Capítulo 13

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Hacer la colada le llevó toda la tarde y estaba empezando a ver su plancha nueva con un agradecimiento renovado cuando acabó. Le dolían los hombros de cargar con ropa mojada, pero tenía ante él un satisfactorio mar de impecables sábanas blancas tendidas en el jardín de atrás.

Subió pesadamente hasta el primer piso. Todavía no había alcanzado el pasillo cuando oyó las voces.

Suspiró. No necesitaba acercarse para saber con quién discutía Niall. Las voces se fueron ampliando según se acercaba por el pasillo.

—¿... dejar que se vaya?

En algún momento se había convertido en el empleado cotilla que espía a través de las puertas. Se apartó con rapidez, avergonzado, un segundo antes de oír lo siguiente.

—Les pagas vacaciones.

—¿Me estás diciendo que no quieres pagarles vacaciones a nuestros empleados?

La voz grave de Harry era más difícil de entender al otro lado de la puerta.

—... siempre. ¿Por qué vas a dejar que se vaya una semana entera?

—¿De qué estás hablando?

—...a necesitarlo. Mancharemos mucho, la cocina y el...

Hablaban de él; frunció el ceño, conteniendo la respiración. De entre todos los habitantes de la casa, no esperaba que fuera Harry el que no estuviera contento con él. ¿Eran sus jarras de agua demasiado contacto social para él? Empezaba a sospechar que podían serlo.

—¿Me estás diciendo que quieres...?

—¡No! Quiero que se quede en... más lo necesitaremos.

—Harry. Es Navidad. Se irá a ver a su familia. Estás siendo ridículo.

—Doreen... todos los años.

—Doreen escoge sus propias vacaciones. Claro que... aquí, con nosotros.

Se contuvo para no soltar un bufido. Harry preocupado por la logística del servicio doméstico, intentando rehuir el darle una semana de vacaciones en navidad. Toda esa palabrería de que todos los trabajadores "trabajaban juntos" y de que Doreen era "parte de la familia". Sí, claro.

—No te atrevas... —El arrastre de una silla no le dejó oír el resto. Se apartó de la puerta y siguió su camino con rapidez; no tenía ganas de oír nada más.








A la mañana siguiente, Harry fue a buscarlo en cuanto entró en los establos.

—¡Louis! —Sonriente parecía otra persona; más joven y apacible. Se quedó mirando sus hoyuelos, desconcertado, hasta que se adelantó para arrebatarle la bandeja. —¡Mira! —Tiró de su brazo hacia el fondo de los establos; Louis no tuvo tiempo de responder antes de verse arrastrado por sus pasos enérgicos.

—¿Qué pas...?

En uno de los cubículos había un potro castaño y blanco arrodillado sobre una montaña de paja aplastada, siendo olfateado amorosamente por Betty. Louis sintió una sonrisa estirándole los labios.

—Oh —susurró—. Qué preciosidad.

—Nació anoche —balbuceó él; el entusiasmo agudizaba sus susurros.

—¿Es un macho?

Harry asintió. Su expresión se suavizó al mirar la cría, pero no se acercó más.

—Está bien. Es el primero que tiene, estaba... preocupado... —Se cortó para tomar aire—. Da igual. Está bien —repitió. Le dio una palmadita en el lomo a Betty, que no se inmutó.

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