Jornada 3.

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Childe

Descansamos cerca de lo que creo que es la Aldea Aguaclara. Lumine fue a hacer algunos encargos y me pidió estrictamente que no me moviera ni causara ningún lío, y como un niño obediente me quede sentado a esperarla en el sitio donde me dejó.
Nunca me importaron las miradas de los demás ni los comentarios que se sientan obligados a hacer, pero tengo que admitir que es vagamente vergonzoso quedarme quieto en un mismo lugar durante seis horas. Los niños van y vienen, me observan con curiosidad y se ríen cuando se acercan a saludarme. Vi a varias mujeres cuchichear a lo lejos, lo hacían en voz baja pero sus ojos penetraban filosamente como la cuchilla de una buena espada sin ningún tipo de discreción. Me recordaban a ella, rechazándome tan sutil y violentamente como para que yo sepa que no era bienvenido aquí. Comparto conmigo mismo una risa socarrona mientras pienso en eso. No me interesa caerle bien a nadie, pero me gustaría que ella no fuera tan hosca conmigo. Quisiera demostrarle que soy de confiar, que era verdad cuando le prometí no causar ningún problema. Yo nunca miento, pero parece no querer entenderlo y eso es tan frustrante. Construyó una imagen de mí bastante sanguinaria y no la culpo, le di a el modelo perfecto para que eso sea así pero tristemente generé que cada uno se encerrara en su propia burbuja y no quiera, pueda, salir. Cada vez que quiero hablarle es como si una sensación de asfixia devorara mis pulmones y me prohibiese acercarme a ella. Estoy seguro de que su insistencia en alejarse de mí es mucho más opcional que la mía. Mantenemos una distancia ácida y dulce al mismo tiempo, desearía que no sea así.
Pienso que Lumine es graciosa, me gustaría algún día poder bromear con ella.

La luz del sol es engullida por la oscuridad cuando un grupo de cazadores se planta en frente mío.

—Sabemos que eres amigo de la viajera y que ella te dejó aquí —amigo, casi carcajeo cuando escucho la palabra tan ideal con la que me había descrito. —pero no confiamos en un Fatui, y estás asustando a los niños. Te pedimos que te retires a otra zona.

—Lo siento, pero le prometí quedarme, y eso voy a hacer. —sentencié sonando lo más amable que pude. Intenté recuperar mi rostro de chico engreído, pero la compañía de Lumine estaba destrozando mi falso teatro. Unas de las mujeres que observaban la situación se sonrojaron, lo que pareció hacer enfurecer a los hombres aún más. —Eh, no me miren así; yo no tengo la culpa de causar un efecto en las señoritas.

Suspiré y frote las manos en mis piernas.

—La viajera los ha salvado y ayudado incontables veces, si ella me dejó aquí es porque claramente confía en que no voy a hacerles ningún daño. —tomé aire agotado por la persistencia de estos cazadores en echarme de la Aldea.

—Si la viajera se fía de un Fatui no es ninguna heroína para nosotros. No le debemos nada. —escupió. Y creo que eso fue el límite que colmó mi paciencia. Pueden creer y sostener lo que deseen pero el descaro de decir algo como eso sin ningún tipo de vergüenza o remordimiento me parecía casi increíble. Un ardor incontrolable se expandió por todo mi pecho. Tenía ganas de romper el rostro de cada una de estas personas, que se arrepientan de la forma tan soberbia en la que la menospreciaban, pero no podía hacerlo. No podía permitirme tal lujo.

Mis manos se humedecieron inconscientemente, las cerré con fuerza impidiéndoles saciar la furia que comenzaba a retorcerse en mi interior. Cuando se dieron cuenta de la situación indeseable en la que podría terminar todo esto, me rodearon con sus armas, exigiéndome que me calme. Me reí. ¿Yo, calmarme?
Pero antes de que pudieran hacer cualquier cosa, ella regresó.

—¡Viajera, qué bueno que estés de vuelta!

—¿Qué está pasando? —preguntó. Ni siquiera se giró a mirarme, y ahora una vergüenza verdadera había reemplazado cualquier sentimiento anterior.

—Este Fatui está incomodando a todos los habitantes con su presencia, le pedimos pacientemente que se retire pero no quiso hacerlo. —tomó aire y posó una mano en su cabeza, parece ser el jefe del grupo de cazadores. Exhaló y negó con una expresión cansada, qué circo más barato. —Lo rodeamos porque parece que activó su visión, temimos que algo pudiera pasar.

Lumine lucía tan decepcionada que todos mis intentos de demostrarle quién soy se derrumbaron en menos de un segundo. Abrí mis manos lentamente rogando que estén secas, pero no lo estaban. Alcé la vista y algo en mi pecho se contrajo al ver como ella guiaba su mirada desde mis palmas a mis ojos. No existen palabras para describir lo que su expresión reflejaba, para describir como me sentía.

—Lamento las molestias, espero que esto pueda compensar el mal rato que tuvieron que pasar. —me sobresalto cuando descubro que les estaba dando el dinero que ganó hoy con sus encargos. Quisiera reclamarle que no lo haga, pero no sé si eso ayudaría en algo.

—Vamos, Childe. —dijo Paimon. La situación era tan incómoda que ni ella tenía fuerzas como para exigir ahora mismo. Creo que realmente no le importaba si yo me negaba o cooperaba, estaba lo suficientemente enojada conmigo como para no hablarme.

El silencio era tan agobiante como la falta de oxígeno en el mar o el calor exagerado del verano. Su rostro era ilegible, lucía ligeramente aterrorizada pero sin embargo tenía una expresión tranquila. Sus labios se contraían y sus ojos vagaban de acá para allá, estaba pensando algo importante. Cada vez que pareciera que está a punto de decir algo, toma aire y se obliga a guardar silencio.
Quisiera disculparme pero no sé qué palabras utilizar, qué tono o qué expresión. ¿En qué momento debería hacerlo? Pasaron como dos horas y ninguno ha dicho nada, incluso Paimon. Irónicamente, me siento como si tuviera trece otra vez. Ser un chico problemático era algo que me había dejado de importar hace mucho tiempo, pero justo ahora me estaba consumiendo. Debería haber parado en el primer no. Yo sabía que representaría una carga para ella e ignoré ese hecho. Estoy atrasando su viaje por motivos egoístas y creo que esa culpa me está ahogando. Entra incontenible por mis pulmones y los tortura hasta que no pueda respirar.

—Te quedaste. —dice, me toma por sorpresa. Me siento nuevamente en las reuniones de los Fatui, cuando no puedo identificar si eso es una pregunta. Parpadeo rápidamente tratando de pensar.

—Sí —respondo —, me pediste que lo hiciera.

Más allá del calor de la tarde, siento que mi respuesta la invade como un balde de agua fría. Se queda quieta, aterrada, paralizada. Parece que está a punto de llorar.

—Te juro que yo no hice nada, —me adelanto, tropezando con mis palabras. —no fue mi intención tampoco que ellos...

—Ya sé. Te creo.

Cristal || ChilumiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora