Jornada 6.

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Childe.

Cuando despierto, antes del amanecer, una manta me arropa con un calor desconocido. Imagino que estoy en mi habitación; mi madre está haciendo el desayuno y mi padre está preparando el equipo para ir a pescar. Pero eso es una imposibilidad, hace varios años que mi padre ya no pesca conmigo al igual que hace varios años que no vivo con ellos. Son sueños remotos que debería quitar de mi cabeza.
Abro los ojos y vuelvo a la realidad. El barco se mueve lentamente y el sol tiñe de rojo el mar. En la punta del barco Lumine está sentada con sus pies colgando sobre el agua, mira al cielo, los últimos momentos de la luna antes de que vuelva a esconderse. Suspira, y por el movimiento de sus labios parece estar diciendo algo, luce como una despedida. Ella no es de este mundo, no conozco sus lealtades ni sus devociones. Cuándo se sienta abrumada por su viaje, sus responsabilidades y su pérdida, ¿tendrá algún dios al que rezarle y buscar piedad? ¿Hay algún ser en el que ella pueda encontrar paz luego de cometer alguna atrocidad?
La primera vez que asesine a alguien no fue a propósito, ni siquiera era un Fatui del todo. Tenía 15 años, creo. Estaba entrenando como solía hacerlo en esos tiempos, con personas más grandes que yo o más jóvenes. Él era más joven. Recé un día entero en el templo; imploré piedad por mí y por él, rogué hacerme más fuerte porque sabía que ese era sólo el comienzo de un infinito camino sanguinario. Hasta el día de hoy su muerte me pesa, pesa por todas las demás.
Desde ese día en adelante empecé a subir de cargo tan rápido que los demás comenzaron a susurrar sobre mí, muy pocos me veían como un ejemplo ¡Qué asco! Pero la verdad es que la gran mayoría dudaban y conspiraban entre las sombras, como viles víboras esperando el momento indicado para devorar a su presa. Diecisiete años tenía cuando me ascendieron al puesto más alto, ahí me di cuenta que no tenía idea de en dónde me encontraba, que nunca había dimensionado mi posición.
Lumine me dijo que un viaje de esta magnitud tomaría unos seis meses, ocho como máximo. Es demasiado tiempo pero no estoy en el lugar de reclamar algo. Me levanto y camino lentamente por la cubierta, las aguas que mecen debajo nuestro deberían tranquilizarme, después de todo, son una parte de mí, lo único que con seguridad puedo llamar mío. Lo único en lo que puedo confiar. Pero desgraciadamente, no lo hacen.
La miro de soslayo y veo cómo suspira contra el cielo, niega lentamente y baja la mirada, decepcionada. Me acerco a ella con tanta cautela como si fuera un animal salvaje que si me escuchara o me viera saldría corriendo. Por fortuna, se queda. Me mira de arriba a abajo y rápidamente redirge su vista al mar.

—No hay necesidad de ser tan cortés, yo también tengo las manos manchadas así que no guardo ningún resentimiento —me siento a su lado, el tono juguetón en mi voz no pasa desapercibido. —, no me molestaría escucharte si es que tienes algo para decir.

—¿Y quién te ha dicho que yo quiero hablar contigo, Fatui?

Casi rio.

—Bien.

Es aterrador estar en la inmensidad del océano sin ningún ápice de tierra firme, incluso si puedo tomar todo el piélago y crear olas tan bellas como destructivas. Tengo la mejor arma de todas al alcance de mi mano y aún así, a Lumine parece no importarle. Jugueteo un poco creando pequeñas figuras en el aire y ninguna logra captar su atención, o está realmente concentrada o ha decidido finalmente odiarme para siempre. Levanto los hombros y suspiro, ella debe tener sus prioridades y si algo llegara a pasar dónde alguna de ellas entraría en cuestionamiento por mí culpa, sería más fácil resolverlo si no tiene ningún tipo de sentimiento hacia mí. Yo debería hacer lo mismo, pero aunque lo intentara me sería imposible. Siempre supe que mi deber era quedarme con las sobras del resto, incluyendo el odio y el rechazo, y si hay alguien que merece ser aborrecido, ese soy yo y nadie más. No puedo permitirme odiar a alguien después de todo lo que he hecho ¡Qué los otros odien a quien quieran! Menos yo, esa es mi carga. Por supuesto, hay personas que no logro soportar, pero nunca voy a poder sobrepasar esa franja emocional que yo mismo he puesto. Cualquiera merece más que yo, incluso Su Majestad, tan fría y antipática pero en su interior tan cálida y bondadosa. Me arde en el pecho pensar en ella y el puñal que clave en su espalda al dejarla, pero era inevitable. En lugares como Snezhnaya la única certeza es la traición y ella conoce bien esa regla, porque ella misma la dictó.

—Ah... —suspira sus palabras mirando al cielo, el sol ya ha comenzado a quemar. —Estuve reflexionando... —dice, con tanta naturalidad que asusta, como si ayer no hubiera pasado nada. —Si vamos a estar tanto tiempo juntos, no podemos permitir seguir teniendo este tipo de discusiones... así que tomé una decisión. —dejo de jugar con mi visión y pongo ambas manos a mi costado, la miro ansioso y fijo mis ojos únicamente en ella, que contra el blanco fulgor de los primeros rayos del sol luce completamente fuera de este mundo. —Voy a olvidar tu pasado, tu olvidarás el mío —desliza sus ojos hacia mí. —, pero no seremos amigos. —enuncia. —Tu serás un pobre desamparado al que yo tuve la gentileza de ayudar, porque es lo eres y eso es lo que soy. Alguien gentil que te está ayudando, nada más. —sus ojos broncíneos parecen dos soles ardientes que brillan en la profundidad de los míos. Primero me mantengo impasible, al igual que ella, pero luego mis labios se tuercen en una fina sonrisa. Asiento con confianza y ella se aproxima un poco más sosteniendo su mirada firmemente. —Habló en serio, nada de amigos. —sentencia.

—Nada de amigos.

Me analiza antes de volver nuevamente a su lugar. Entiendo perfectamente que no quiera ser mi amiga, y aunque me duela un poco, agradezco su esfuerzo en ignorar todos mis actos por lo que nos resta de viaje. Sé que le hará tanto bien a ella como a mí.

—Así que... ¿te gustan las estrellas? —me sorprende, la miro y descubro que ella ya no tiene la vista al frente como suele hacerlo, agacha la cabeza levemente y mantiene su mirada en sus pies, como si la pregunta que acabara de hacer fuera muy íntima y privada. Contesto con un movimiento de cabeza y ella continúa. —¿Y cuál es tu favorita?

—Pues... ¿Conoces a Polaris? —ella asiente, todavía con su rostro escondido. Yo la señalo como si pudiéramos verla, como si el sol no estuviese en su máximo punto y la noche nos estuviera abrazando e iluminando con millones de destellos. —Bueno, esa estrella... —continuo hablando y sin que me diera cuenta Lumine ha comenzado a seguir cada uno de mis movimientos en el cielo, aprobando cada cosa que digo y escuchando con completa atención, realmente interesada. Puede ser que quizás tengamos más cosas en común de las que imaginaba.

ººº

hola!! no suelo dejar mensajes al final de cada capítulo, pero quería agradecer mucho el apoyo y la confianza que le están dando a esta historia, la verdad que cada vez que leo que votan o dejan algún comentario me lleno de ilusión y ganas de continuar escribiendo.
muchas, muchas gracias. 💗
espero no decepcionarlos jajaja. 💗

Cristal || ChilumiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora