Capítulo 15

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Todos tenían el día libre al día siguiente, así que la cocina estaba desierta. Harry apareció cuando estaba acabando de desayunar, y se paró en el umbral de la puerta al verlo.

Se acabó el café.

—¿Resaca? —preguntó, y él sacudió la cabeza.

—No. —Abrió la nevera y se sirvió un generoso vaso de té dulce. Lo miró después de acabarlo—. ¿Quieres venir a ver a Billy?

Sonrió antes de darse cuenta.

—Sí, claro.

Billy trotaba sobre patas temblorosas, curioseando la hierba del prado, pero se escondió detrás de su madre cuando los vio acercarse. Betty estaba atada, y se acercó a Harry en cuanto los vio.

—Hola —murmuró él, acariciándola. Se inclinó para atraer la atención del potro, que se acercó a olfatearlo.

Louis avanzó un paso; era castaño y tenía una mancha blanca en la cabeza, parecida a la de Betty. Ya no tenía que contener una sonrisa al mirarlo.

—Parece enorme para ser un recién nacido —opinó, y él le devolvió la sonrisa.

—Es muy pequeño para ser un caballo, hazme caso.

—¡Y ya camina! —No apartó la mirada de su trote alegre; Billy tropezó en ese momento y acabó arrodillado sobre las patas delanteras mientras se levantaba laboriosamente—. ...Más o menos.

—Pueden correr a las dos horas de nacer. Éste es un poco vago.

—Le entiendo. —Alargó la mano para acariciarlo, pero Billy salió corriendo hacia su madre. Frunció el ceño—. ¿Lo he asustado?

Harry negó con la cabeza. Le hizo un gesto hacia el lateral de Betty para enseñarle a dónde había ido.

—No puedes competir con el desayuno.

Lo observó mamar sin poder sacarse de encima una sensación cálida que le envolvía el pecho. Empezaba a entender el cariño de Harry con sus caballos.

—Qué bonito es —murmuró sin pensar—. Se parece mucho a Betty. ¿Cómo es el padre?

Harry le dedicó una sonrisa orgullosa que le iluminó el rostro.

—Es un Tennessee Walking.

—¿Eso es bueno?

Él puso los ojos en blanco, pero aún sonreía.

—Sí. Es una buena raza.

—Me refería a si es simpático y esas cosas.

—Ningún semental de los que tenemos es simpático. Todos se vuelven unos hijos de puta cuando las yeguas están en celo.

Asintió con seriedad.

—También pasa en humanos —señaló, y sus ojos verdes se entrecerraron cuando sonrió.

—Sí, supongo.

Louis miró a su alrededor; acababa de darse cuenta de que estaban solos. El silencio que rodeaba los establos le parecía artificial, extraño. Faltaban motores, tractores, carretas chirriando bajo cargas de paja, heno, arena. Ningún vaquero arrastrando un saco; ninguna discusión a voces.

—¿Dónde está todo el mundo?

Harry se encogió de hombros.

—Hoy casi no hay nadie. Todos están durmiendo la mona.

—Ah. —Parpadeó—. Las bodas son duras.

Él se giró para mirarlo.

—Podría enseñarte a montar hoy, si te apetece.

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