Capítulo 41

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Había olvidado el horroroso jersey navideño que le había comprado a Harry. Lo encontró cuando estaba acabando de deshacer el equipaje; estaban juntos, el de su talla y el suyo.

Harry se estaba duchando; lo había encontrado charlando con Jim cuando fue a buscarlo para cenar, y no se había molestado demasiado en contener una sonrisa de vuelta a casa. Habían cenado sopa de maíz y chili, y le había enseñado pacientemente a defenderse del ataque con el que siempre le terminaba ganando al ajedrez.

Louis tenía el pelo aún mojado de su propia ducha, y una calma en los huesos que le había hecho olvidarse del viaje a Nueva York definitivamente hasta que sus dedos tropezaron con el paquete envuelto en papel brillante en el fondo de la maleta.

Harry salió del baño con una toalla enrollada en la cintura y abrió el armario en busca de una de sus camisetas.

—Tienes que peinarte, Haz —murmuró observando sus rizos húmedos—. Ya tienes el pelo demasiado largo como para ignorar que los peines existen.

Él le respondió con un murmullo mientras se vestía a sus espaldas.

—Tengo que cortármelo.

—¡No! —Harry alzó una ceja. Carraspeó—. No- No he dicho que te lo cortes, digo que... deberías peinártelo.

—¿Qué es eso?

Siguió su mirada hasta el paquete brillante sobre la cama. Parpadeó.

—Yo... te he... es para ti. Te lo he traído de Nueva York.

Harry se detuvo en el sitio, con la camiseta que estaba a punto de ponerse aún en las manos. La dejó en el armario de nuevo.

—¿...Para mí?

Se encogió de hombros, sintiendo el calor en sus propias mejillas. Agarró el paquete y se lo tendió.

—No estuve aquí el día de Navidad —dijo con explicación, pero él lo aceptó y rasgó el papel en silencio. Desenrolló dos jerseys sobre la cama—. Ya sé que aquí no lo vas a usar. No tienes que usarlo —añadió con rapidez, mientras él observaba el diseño tricotado y acariciaba experimentalmente los cascabeles bordados—. Pero no pude evitar comprártelo. Tiene un caballo navideño.

Harry le dedicó una sonrisa brillante, sin soltarlo. Bajó la cabeza para mirarlos de nuevo.

—¿Me has comprado jerseys de caballos? —murmuró, en medio de una risa incrédula.

—Ya sé que es bastante est... —Harry se pasó el jersey por la cabeza antes de que pudiera acabar la frase. Parecía tan complacido consigo mismo que se echó a reír; el jersey le quedaba bien, y se había revuelto el pelo al ponérselo—. Uno es para mí. —Louis tiró de la costura en su hombro para colocárselo mejor.

—¿Qué tal me queda? —Estaba tan serio que lo hizo reír de nuevo.

—Genial —dijo con sinceridad—. Estás... muy sexy.

Harry pasó una mano por su propio estómago para hacer sonar los cascabeles.

—Pero los caballos no llevan gorros de Papá Noel —dijo despacio. Louis intentó poner los ojos en blanco, pero aún estaba sonriendo.

—No importa. Es navideño. —Alargó la mano para toquetear el diseño, pero Harry la agarró entre las suyas.

—Ponte el tuyo.

Rio, pero obedeció bajo su mirada concentrada, y Harry sonreía cuando sacó la cabeza.

—¿...Qué tal estoy? —murmuró, y Harry silbó como respuesta.

Country roadsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora