Jornada 5.

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Childe.

—Partiremos dentro de media hora. —me avisa y termina de abotonarse la capa alrededor de su cuello.

Asiento y finjo que termino de acomodar mis cosas, la verdad es que no he traído nada más que pequeños objetos que guardo en mis bolsillos. Aunque el señor Zhongli me haya dicho que no me preocupara por ordenar el lugar en el que dormí, no pude hacerle caso. Doblé las mantas que me prestó y reposé el colchón en una pared de la habitación. La verdad es que necesito matar el tiempo y no puedo hacerlo con Lumine. Al menos ahora no me ignora como antes, pero su palabras son tajantes y afiladas. Me mira cuando le hablo y creo que podría decir que eso es un avance; aunque no siempre conteste y solo haga movimientos ilegibles con la cabeza.

Cuando ella abandona la habitación mi espalda se relaja ferozmente y mis músculos se destensan aliviados con su ausencia. Acaricio mi nuca con la palma de la mano y hago leves masajes en la zona. Suspiro. Ésta chica me va a matar en cualquier momento.
Observo por la ventana y las estrellas brillan deseosas de atención, pareciera como si se formaran aposta creando un camino, una guía. Son bellísimas, hipnotizantes. La luz de los astros es sin duda preciosa y omnipotente, y eso es un hecho inobjetable. Me pregunto si mi familia podrá disfrutar de estas vistas desde nuestro hogar. Viven lejos de la ciudad central así que no hay muchas luces; una cabaña simplona en medio de la nieve, escondida entre la frondosidad del bosque y protegida por los altos pinos. Cómo lo extraño.

Cada vez que entro a esa casa me siento como un intruso, un actor con los focos encima y vulnerable ante los ojos de todos los demás esperando a que se cierre mi telón y la obra finalice, ignorando que el título de la historia lleva mi nombre tallado y el personaje con el que juego no es más que un reflejo de lo que soy ahora. Sin embargo, hay un fantasma que reside dentro mío que no está al tanto de eso, y si lo está, no le importa ya que mi corazón late con velocidad cada vez que pienso en mi familia y esa casucha que con inseguridad logro llamar hogar.

Atravieso la puerta y entro a la cocina con cuidado. A diferencia de Lumine, yo no me muevo con completa libertad por la casa, no tengo permitido hacerlo. Me paro en una esquina y espero a que ella termine de cargar provisiones en su mochila. Frutas, carne, bebidas y medicinas. Parece bastante liviana, ignorando la cantidad de cosas que debe tener dentro, como si no tuviera un fin realmente.

—Es muy útil. —habla de repente y yo parpadeo en respuesta. —La mochila. —me mira esperando que diga algo y yo simplemente asiento, debo admitir que me tomó completamente por sorpresa. —Si quiero algo, lo único que debo hacer es... —y una brújula azulada aparece en sus manos. La observamos por un momento y vuelve a desaparecer. —La mochila también puede esconderse si así lo deseo. —explica y en un abrir y cerrar de ojos, ya no hay nada sobre la mesa.

—¿Dónde la conseguiste? —pregunto asombrado. Abre la boca para contestar, la cierra y sacude la cabeza.

—No lo sé, siempre estuvo conmigo.

El ruido de la calle adorna el silencio de la habitación. No se me ocurre qué decir, me siento ciertamente incómodo y algo en mi cabeza me repite que cualquier cosa que salga de mi boca será increíblemente inútil. Por primera vez en mucho tiempo, estoy sin palabras. Me remuevo en mi lugar pensando que cambiando mi postura cambiará mi sentir.

—¿Qué sucede? ¿Te comieron la lengua los ratones? —inquiere, sus labios se contraen en una sonrisa.

—Los ratones no le comen la lengua al gato. —murmuro. —Suele ser al revés. —dirijo mi mirada al set de porcelana sobre la mesa. Luce tan viejo y nuevo al mismo tiempo. El patrón pintado con delicadeza sobre las diminutas tazas parece tan antiguo que podría decir que es feo, sin sentido, carece de sentimiento y coherencia; su brillo pequeño y la incólume materia prima presumen haber sido recién comprado, o penosamente nunca lo han utilizado y quedó abandonado en un rincón para ser únicamente una decoración más en esta jaula de antigüedades, ¿pero quién soy yo más que un soldado para juzgar el arte de alguien más?

Cristal || ChilumiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora