Lumine.—Toma, te hará sentir mejor. —casi me desvanezco cuando la bebida caliente que Zhongli me ofrece recorre cada interior de mi cuerpo. Baja por mi garganta y quema en mi pecho, hasta que llega a las rodillas y los brazos, y se despide por la punta de mis dedos. Me remuevo en mi asiento intentando preservar el calor y acostumbrándome al sabor amargo de la infusión.
—Muchas gracias.
—No es nada. —asiente con cortesía. Honestamente, la afabilidad con la que se mueve y se comunica me resulta tan lejana comparada al Rex Lapis del que leí y oí. Nunca hubiese imaginado que un dios fascinado por la batalla y los contratos estaría hoy aquí ofreciéndome un té para la resaca. De todas formas, lo agradezco. Los punzantes martillazos que resuenan en mi craneo son cada vez más insoportables. —Ayer bebiste demasiado —añade. —, pensé en detenerte, pero lucías tan contenta que no tuve el valor.
Es muy sencillo decir eso de espaldas. Suspiro con pesar mientras repito en mi cabeza las palabras que él mismo había ejercido sobre Venti y el alcohol, pero yo no tengo el valor suficiente como para recordarle que no actuó muy diferente a cómo el señor del viento hubiera hecho.
—¿Qué hacían con Preservadora de Nubes en Liyue? —dejó la taza a un lado. —¿Simplemente caminar?
Zhongli hace un sonido gutural, casi una risa. Yo no encuentro lo gracioso. Si me va a pedir algo por su pueblo sería muy difícil para mi rechazarlo, y como él lo sabe, consideraría cruel que lo haga.
—De hecho, sí estábamos paseando. —asiente y se sienta conmigo. —Alguien me dijo que las estrellas brillarían fuerte esa noche y me pareció una excelente excusa para invitar a una vieja amiga a recorrer la ciudad. —cierra los ojos e inhala el aroma del té preparado por él mismo. Me sonrojo por la tonta manera que utilizó para referirse a mí, pero al mismo tiempo me molesta las vueltas que está dando para responder a mi pregunta. Es incluso algo psicópata obligarme a usar el cerebro sabiendo cómo estoy. —Él te está esperando afuera; nadie los molestará en el jardín.
Termina su té y se levanta para lavar las porcelanas que ensució, su indiferencia y tranquilidad son la técnica que utiliza para presionarme a ir.
Cuando los suaves rayos del sol rozan mis hombros lamento haberme puesto la bufanda. La acaricio con la yema de mis dedos; aunque quisiera, no podría quitármela. Es un regalo de él. La hizo con sus propias manos, o eso fue lo que me dijo. Aether solía preocuparse tanto por mí, ¿cuándo dejó de hacerlo? ¿cuándo decidió que lo mejor era dejarme sola a la deriva?
¡No! ¡No puedo seguir lamentando su pérdida! ¡Él decidió irse, él quiso abandonarme! Tengo que enfocar la mente en otras cosas, como en el Fatui durmiendo en la habitación o en el Adeptus que tengo en frente.
—Xiao... —suspiro.
—Solo quería asegurarme de que estés bien. —dice, con voz firme. Tiene los brazos cruzados sobre el pecho y una cara terrible; me siento regañada. —No confío en él.
—No —hablo con prisa—, yo tampoco, pero...
—Me sorprende que aceptes su compañía incluso después de lo que le hizo a Liyue. —ignora lo que digo y por la mirada que me dirige me siento completamente humillada. El calor sube por mis mejillas y llega hasta la punta de las orejas. Tiene razón. Cuando ve que no respondo, cierra los ojos y exhala, cansado. —¿Estás bien? —asiento. Estoy demasiado avergonzada como para decir algo. —Era lo único que me interesaba saber. —y antes de que cualquier palabra pueda ser pronunciada, desaparece de mi vista en un simple parpadeo. Tan rápido, tan fuera de mi alcance. ¿Va a ser así a partir de ahora? ¿Todos van a esfumarse en un abrir y cerrar de ojos?
Arrastro los pies hasta dentro de la casa, la vergüenza me obliga a mantener un perfil bajo. He traído a la casa de un Arconte a el casi responsable de la masacre de su tierra, de su gente. No tengo forma de justificar mis actos, pero aunque no lo quiera admitir, hay algo en Tartaglia que despierta una curiosidad vehemente en mí. Existen tantas lagunas en su historia que espero que con el tiempo él pueda rellenar. Si tengo que ponerle un nombre a su compañía, podría decir que es un entretenimiento. Un rompecabezas para mantener mi mente alejada de la zozobra de mi hermano. Como sea, hoy en la noche zarparemos hacia Inazuma, ni Zhongli ni Xiao van a tener que sopórtalo mucho más.
Llego a la habitación y lo primero que hago es buscar a Paimon. Duerme, increíblemente tranquila. Me pongo en cuclillas y me abrazo a mí misma. Dedico un poco de mi tiempo a admirar su estructura. Tan chiquita y aún así tan llena de secretos. ¿Qué estarás soñando, Paimon? ¿Qué tipo de recuerdo te regala tu inconsciente ésta vez? Daría lo que fuera por meterme dentro de su cabeza aunque sea un momento; podría pedirle a Nahida que lo haga por mí, pero revelar que no confío plenamente en mi compañera de viaje sería lo mismo que ofrecerme como comida para lobos. Sería extremadamente tonto rebelar una debilidad como esa, aunque por supuesto, Nahida debe saberlo ya.
Apoyo la cabeza en el marco de la puerta y la giro un poco para observar al otro misterio que debo resolver. La iluminación natural del sol reluce su piel, mi vista vaga desde su espalda media descubierta hasta su rostro. Mechones de su rojo y radiante cabello caen hasta la altura de sus ojos como si fuera fuego ardiente, lo que contrasta su fabulosa habilidad. He de comenzar a creer que tiene el poder de manejar la luz, porque me parece impresionante cómo su piel, su cara, él completo, puede cambiar tanto dependiendo de quién lo esté alumbrando... y sea quien sea, se sigue viendo bien. Su expresión relajada y despreocupada acelera mi corazón, luce tan inofensivo. Tan gentil.

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Cristal || Chilumi
FanfictionChilumi en descomposición lenta. Escapando de un ejército Fatui y de la Arconte Cryo, Childe se escabulle intentando llegar a Snezhnaya lo antes posible y por caminos deshabitados. Convence a Lumine de acompañarla en su viaje y así, según él, hacerl...