Jornada 13.

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Lumine.

Un molesto zumbido me retuerce el cerebro y las pisadas que doy por toda la casa retumban más fuerte de lo que deberían. Froto mi frente con una mano intentando disipar el dolor mientras que en la otra llevo una bandeja con un té y algunos pastelitos.
Paimon revolotea a mi lado, obligándome a seguir un paso que ahora mismo no soy capaz de igualar.
Recuerdo perfectamente lo que sucedió ayer, y hubiese sido una noche fantástica si Childe no me hubiera obligado a bailar con los demás al mismo tiempo que se desplomaba adolorido en mis brazos. No puedo culparlo por estar enfermo, pero sí puedo reclamarle que me haya apartado.

—A Paimon le hubiera gustado ir... —dice susurrando, casi avergonzada.

Dejo de pensar en el Heraldo y me devuelvo a mi amiga, la cual juega con sus pequeños dedos y vuela a una altura amable. Sonrío con gentileza.
Paimon hubiera amado ir.
Los adornos colgando del techo, las personas casi disfrazadas, la cantidad insoportable de comida. Espero que cuando Childe se recupere, porque tiene que recuperarse, podamos ir nuevamente a una gala. Seguramente él sería capaz de mostrarle el verdadero corazón de estas fiestas, yo estaría demasiado preocupada evitando que rompa alguna decoración cara.
Extiendo una mano hacia las suyas y les doy un pequeño apretón.

—Te prometo que la próxima vez iremos juntas. —hago una pausa, pensando, y decido añadir:— Todos juntos.

A ella se le iluminan los ojos, es como si una pizca de azúcar se hubiera espolvoreado en la profundidad de sus ojos azules, muchísimos más oscuros que cualquiera que haya visto, más allá de un océano tempestuoso o un cielo despejado, su azul refleja la inmensidad de un universo adornado con galaxias de secretos y engaños que no he terminado de descifrar.
Descifrar
La palabra repiquetea en mi mente como una gota de agua y hace ondas hasta acoplarse a mis ideas. Todavía no he descifrado ni la mitad de los secretos de Childe.
Recuerdo automáticamente la promesa que me hice hace no mucho y la vergüenza se abalanza por mi pecho. Arde, caliente. Me embriagué en una tonta fantasía amorosa y me olvidé completamente de mi objetivo. Iba a simular ser su amiga pero terminé de caer en sus arenas movedizas.
Aprieto los labios con fuerza y suelto la mano de Paimon, sintiéndome vagamente indigna de siquiera tocar a mi mejor amiga, por haberme perdido en una niebla bastante iluminada y ponerla en peligro en el camino. Ella parpadea confundida pero no hace preguntas. Hace mucho que ha dejado de hacer preguntas y creo saber porqué.
Crece por mi columna vertebral como una serpiente peligrosa y siento que me juzga a través de las estrellas en sus ojos. Ella ya no confía en mi. Al menos no de la forma en la que lo hacía antes.
De todas formas, hay algo que no puedo negar y es que las miradas furtivas, los besos robados y los roces "sin querer" encienden una llama nueva y extraña en mi pecho. Es una sensación reconfortante, cálida y apaciguadora. Me hace olvidar por momentos la ausencia de mi hermano.
Pero no es solo eso, y eso es lo que verdaderamente me preocupa.
Sus besos me hacen olvidar; el fantasma de sus ojos me persigue manteniendo mi memoria activa.
Él no está bien. Él se va a morir. Él me va a dejar.
Y yo me estoy encariñando.
Agito rápidamente la cabeza para borrar ese horrible pensamiento que últimamente no deja de martillar en mi cerebro como si quisiera que la idea quede clavada violentamente en mi mente.
Vuelvo a caminar, siguiendo el camino de estelas que deja Paimon a su paso, y cuando entro en la habitación el pecho se me estruja al ver su piel tan pálida, sus ojos tan vacíos y sus huesos tan visibles.
Me aproximo con velocidad abandonando la bandeja en una mesa a un costado sentándome a su lado, encerrando sus manos entre las mías, porque temo que si respiro muy fuerte vaya a salir volando.

—Solo necesito unas horas más de descanso. Te prometo que no nos retrasaré demasiado. —la sonrisa que acompaña sus palabras es mínima, se asoma vergonzosamente por un costado pero ahí se queda. Yo remojo los labios, desconcertada.

Cristal || ChilumiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora