano». 

Flexionó mis piernas y las presionó por ambos muslos, curvando nuevamente mi espalda. No tenía escapatoria. Estaba totalmente expuesta y si dejé que tomara el control fue porque sentía una enorme curiosidad por lo que estaba a punto de pasar. 

Retomó sus embestidas, las cuales dejaron de ser gentiles como al comienzo de todo. En esta posición se sentía a una profundidad que me hizo borrar hasta el nombre. Tenía la sensación de que me quebraría por completo. Tenía la mejor de las vistas. Podía ver el proceso en que arrasaba con tanta precisión y salvajismo, su perversa expresión, la forma en que los dedos de mis pies no se escapaban de su apetecible y tentadora boca. 

No podía bajar mi cuerpo, aunque aún si pudiera, no tenía ganas de hacerlo. Quería todo lo que pudiera ofrecerme. Me sentía abarrotada en su totalidad. Esa sensación de no tener ni un diminuto espacio para expulsar esa presión me tenía a punto de perder la poca cordura que me quedaba. 

Su otra mano estimuló ese botón que tan sensible se encontraba, sin detenerse ni un solo instante y llegué con suma rapidez a la cima de la montaña más alta. No pude contenerme. Se sentía jodidamente increíble. Viajé a otra galaxia.

Él jugaba con esa presión en mis adentros, ese infeliz no permitió que la expulsara, al embestirme sin pena alguna y con unas ganas insaciables. 

—Quiero llenarte toda— soltó, aferrándose a mis piernas.

No puede ser que haya experimentado el mejor sexo con mi mejor amigo. Lo peor es que mi cabeza solo estaba saturada de su rostro y expresiones en ese fulminante momento en que cumplió con lo que le había pedido. 

Terminé tragándome cada una de mis malditas palabras y lo que no era palabra, con respecto a su persona. Me sentía como un pavo en navidad, y en el fondo, no tenía queja alguna. 

Mi Dulce Anhelo [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora