Capítulo 48

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Fue a buscarlo en cuanto Doreen metió el pan en el horno. Había tenido un día duro, fregando los baños y los suelos con ahínco y abrillantando suelos, cristales, vitrinas. No quedaba ni una sola mota de polvo en toda aquella casa, y era gracias a él. Se merecía un plato enorme de lo que fuera de Doreen guardaba ferozmente en una enorme olla, y a un vaquero musculoso y atractivo sentado a su lado. Se puso en movimiento para conseguir ambas cosas.

Alcanzó los establos justo cuando Jim salía. Le sonrió; ya se había cambiado y llevaba su propio pantalón de trabajo doblado bajo un brazo.

—Hola, Louis.

Le devolvió la sonrisa con inseguridad. ¿Lo habían visto el otro día? ¿Lo sabían todos? ¿Lo tratarían distinto? ¿Importaría eso?

—¿Qué tal el día?

—Largo. —Si la opinión de Jim sobre él había cambiado en absoluto, no lo demostraba—. Hemos acabado bastante tarde hoy, ha sido culpa de los transportistas.

—¿Qué pasó?

—Nada. —Él se encogió de hombros—. No conocían el camino. Esto no es fácil de encontrar.

—¿Son nuevos?

Jim asintió.

—Niall despidió a los que solíamos usar. Discutieron ayer; no sé qué les ha pasado.

Creo que podría imaginármelo.

Frunció el ceño.

—¿En serio?

—Sí. —Pero no parecía demasiado preocupado—. Espero que estos ya hayan aprendido la ruta.

Asintió con inseguridad.

—Harry está guardando cosas en el granero —siguió él, casi en tono de disculpa—. Nunca nos deja ayudarlo.

Sonrió al imaginarlo.

—Está disfrutando del silencio —murmuró—. No es personal.

—Lo sé. —Jim se unió a sus risas—. Hasta mañana, Louis.

—Descansa.



Harry sonrió al verlo. Cargaba con un enorme cubo negro, y tenía los antebrazos cubiertos de un fino polvo amarillento que olía a cereal.

—Hola, Lou.

Se estiró para besarlo.

—¿Has acabado?

—Casi.

—¿Puedes acabar eso mañana?

Harry parpadeó. Le hizo un gesto hacia una de las esquinas; había una buena montaña de palas, de diferentes tipos y formas, amontonadas sin ningún miramiento entre rastrillos y otros cachivaches que no reconocía.

—Son sólo herramientas —dijo despacio—. Pueden... quedarse ahí.

Louis levantó las cejas.

—Lo siento si he sido sutil —insistió, parpadeando despacio—. Intento que me folles en un granero.

Harry dejó caer el cubo. Louis levantó las cejas al verlo girar sobre sus talones.

—¿Ha sido demasiado directo? —le dijo a su espalda mientras se alejaba.

—Voy a lavarme. No te muevas ni un centímetro.

—¿Ni siquiera para tocarme?

Lo oyó maldecir en un mascullo.

Country roadsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora