Saúl
La situación había escalado a un nivel que no había vuelta atrás.
Sé que no debía comportarme como un chiquillo inmaduro, ni dejarme provocar o llevar por lo que ese idiota dijera, mucho menos desquitarme con ella y su cuerpo por esos celos que me removían tantas cosas aquí dentro, pero me costaba demasiado hacer de cuenta que no sucedió nada.
Aunque ahora mismo estaba consciente de que había sido elegido por ella misma y que entre ellos todo acabó, seguía torturándome el hecho de que él viniera a buscarla. Tuve miedo de que ella decidiera darle una oportunidad más y fuera yo quien estuviera estorbando en el medio.
«Soy patético, ¿cierto?».
Actuando como un maldito niño inmaduro en el afán de descargar mis frustraciones, dándole a probar de la misma medicina a ese cretino que tantas veces él me dio a probar cuando la reclamaba como suya y debía soportar en silencio sus demostraciones de afecto delante de mí.
No puedo mentir; aunque una parte estaba consciente de que no debía hacer esto, la otra se sentía satisfecha, a gusto, eufórica y orgullosa, de saber que al otro lado debe estar ese idiota escuchando los gemidos ahogados de ella, sus uñas arañando la puerta y el chapoteo de nuestros fluidos mezclados. Ese tipo al que tantas veces insultó y humilló, era el mismo que ocupaba su lugar ahora. Suficiente para quebrar ese puto ego que siempre se ha cargado.
La mujer que por tantos años me ha gustado y en mis más retorcidas fantasías se ha hecho presente, es la misma que estoy clavando contra la puerta en estos momentos, la misma que me pide a gritos que la llene de mí.
Esperé mucho tiempo por esto. Le entregué lo que por tanto tiempo guardé para ella, porque sí, siempre guardé un rayo de esperanza, pues si algo he aprendido en el transcurso de mi vida, es que la esperanza es lo último que se pierde.
A veces siento que me estoy aprovechando de la situación para satisfacer mis propios deseos y ganas. Aunque, a ciencia cierta, no tengo idea de cuál de los dos está usando y aprovechándose de quién, pues al final, los dos tenemos nuestros propios motivos para hacer esto.
Tantos lugares que hay en la casa, pero las inmensas ganas de no separarnos ni un puto segundo, nos tenía actuando como animales.
El lugar era lo de menos, luego de que fuera con ella, de que pudiera sentir sus contracciones, ver cómo ella misma me buscaba con desespero, chocando su potente trasero contra mi pelvis y moviéndose de forma sensual y circular.
Se puso tan bonita y sexi para recibirme, es una lástima que durara tan poco vestida y arreglada, pues su cabello estaba despeinado ya por todas las veces que tiré de el, su maquillaje estaba medio corrido por el calor y sudor que corroía nuestra piel. Aunque su prenda íntima estaba rota, me servía de soporte para atraerla hacia mí por la cintura y no pudiera evitarme.
La había imaginado tantas veces en diversas posiciones, pero no me acerqué ni un poco a como realmente se ve.
«¡Dios, sus piernas son tan perfectas!». Extraño tanto su suavidad, su dulce olor y sabor, el grosor de ellas y sus dedos por separado, esos apretones que me brinda con sus paredes cada vez lamo la planta de sus pies y le produce cosquillas.
El sofá estaba algo cerca de donde nos encontrábamos, por lo que levanté su cuerpo y la llevé, esta vez dejándola boca arriba. Me ha dado mucho la espalda y, aunque no me quejo, quiero contemplar sus expresiones y apreciar con detalles su desnudez.
Las medias le quedan tan perfectas, ceñidas a sus deliciosas piernas y muslos. Es un jodido paraíso verla con las piernas abiertas para mí, donde su pequeña boca me llama a cavar profundo.
Acaricié sus piernas, mientras con mi base la acariciaba con ímpetu y sin contemplaciones por dentro. Todo a la vez, estimulando esos puntos que la hicieron convertirse en otra persona esa noche. Le he guardado tantas ganas que una, dos, tres veces jamás será suficiente.
Esa faceta distorsionada, arruinada y tan lamentable, solo yo he tenido la dicha de provocarla y conocerla. Nuestros cuerpos se compenetran y se entienden tan bien.
Posee una piel tan delicada, bien cuidada y olorosa. No puedo cansarme de acariciar sus piernas con mis labios, de olerla, de comérmela a besos y lamidas.
Aunque sus labios aún no han sido míos y muero por probarlos, algún día los tomaré sin permiso, pero primero haré que su cuerpo no pueda vivir sin esto, sin mí.
La amaré en silencio hasta el día que ella llegue a amarme. Ese día será el más feliz de nuestras vidas.
Quería tocar fondo. Derretirme en sus profundidades y sumergirme justo en esas aguas en las que era bienvenido y aceptado, donde soy plenamente feliz y daría lo que fuera por permanecer aquí. Plantar mi semilla y verla germinar, convirtiéndose en nuestra imagen y semejanza.
No quiero que esto llegue a su final nunca.
ESTÁS LEYENDO
Mi Dulce Anhelo [✓]
RomanceAnahí es una mujer soñadora, luchadora y con mucho amor para dar. Desde muy joven, ha tenido el anhelo de convertirse en madre, por lo que teniendo este sueño como su norte, ha luchado por prepararse física, mental y económicamente para ello. Luego...