Capítulo 1

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Para @mariafenay y @RomaDamned, por animarme a escribirla y obligarme a publicarla. ♥️♥️♥️♥️♥️






Su coche no iba a llegar ileso.

Fue su primer pensamiento mientras tomaba la salida de la carretera general I-80 y el asfalto polvoriento se convertía rápidamente en una pista de grava. Le faltaban cincuenta kilómetros hasta el rancho, y el coche ya se sacudía peligrosamente por el terreno irregular.

Un pitido en el salpicadero lo sobresaltó; el GPS se había quedado sin señal. Louis le frunció el ceño al símbolo rojo que iluminaba la pantalla.

—Genial, eso es muy útil ahora mismo —le dijo al aparato, pero una sacudida del coche lo hizo devolver la atención a la carretera antes de intentar arreglarlo.

Aminoró la marcha a regañadientes. Prefería llegar tarde a llegar sin un trozo de la defensa del coche, decidió con resignación. Aunque ninguna de las dos cosas le daba buena imagen a su entrevista de trabajo.

Lo rodeaba un océano de prados verdes, atravesado por una carretera oscura y retorcida que parecía una cicatriz. Al fondo, en la distancia, una cadena de montañas achatadas. El cielo era tan azul que dolía en los ojos; ni una nube. Ni un rastro de viento.

Llevaba toda la mañana conduciendo. Perdía el hilo de su propia conducción a ratos; había una quietud en el aire que le resultaba extraña, onírica. El paisaje cambiaba continuamente; las llanuras aparecían y desaparecían a ratos, engullidas por campos de hierba y cereal, pero el fondo montañoso era una constante, clavado al fondo del horizonte como un decorado de cine. Le daba casi ansiedad el enorme espacio abierto en todas las direcciones; faltaban los rascacielos, el ordenado esquema de avenidas y manzanas, las farolas y las bocas de metro apareciendo periódicamente, marcando el ritmo al que avanzaba.

Nada; el paisaje era infinito. Resultaba casi imposible saber cuánto había recorrido. ¿Cinco kilómetros? ¿Diez? La canción aún no había acabado. El velocímetro marcaba ciento diez kilómetros por hora. A su alrededor, nada se había movido. Sólo el rumor del asfalto bajo las ruedas del coche, el suave cambio de fondo.

Rodó los hombros para volver a la realidad y soltó el aire. Empezaba a preocuparle quedarse dormido.

Paró en el arcén a la media hora. Salió del coche y estiró las piernas, tomando deliciosas bocanadas de aquel aire puro que parecía saberle bien en la lengua, pero no duró mucho bajo el sol abrasador. Volvió al refugio de la cabina del coche y subió el aire acondicionado, tanteando en busca de la botella de agua que había conseguido en la última gasolinera. A lo lejos, diminutas figuras en movimiento resultaron ser animales —¿ganado? ¿caballos? —que alguien dirigía desde lo que parecía un todoterreno. Era la primera persona con la que se cruzaba desde que había salido de la ciudad.

En realidad, era la primera vez que salía de la ciudad. Al menos, la primera que lo hacía sin intención de volver. La primera que se llevaba todas sus pertenencias y se despedía de todo lo que no había conseguido meter en las maletas.

Era una lástima que aquel coche fuera pequeño. Si hubiera comprado una furgoneta, apostaba a que podría meter un colchón en la parte de atrás y dormir allí mismo, debajo de aquel cielo inmenso que parecía querer abrazarlo. Esperaba poder ver alguna estrella desde el pueblo; a juzgar por la desesperación de la oferta laboral, no sería una urbe demasiado luminosa.

Una última bocanada de aire, encendió la radio del coche, y arrancó.

Había asumido que se toparía con los límites de la propiedad en algún momento, pero la voz del GPS le indicó que había llegado sólo cuando la carretera terminó a los pies de una gigantesca mansión de ladrillo rojo. Louis se bajó del coche y se quitó las gafas de sol para verla mejor; un delicado porche de madera blanqueada la rodeaba entera, y tenía al menos tres pisos, pero estaba demasiado cerca como para verla bien.

Country roadsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora