Capítulo I

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Me desperté por los pequeños lamidos de mi perro, Max.

Aunque hoy habían suspendido todas las actividades (menos el quemador, que se trata de un mercado ilegal que los agentes de paz pasan por alto) por qué era el día de la cosecha.

Hoy, como hace 74 años, los distritos tienen que otorgarle al Capitolio un tributo mujer y un tributo varón, para que vayan a matarse junto a 22 personas más.

Si, hermoso.

Tengo 16 años, mi nombre debe aparecer unas nueve veces en la urna. Los tributos pueden tener de 12 a 18 años, es una locura pero mandan a niños a matarse entre sí y luchar con mutos, experimentos de ellos.

-Venga, arriba. -Me llamó mi madre desde su cama, también quieta.

Este día, cada año, mi madre cambia su actitud de una mujer de familia feliz a una triste; sin vida, y tiene la razón de que hace 5 años, un año antes que mi nombre comience aparecer, el tributo hombre fue mi hermano.

Nick era demasiado bueno para este mundo, ese año iba a ser el último que apareciera, en semanas cumplía 19. Fue uno de los últimos en morir en los Juegos, por confiar en aliados que lo terminaron matando mientras dormía.

Nadie en casa volvió hacer lo mismo, ni mi madre, ni mi padre, ni yo. Luego aparecio Max en mi primer cosecha, un pequeño perro que había aparecido del bosque, mi padre me lo obsequio y desde ese momento nunca nos hemos separado.

Me estire sobre la cama, logrando que Max se ponga a saltar, arrastrando mis pies por el piso frío abrí la puerta para que esté pueda ir a ser sus necesidades.

Caminé hacia el pequeño baño y con un balde con agua, fui refregando mi cuerpo con la esponja, enguaje mi pelo y lo peine con mis dedos para que mi madre pueda trenzarlo.

Nadie hablo durante el desayuno, a diferencia de otros días dónde papá contaba su día en la mina o mamá de lo que hacía Max.

De pronto, mi madre comienza a sollozar y mi padre no hace más que abrazarla, mientras le susurraba cosas que no llegaba a escuchar.

-Ire a pasear a Max. -Dije y salí rápido.

No podía ver a mi mamá llorar, por qué iba a llorar con ella y si lloro significa que papá también llorará.

Caminamos por la plaza, los agentes de paz estaban acomodando todo; el escenario, los puestos para tomar los datos, había incluso armados que vigilaban.

Pase director a la panadería del señor Mellark, un buen amigo de mi madre.

-Buenos días ____. -El señor me dedico una sonrisa, mientras su mujer solo se volteó.

Nunca voy a entender que le sucede.

-Hola Señor y Señora Mellark. -Salude, por qué mi madre me crío educada. -¿Esta Peeta?

Peeta Mellark es mi amigo desde el día que mi hermano se fue, ese día fue un extraño que me consoló en la plaza, pero desde ese día no pude separarme de él.

Con una seña con la cabeza, pase al depósito, donde se encontraba mi amigo decorando pasteles.

-Peeta.

-_____, Max. -saludo a mi amigo de cuatro patas, quién ya se había echado en la chimenea.

Le di un beso en la mejilla y me senté en un banco, mientras veía como hacia magia con la manga.

-¿Nerviosa? -Dijo dejando de lado su trabajo y me miró.

Justo exactamente como solo él sabía mirarme, con comprensión, con su ternura.

-Algo, pero es poco probable. -Ambos teníamos poca posibilidades.

-¿Anne? ¿Como está?

-Nerviosa e inestable. -Dije mirando mis zapatos.

-Esta noche comemos en tu casa. Como siempre.

La familia de Peeta y la mía, desde que que mi hermano falleció nos juntamos, quizás para agredecer que sigamos vivo, aunque si el señor Mellark podría dejar a su esposa en su casa lo haría, por qué siempre hace comentarios desubicados.

Muy.

-Los esperamos, como siempre. -me burle de su noto.

No sé cuánto tiempo lo observé, si que tuve que ir con él hasta la cosecha por qué estaba por comenzar.

Con casi la lengua afuera, llegue a la fila de mujeres, en donde me puse al lado de Prim, una niña de 12 años muy querida por todos.

Solía ayudar a su hermana, Katniss, con la comida cazando con ella o la ayudaba a venderlo.

Pero Prim, desde niña con su pelo rubio y su sonrisa contagiosa nos tomo el corazón, incluso en mis padres, quienes la aman como una hija más.

-Tranquila Prim. No saldrás. -Le tome la mano.

-Es horrible esto. -me murmuró y giro la cabeza, buscando a su hermana.

-Estoy segura que Katniss no dejara que te pase nada, ni nadie de acá. -la alente y Effie Trinket subió al escenario, con su peluca llamativa y su vestido extravagante.

-¡Buenos días, districto 12! -Su voz aguda me causaba dolor de cabeza. -Miremos el vídeo que nos mandan desde el Capitolio.

Rebelión del districto 13, la destrucción del mismo por el Capitolio. Los juegos del hambre para mostrar que ellos siempre van a tener poder y siempre ganan.

Lo odio, presidente Snow.

Effie se secó las lágrimas que caían, conmovida y me dio lástima. ¿Tan tonta era la gente del Capitolio?

-Recuerden. Que la suerte siempre, siempre esté de su lado. -Hablo y sonrió, mostrando sus dientes perfectos. -¡Las damas primero!

Camino hacia la urna, en donde había nueve papeles con mi nombre perfectamente puesto. Noté como el agarre de Prim se hacía fuerte y mis manos comenzaban a transpirar.

Tomo uno y camino hacia el micrófono.

Todo paro, todas nos olvidados de cómo respirar.

-Y nuestro tributo mujer es ¡Primrose Everdeen!

No.

Prim no.

Antes de poder pensar, suelto unas palabras que nunca pensé que podría decir.

-¡Me ofrezco como voluntaria! -Cubri a Prim detrás de mí, mientras salía al pasillo. -me ofrezco como voluntaria tributo.

Las miradas estaban en mi y escuche a mi madre gritar, no pude girar a verla, me dolía el corazón. Pero era Prim, lo iba a entender.

Tiene que vivir.

-¡No! ¡No, mi hija no! ¡No! -los gritos de mi madre mientras era sostenida por mi padre era lo único que se escuchaba.

-¡Una voluntaria! Subí, querida.

Caminé sin pensarlo, sin mostrar mis expresiones, y subí junto a Effie.

-¿Como te llamas?

-_____ Avery. -Respondí.

Al ver que no había conexión alguna con Prim, siguió con el tributo masculino.

Me animé a levantar mi cabeza, todos me observaban con lástima y como si me admiran, dentro de la multitud estaba la mirada de mi padre, triste pero orgulloso y mi madre devastada.

Tengo que sobrevivir.

Cueste lo que cueste, debo vivir por mi madre, por Peeta, por Max.

Entonces voy a tener que matar a mi compañero, cuando volvió a mi lado leí el nombre antes que ella.

Peeta Millark.

La suerte no está de mi lado.

Mi salvación -Peeta MellarkDonde viven las historias. Descúbrelo ahora