Irremediablemente

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—No, ¿cómo crees?

«Solo estoy recolectando cada gota de semen de su hijo... pero no, no estamos saliendo, ni nada que se le parezca. Digamos que soy como un banco de esperma, pero que solo abre las “puertas”, en este caso, las piernas, para su hijo». No importa por dónde lo mire y cuánto lo analice, me siento como una desvergonzada.

—Los he notado más cercanos de lo habitual.

—Siempre hemos sido así.

—No, mi ciela— negó con la cabeza, agitando a su vez el dedo índice—. No me quieras ver la cara de tonta. Sabes perfectamente que de eso no tengo ni un pelo.

—Tía, es complejo de explicar.

—Entonces, ¿sí hay algo? Mi instinto no me falla.

—No me siento cómoda hablando al respecto ahora, porque ni yo misma tengo una respuesta clara.

—No te preocupes, querida. No te estoy obligando a contarme los pormenores. Sea lo que sea, que esté sucediendo entre mi hijo y tú, me tranquiliza enormemente verlos así de juntos como antes.

—Gracias, titi.

Mi tío se unió a la conversación rato después. Estuvimos compartiendo, como en los viejos tiempos y tomando una que otra cerveza para ambientar la velada.

No he visto a Saúl desde que se fue a su habitación. Me pregunto, ¿qué estará haciendo? Pensé que regresaría.

Cuando nos recogimos cada quien a su habitación, decidí darme un baño e ir a visitarlo a la suya.

Cuando me recibió, me quedé observando su cabello despeinado y húmedo. Se veía fresco y estaba muy oloroso. La toalla la tenía a ambos extremos de los hombros.

«¿Así que ha salido de bañarse hace poco?».

—¿Estás ocupado?

—No. Iba a buscarte tan pronto terminara de secarme. Entra.

Se salió del medio, permitiendo que pudiese entrar a la habitación. Todo estaba organizado e intacto. Nada aquí ha cambiado.

—¿Por qué no te reuniste con nosotros?

—Me siento algo agotado. Decidí echarme una siesta, pero me temo que no fue suficiente para recargar las energías.

«Sí, se nota que está bien cansado». Después de todo, adelantó el trabajo de la oficina para que nos pudiéramos quedar este fin de semana completo con sus papás. Además de que le he absorbido la energía como un sucubo al pedirle que me dé más.

—¿Te molesta si me quedo un rato contigo?

—¿Por qué habría de molestarme eso?

—Pues tal vez quieras tu espacio y esas cosas.

—Tu presencia y compañía jamás me va a molestar.

Se frotó la toalla en el cabello para luego engancharla y peinarse. Procedí a preparar la cama y tenderme sobre ella. Él estaba mirándome a través del reflejo en el espejo.

—¿Vienes? — le extendí mis brazos y no dudó en entrar a la cama por mis pies.

Tomó mis dos piernas y depositó un cálido beso en la planta de ambos pies.

—Saúl, ¿podemos dormir juntos?

—¿Y eso?

—¿No te gusta la idea?

—Sí, pero pensé que querías…

—No siempre que estemos juntos el desenlace tiene que ser el mismo. Saúl, no me malinterpretes, me gusta hacerlo contigo—entrelacé mis brazos alrededor de su cuello y lo atraje hacia mí, tendiendo su cuerpo sobre el mío—. De hecho, te seré honesta, me fascina demasiado, pero ahora solo quiero que nos quedemos un rato así.

—¿No te sientes incómoda?

—En lo absoluto— hundí mi rostro en su cuello, sentí la necesidad de deleitarme con su aroma y oí un suave gruñido de su parte.

—Te gusta torturarme, ¿no es así?

Su pregunta me aflojó una sonrisa y me llevó a alejarme un poco y mirarlo a los ojos.

—Me gusta tenerte así de cerca— enredé mis dedos en su suave y aún medio húmedo pelo, sin poder desviar la mirada ni un instante de sus bellos y destellantes ojos.

Su pulgar acarició pausadamente mis labios y su mirada descendió a ellos.

Es la segunda vez que lo hace y me deja a la expectativa, por eso, al encontrarme en esa situación, decidí besar su dedo.

Su expresión por unos segundos fue de sorpresa, pero se suavizó cuando en sus labios se dibujó una sonrisa.

—Me vuelves loco— susurró sobre mis labios, seguido a fundirse en ellos despacio.

Mi corazón saltó un latido. Tuve la sensación de que cientos de mariposas se removieron en mi estómago. Cerré los ojos, entregándome a esas emociones y sensaciones provocadas.

Aunque fue un beso lento, donde saboreó mis labios de comisura a comisura, era muy apasionado.

Cuando nuestras lenguas se encontraron y se enredaron lentamente, de mi garganta se escapó un gemido de satisfacción y dicha.

El néctar de su saliva era tan dulce como ese beso mismo. La suavidad de sus labios me embriagó por completo, envolviéndome en un viaje sin retorno, donde solo podía verlo a él.

Sabía que se estaba sintiendo como yo, porque abrí mis ojos y los suyos permanecían cerrados, como que lo había entregado todo en ese afectuoso y tierno beso.

Cuando nuestras bocas se separaron, dejó una suave mordida en mi labio inferior. Nuestras miradas se encontraron en ese sublime momento, donde pude descubrir algo que, si lo pensaba detenidamente, siempre estuvo ahí, pero por alguna razón, lo había ignorado.

Ningún beso de los que haya recibido en mi vida alguna vez, ni siquiera el primero, puede compararse a todo lo que despertó y provocó en mí este.

Ajeno a la pasión, la lujuria y el deseo que se desbordaba en nuestra mirada, había algo más...

Este sentimiento que hacía bombear mi corazón frenéticamente no era normal. Esa necesidad intensa de sentirlo mío, de tomar sus labios de nuevo, de congelar este instante, de tenerlo solo para mí, me dieron la respuesta que estuve buscando.

Estoy… irremediablemente enamorada de Saúl.  

Mi Dulce Anhelo [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora