Capitulo dieciséis

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CAMBIO DE DIRECCIÓN

Desde el 1.º de julio de 1967

Louis tomlinson IV y esposo se trasladan al 263 East 63rd. Street.
Nueva York, N. Y. 10021

-Es tan nouveau riche-se quejo Harry.

-Pero es que nosotros somos nouveaux riches -insisti.

Lo que se agregaba a mi sentimiento de triunfo eufórico sobre todas las cosas, era el hecho de que la cuota mensual que pagaba por el coche estaba condenada mente cerca del total de lo que pagábamos por el apartamento en Cambridge. Jonas y Marsh quedaban fácilmente a diez minutos caminando (o contoneándome, puesto que prefería esto último), y a la misma distancia había interesantes nego cios como Bonwit's y otros, donde insistia para que la desgraciada de mi esposo inmediatamente abriera cuentas y empezara a gastar.

-¿Por qué, Louis?

-¡Carajo, Harry porque quiero sacar provecho de eso!

Me asocié al Harvard Club de Nueva York, propuesto por Liam payne, 1964, recién regresado a la vida civilizada después de haber abatido algún Viet cong («No estoy muy seguro si eran Vietcong actualmente, así que abrí fuego hacia los arbustos»). Liam y yo jugábamos al squash al menos tres veces por sem ana, y por mi parte hice una anotación mental: darme un plazo de tres años para ser campeón del club. No sé si simplemente porque yo había renacido en territorio de Harvard, o porque las habladurías de mis éxitos en la Escuela de Derecho andaban dando vueltas por ahí (aunque nunca me jactaba acerca de mi sueldo, en serio), pero mis amigos me descubrieron una vez más. Nos habíamos mudado en el apogeo del verano (yo tenía que hacer un curso atorado para el examen de los tribunales), y las primeras invitaciones eran para los fines de semana.

-Mándalos al diablo, Louis. Yo no quiero desperdiciar dos días hablando al pedo con un puñado de aburridos preppies.

-Okay, Hazza, ¿pero qué les digo?

-Que estoy embarazado, Louis.

-¿Lo estás? -pregunté.

-No, pero si nos quedamos en casa este fin de semana quizás me quede.

Ya teníamos elegido el nombre. Quiero decir, yo lo tenía, y pienso que conseguí que Harry lo aceptara finalmente.

-Eh, ¿no te reiras? -le dije cuando introduje el tema por primera vez. Él estaba en ese momento en la cocina (una cosa color amarillo té claro que hasta in cluía un lavaplatos).

-¿Qué? -preguntó sin dejar de cortar tomates en rodajas.

-Me gusta realmente el nombre Bozo -dije.

-¿Estás hablando en serio? -preguntó.

-Seh. De verdad me gusta.

-¿Llamarías Bozo a nuestro hijo? -preguntó de nuevo.

-Si, realmente. De veras, Hazza, es el nombre de un super-atleta.

-bozo Tomlinson -ensayó él para juzgar.

-¡Cristo, va a ser un macho extraordinario! -continué, convenciéndome cada vez más con cada palabra que decía- Bozo Tomlinson, el más grande tackle de All-Ivy.

-Aja...Pero Louis -dijo él-. Imagina...solo imagina que el chico no se clasifique.

-Imposible. Hazza. Los genes son demasiado buenos. De veras. -Lo decia sinceramente. El asunto Bozo había llegado a ser una de mis frecuentes fantasias mientras me pavoneaba hacia el trabajo.

Seguí con el tema durante la cena. Habíamos comprado una vajilla de por celana danesa.

-Bozo será un machazo que se calificará bien en seguida -le dije a Harry

-De hecho, si tiene tus manos, podemos ponerlo en la linea trasera.

Él se contentaba con sonreír burlonamente, buscando sin duda que se escapara una falla que trastornara mi idilica visión. Pero faltando los trascendentes reparos, simplemente cortó la tarta y me dio un pedazo. Y todavía seguía es cuchandome.

-Piensalo, Harry -continue, siempre con la boca llena- Más de cien kilos de viveza y de polenta.

-¿Más de cien kilos? —dij-o, No hay nada en nuestros genes que diga más de cien kilos, lou.

-Lo alimentaremos, Hazza. Altas proteinas, nutrición, todos los suplementos de dieta.

-¿Ah, sí? Y suponte que no quiera comer, Lou.

-¡Comerá, carajo! -dije ya un poco hinchado con ese chico que de pronto estaría sentado en nuestra mesa, sin cooperar con mis planes para sus triunfos atléticos. -Comerá o le rompere la cara.

En este punto, Harry me miró a los ojos y sonrió.

-No si pesa más de cien kilos. No podrás.

-Oh -conteste, momentáneamente acorralado, pero dándome cuenta de inmediato-. No pesara tanto en seguida.

-Sí, sí -dijo Harry, ahora sacudiendo una admonitoria cuchara hacia mí—. Pero cuando los pese, Preppie, empieza a correr.

Y se rió como loco.

Es realmente cómico, pero mientras él se estaba riendo yo tuve la visión de ese chico de cien kilos, en pañales, persiguiendome por Central Park y gritando:

"¡Se más bueno con mi mamá, Preppies." Cristo, espero que Harry no permita que Bozo me destroce.

Love Story [Larry Stylinson]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora