Capítulo 21

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Lo encontró cepillando a Whiskey a la sombra. Su labio estaba mejor y su ojo se había deshinchado, pero estaba muy amoratado, y Harry hacía una mueca de vez en cuando, cuando creía que nadie lo veía.

Detrás de la valla, cuatro caballos más esperaban pacientemente, pero no había nadie más ayudándolo a cepillar. Louis decidió no señalarlo.

—No lo dejes suelto —avisó antes de acercarse a él, y Harry se giró para mirarlo.

—No te hará nada.

Asintió, fingiendo una complacencia que no sentía.

—No vamos a comprobarlo —murmuró entre dientes, y él meneó la cabeza—. ¿Qué tal está tu hombro?

—Mejor que nunca.

—Cielos, qué mal mientes.

Harry se acercó para apoderarse del vaso de agua helada.

—Ya no hace tanto calor —murmuró. Levantó una ceja.

—¿Quieres que deje de traértela?

Harry apretó los labios magullados contra el borde del vaso.

—No he dicho eso.

Luchó para no sonreír.

—Porque si te distraigo demasiado puedo dejar de venir —dijo con ligereza. Harry no parpadeó.

—La mayor distracción viene cuando te estás yendo —respondió impasible. Louis luchó por no enrojecer.

—Bébete la maldita agua. —Miró a los caballos que quedaban a sus espaldas; no había reconocido a Hope. Se acercó a la valla y ella trotó hacia él, curiosa, y estiró el cuello en su dirección. Le dio una palmadita, dubitativo, pero le sonrió cuando ella se acercó un poco más.

—Hola, ¿te acuerdas de mí? —murmuró.

Harry los observaba cuando se giró.

—Podemos volver a pasear cuando quieras —dijo desde donde estaba.

Asintió.

Espero que no acabe igual.

Harry parecía estar leyéndole el pensamiento, porque le dedicó una sonrisa con los labios apretados.

—Podemos ir a ver las praderas del norte. Allí... no hay nadie.

Levantó una ceja. Miró a su alrededor.

—¿Pretendes propasarte conmigo aprovechando que no nos ve nadie? —bromeó, después de asegurarse de que estaban solos.

—La verdad es que sí.

Hope le dio un golpecito con la cabeza para recuperar su atención; la rascó entre los ojos como había visto hacer a los vaqueros.

—Bien, te haré un hueco en mi agenda.

—¿Tienes agenda?

Frunció el ceño.

—La tiré por la ventanilla del coche cuando cruzaba el río Hudson —admitió.

Oyó su risa.



Harry cenó a su lado, ignorando los refunfuños de Doreen y ayudando dócilmente a recoger la cocina. Hasta donde él sabía, seguía sin dirigirse la palabra con ninguno de sus hermanos.

—¿Quieres jugar al ajedrez? —murmuró mientras acababa de secar la pesada sopera de porcelana con la que Doreen ya no quería pelearse. A sus espaldas, Harry suspiró.

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