Las puertas de la Sala del Trono se alzan imponentes ante él, eran el triple de tu tamaño. Inmensas. Cualquier espacio dentro del gran palacio de la Zarina era inmenso, representaban su supremo poder. Excepto un lugar, su habitación. Los aposentos privados de Su Majestad tenían el tamaño normal de cualquier casa pobre de su imperio, pero eso solo lo sabían pocas personas ya que ni siquiera la servidumbre tenía permitido entrar. Pero él sí. Inesperadamente, Ajax tenía un permiso especial y había pasado incontables y encantadoras veladas en esas ostentosas paredes. Era la cueva secreta de su Emperatriz, dónde él había logrado derretir un poco de su frío corazón y ella lo había cuidado con una gentileza tan cálida que nunca se sintió real.
Y eso lo hacía sentir increíblemente culpable.Por su mente había rondado la tonta idea de dejar su puesto, de abandonar sus privilegios y especialmente abandonarla a ella. Sabía que algo andaba mal en el reino, lo escuchaba de sus hermanos cuando iba a visitarlos o de los campesinos que callaban cuando su erguida figura aparecía. Los cortesanos susurraban que una terrible revolución se acercaba, que arrasaría con cada símbolo de realeza y destruiría a su corrupta arconte, y cualquier cosa relacionado con ella. Ajax era lo suficientemente inteligente como para no ignorar esos rumores.
Por más que su padre lo haya entregado a la enfermiza organización de los Fatui él decidió permanecer para poder ofrecerle un mejor futuro a su familia, y mantenerlos en Snezhnaya mientras una masacre está flameando desde la oscuridad lo mantenía intranquilo día y noche. Sólo conseguiría que los maten razonó.—Señor. —un guardia corpulento hace un reverencia rápida. La mitad de la organización lo admira profundamente y la otra, lo desprecia. Él sabe perfectamente quiénes lo idolatran y este caballero no lo hace. Pero no tiene tiempo para miradas glaciales ni comentarios mordaces, su corazón y su mente están perdidos en las palabras que va a decir en unos minutos, concentrados en la calma del ahora intentando olvidar el desastre del después.
Los soldados fingen abrir con facilidad las preciosas puertas, porque ni siquiera con años de entrenamiento alguien podría mover los inmensos portones de mármol que adornan el palacio.
Sus pasos resuenan con un eco sombrío, además de sus pisadas también se escucha su corazón que palpita tan rápido que podría salirse de su pecho. Duele, incluso.
Inconscientemente se distrae con los pilares de hielo que adornan el gran salón. En este lugar se le dio el título de Heraldo y asimismo, su engaño. Recuerda perfectamente ese día, como las mucamas corrían de acá para allá, las primeras ropas caras que usó en su vida y la mirada terminante de los que serían sus nuevos compañeros. Evaluaban cada paso que daba, cada movimiento, cada respiración. Pero cuando llegó la hora de enfrentarse a la máxima autoridad, todos sus nervios y preocupaciones desaparecieron. El poder que emanaba esa mujer lo había anestesiado automáticamente. Desearía que sea así de nuevo.La vió de espaldas, su largo cabello blanco rozaba naturalmente el suelo así que ella solía hacerse peinados altos para evitarlo, pero esta vez lo tenía suelto. Sabía que él vendría, lo estaba esperando. Su corazón se encogió ante esa posibilidad, la Zarina era una mujer calculadora y aterradora sin la intención de serlo.
Tomó una fuerte respiración y se animó a enfrentarla. No soportaría este trabajo nunca más.—Su Majestad. —hizo una digna genuflexión, la había perfeccionado a lo largo de los años. Su voz sonaba más grave que de costumbre, y aunque él intentaba evitarlo, un débil tartamudeo podía oírse en sus palabras.
Ella se volteó con la gracia de una bailarina, algo inusual.
—Por favor, levántate. —sonrió, una burla familiar se dibujaba en su rostro. —Sabes que no debes ser tan formal cuando estamos solos. —Ajax hizo caso, volvió a erguirse como un soldado. No podía darse el lujo de adoptar la postura confiada y despreocupada de un amigo. Eso llamó su atención, pero decidió ignorarlo. —¿Qué opinas de la Sacerdotisa Divina de la Isla Watatsumi? —preguntó, volviendo a darle la espalda. Frente a ella se expandía una gran mesa cuadrada con un mapa tridimensional de Teyvat. —Es una hábil estratega, eso me han dicho. Dudo que acceda a cooperar con nosotros luego del desastre con esos engaños... —acaricia su sien con la yema de sus dedos, ella nunca hubiera accedido a compartir ese poder si hubiese sabido el fracaso en el que terminaría. Esperaba lograr convencer a la arconte de Inazuma de que la ayudara en su plan contra los Primordiales, pero nuevamente, falló. El único que parecía un aliado era el Dios de los Contratos, pero no podía confiar en una máquina de guerra que había abandonado a su propio pueblo. —pero es sabia, es un gran riesgo pero podría hablar personalmente con ella. Si ve que estoy dispuesta a traerla a mi reino quizás me escuche, ¿o debería ir yo? ¿Tú qué crees?
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Cristal || Chilumi
FanfictionChilumi en descomposición lenta. Escapando de un ejército Fatui y de la Arconte Cryo, Childe se escabulle intentando llegar a Snezhnaya lo antes posible y por caminos deshabitados. Convence a Lumine de acompañarla en su viaje y así, según él, hacerl...