No quiero

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Se ha vuelto bastante evidente que lo que hacemos no es solo en busca de un embarazo, sino más bien por satisfacción propia.

—¿Y qué tal? ¿Está bueno? No has pronunciado palabra alguna.

Miré de reojo a Saúl y ambos sonreímos a la par.

—Está riquísimo, titi. Muy rico, como todo lo que haces.

«Por obviedad, su hijo está incluido», pensé.

A pesar de lo activos sexualmente que éramos Victor y yo, jamás se atrevió a tratarme de esa forma tan ruda. Siento que, de alguna manera, me hacía falta experimentar esto para darme cuenta de que no lo quiero, sino que lo necesito en mi vida.

[•••]


Después de la reunión en la mesa, salí al corredor, en el intento de darle una ligera ronda al patio trasero, pues hace casi un año y medio que no vengo, al menos no a quedarme. Todo sigue intacto y el jardín está bien cuidado. A mi tía le encanta la jardinería. El césped está bien atendido por mi tío, incluso el camino de orquídeas en el corredor lo conservan.

Alguien me tapó la boca y me arrastró hacia la columna que quedaba justo al frente de la ventana corrediza que da hacia la cocina, donde visualicé a mi tía de espaldas lavando los platos en compañía de mi tío.

—¿A dónde ibas, Diablita? — Saúl acribilló mi cuerpo contra la columna, acomodando su rodilla entre mis piernas para mantenerlas separadas.

—¿Qué haces? ¿Estás loco? Tus padres están ahí, si se voltean nos pueden ver.

—¿Ahora te da penita? Ah, pero en eso no pensaste cuando te agachaste debajo de la mesa.

—Pues agacharme es mucho más discreto que esto.

Se aproximó a mis labios, hasta quedar a solo centímetros de ellos. Se encontraba extremadamente cerca. Esa mirada tan penetrante se clavó en la mía, sentí que hasta mi alma estaba siendo absorbida por sus bellos ojos.

Por unos cortos segundos pensé que iba a besarme, pues ahora que lo pienso, en nuestros encuentros nunca lo hemos hecho, pero no, se desvió de último momento a mi mejilla, acariciándola con sus labios.

—Seamos discretos —se agachó delante mí, levantando mi pierna y dejándola descansar en su hombro.

Estaba sorprendida con sus intenciones. No le importó que estuviéramos así de expuestos.

Creó un camino de besos en mi muslo y lo mordió ligeramente, sin desviar la mirada ni un solo instante de la mía. Mis latidos eran irregulares, tanto los del corazón, como los de esa parte donde anhelaba ser atendida.

Movió mi ropa interior, atendiendo y acaparando cada rincón que se había inundado previamente por la felación que le hice. Mi expresión debía ser bastante atontada, porque no podía siquiera hablar. Sé que debía mirar a mis tíos, pero mi atención estaba en sus demostraciones intencionales de su lengua y esa mirada tan hechizante que se ha vuelto sin duda alguna una debilidad.

—¿Te has dado cuenta del comportamiento de esos dos, Arturo?

Mis ojos se engrandecieron debido a la conversación que estaban teniendo mis tíos en un momento como este.

«¿Acaso hemos sido tan obvios?».

—¿Tú también piensas que se traen algo, Gloria?

—No estaban actuando como siempre lo han hecho. No lo sé, llámalo instinto de madre, pero esas miradas que se estaban dando en la mesa no son las mismas. Ojalá mi hijo encuentre una buena mujer. Si es ella, no me estaría nada de malo. Se conocen desde que andaban en pañales.

«¿Una buena mujer? ¿Y luego de ese pedido tan egoísta que le hice, sigo siendo una buena mujer?».

Enredé mis dedos en su pelo y lo sometí a que continuara justo en esa zona que se encontraba. Mis ojos parecían los de una muñeca barata, los movía de un lado a otro. No le importaba hacer un poco de ruido al succionar ese punto tan sensible. No podía parar de morderme los labios, luchando conmigo misma y con mi voz.

«Joder, ¿qué más da?», pensé.

Sea como sea, no soy la única que disfruta de esto, él también lo hace. Lo confirma con sus acciones, por esa boca tan demoníaca que me devora con tantas ganas.

Sus chupones se volvieron constantes y tuve que sujetarme con ambas manos de la columna por arriba de mi cabeza. Si me vieran pensarían que he sido poseída, pero sí, es culpa del hijo que me está chupando hasta el vivir.

Deslizó sus dedos del medio y el anular en mi interior, curvándolos hacia arriba, lo que al principio del tacto me causó la sensación de orinar, algo temporal que rápidamente fue sustituido por el placer, mientras tocaba delicadamente esa área, todo esto intercalado con la estimulación que recibía en el botón las sensible que se encontraba con su otra mano.

Sus dedos me otorgaron el mayor placer y potente viaje astral de todos. Mis temblores incontrolables y contracciones alrededor de sus dedos eran alucinantes. Solo podía ver esa sonrisa de satisfacción reflejada en sus labios y sentir sus dedos agitándose con rapidez en mi interior, elevando mis escalofríos, calor y palpitaciones. Tenía la sensación de que mi alma abandonó mi cuerpo por unos cortos segundos. No podía pensar con claridad, solo gemía incontrolablemente y temblaba sin control.

Retomó su postura, sujetándome por la cintura para estabilizarme, pues mis piernas flaqueaban como muñeca de trapo.

—Yo… no quiero que esto se acabe nunca. No dejes que acabe— fueron las últimas palabras que pude pronunciar, antes de descansar mi cabeza en su pecho y apretar su camisa entre mis puños.

Oí su suave risita y sentí sus fuertes brazos engullirme en un cálido y agradable abrazo.

—No, no dejaré que acabe.

Mi Dulce Anhelo [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora