Epílogo

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Adrien

Se me hacía increíble lo mucho que había cambiado mi vida desde que conocí a Marinette. Me resultaba gracioso pensar que el Adrien que había obtenido la beca en París –hacía más de un año– había tenido el pensamiento de que no estaba allí para divertirse o perder el tiempo, solo para finalizar la carrera. Sin embargo aquí estaba, rodeado de mi hermosa familia, un hogar lleno de calidez y un trabajo que adoraba estar desempeñando.

La vida en pareja seguía siendo todo un desafío. Tratábamos de hablar todo cuanto nos molestara, incomodara, cualquier cosa que creíamos que estuviera perturbando la armonía de nuestro vínculo.

Todo resultaba de maravilla, no podía quejarme.

Mis cavilaciones se vieron interrumpidas al sentir cómo mi mejilla comenzaba a ser succionada con ímpetu a la vez que sentía una pequeña mano empuñando mis mechones percibiendo como un poco de baba caía en ellos.

Sabía que cuando abriera mis ojos, dos pares de ojos azules me mirarían como si el sueño fuera lo último que sintieran en ese momento.

Emma y Louis.

Al parecer mi princesita no cargaba con toda la culpa de ser tan pesada, en todo momento la estuvo acompañando un pequeño gatito que nunca fue visualizado en las ecografías de su madre.

Aquella noche de Septiembre fue realmente inolvidable, por fin llegaría a nuestro mundo Emma, aunque no esperamos que detrás de ella empujara su hermanito mellizo para salir al exterior también.

Quedamos totalmente sorprendidos y desencajados al igual que la obstetra y demás enfermeros de turno. Por suerte todo marchó bien durante su estadía en el vientre de mi azabache e incluso en el parto.

Nuestros padres pegaron un grito en el cielo cuando me vieron salir con dos pequeños bultos en mis brazos. Inmediatamente mi padre llamó a la tienda de bebés de su línea de marca para que nos enviaran prendas para mi pequeño príncipe. Intenté tranquilizar su euforia diciéndole que habíamos traído varias prendas de Emma que no sería necesario.

Pero había olvidado que trataba con Gabriel Agreste, quien simplemente se limitó a decir que esas prendas eran exclusivas para la pequeña Emma y que se encargaría de que Louis también tuviera las suyas. No podía lidiar con la cabeza terca y emocionada de mi padre, él era así y no me sorprendería de que a mis hijos les explotara el clóset con tanta ropa.

Incluso Gina se encargó de comprarle a Louis sus cosas. Fue cuestión de segundos para que esa señora comprara en una tienda online artículos para nuestro pequeño. No había podido estar presente para el nacimiento pero se encargó de estar de manera virtual vivenciando la noticia.

Con Marinette tratamos de frenar la emoción de nuestras familias ante la llegada de los mellizos, sin embargo era en vano tratar de atenuar la euforia que cargaba cada miembro. Nuestros bebés revolucionaron todo con su llegada.

—Auch, ¿acaso eso fue un diente? —sobé mi mejilla embadurnada con la baba de Emma—. Louis, si sigues jalando de mis mechones terminaré calvo y tu madre me dejará por feo.

Aquello le arrebató una risotada a mi hijo contagiando a su hermana aunque no entendieran nada. Los rodeé a ambos con mis brazos para adorarlos visualmente como todas las mañanas.

Eran totalmente idénticos a pesar de ser una hermosa princesita y un precioso gatito. Ambos rubios como su apuesto padre pero con esas dos perlas azuladas como ojos al igual que los de su hermosa madre. Amaba que la genética hubiera distribuido así sus rasgos físicos, no había nada más lindo que mirarlos a los ojos y encontrar la viva imagen de mi preciosa novia.

The Reason || Adrinette +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora