Capitulo nueve

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Faltaba todavía la cuestión de Cranston, Rhode Island, una ciudad situada al sur de Boston, casi a la misma distancia que Ipswich, sólo que Ipswich queda al norte. Después de la debacle de la presentación de Harry a su potencial familia politica (¿La tengo que llamar no-politica ahora? preguntó él) no tenía ninguna confianza en mi encuentro con su padre. Es decir, en este caso yo estaría perturbando ese gran síndrome amoroso italo-mediterráneo, mezclado con el hecho de que Harry era hijo único, mezclado con el hecho de que no tenia madre, lo que significaba opresivos vínculos anormales con su padre. Me erigiría contra todas esas fuerzas emocionales que describen los libros de psicología...

Además, el hecho de estar sin dinero.

Es decir, imaginen por un segundo a un  Louis tomlinson italiano, un dulce muchachito de la otra calle en Cranston. Rhode Island. Viene a ver al señor Styles, un asalariado jefe pastelero de dicha ciudad, y dice: «Quisiera contraer enlace con su único hijo. Harry...»¿Cuál seria la primera pregunta del viejo? (No cuestionaría el amor de ese Louis italiano, puesto que conocer a Harry es amarlo, esto es una verdad universal). No, el señor Stylws diría algo así como: «Tomlinson ¿con que la va a mantener?...»

Y ahora imaginen la logica reacción del señor Styles si ese Louis le informara que las cosas serían al revés, al menos durante los próximos tres años: era su hijo quien debería mantener a su yerno! ¿No le mostraria a Louis el buen señor Styles, la puerta de calle? O más bien: ¿no lo sacaría a empujones si Louis no tuviera mí tamaño?

Apuesto a que lo hubiera hecho.

Esto puede servir para explicar por que, en ese domingo de mayo por la tarde, yo obedecia todas las señales de limite de velocidad, mientras íbamos hacia el sur por la Ruta 95. Harry, que disfrutaba de mi serenidad para conducir, se quejó en un momento de que yo iba a ochenta en una zona de cien kilómetros por hora. Le dije que necesitaba asentar el coche, cosa que no creyó en absoluto.

-Dimelo una vez más, Hazza.

La paciencia no era una de las virtudes de Harry, y él se rehusó a mantener mi confianza repitiendo una vez más las respuestas a todas las preguntas que le había hecho.

-Sólo una vez más, Hazza, por favor.

-Lo llamé. Hable con él. Dijo okay. En inglés, porque como te dije y aunque no lo creas él no sabe una maldita palabra de italiano, excepto unas pocas maldiciones.

—¿Pero que quiere decir okay?

—¿Me vas a contar que la Escuela de Derecho de Harvard ha aceptado a un hombre que no sabe ni siquiera definir okay?

-No es un término jurídico, Harry.

Él tocó mi brazo, Gracias a Dios, entendí eso. Aún necesitaba aclaraciones, sin embargo. Tenía que saber en qué estaba.

-Okay puede también significar me aguanto.

El encontró caridad en su corazón para repetir por enésima vez los detalles de la conversación con su padre. Él era feliz. El era. Él nunca había esperado, cuando la mandó a Radcliffe, que volviera a Cranston para casarse con el chico de al lado (quien, por otra parte, se lo había propuesto antes de que se fuera). Al principio se mostró incredulo de que el nombre de su prometido fuera Louis Tomlinson. Entonces aconsejo a su hijo no violar el undécimo mandamiento.

-¿Cuál es? -le pregunté.

-Oh.

-No mentir al padre.

-Y eso es todo, Louis. De veras.

-¿Sabe que soy pobre?

-¿No le importa?

Love Story [Larry Stylinson]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora