Reencarnación

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La habitación se encontraba a oscuras y la atmósfera se sentía pesada

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La habitación se encontraba a oscuras y la atmósfera se sentía pesada. Los músculos contraídos de su cuerpo le hacían saber que llevaba mucho tiempo dormida e incluso su garganta dolía.

Le ardían los ojos mientras recorría la habitación con la mirada, pero no había más nadie allí. Solo se encontraba ella, acostada en una suave cama. La penumbra no le permitía percibir los objetos a su alrededor y esto hace que reconsidere la idea de si realmente se hallaba en una habitación o si se trataba de otro lugar.

Se sobresaltó cuando una llama verde intensa se encendió, permitiendo ver que allí había alguien más con ella.

— Pensé que nunca volvería a verla, comandante— la subcomandante se puso de pie, haciendo que la llama brillara con más intensidad hasta el punto de que toda la habitación se iluminó.

— Ayana...— la garganta le quemaba al hablar, algo que la Erea pudo notar y razón por la que no tardó en extenderle un vaso de agua que la titánide bebió con demasiada prisa.

La guerrera se quedó de pie con ambas manos sostenidas frente a ella, esperando con paciencia a que su líder se recuperara.

— Mi señora, ¿Recuerda algo de lo sucedido? — se atrevió a preguntar luego de unos minutos.

Morgana se quedó en silencio por varios segundos, aunque ya tenía clara la respuesta y no necesitaba pensarlo.

— Lo recuerdo todo— llevó una de sus manos al cuello, justo donde la daga la había degollado— ¿Cuánto tiempo pasó? — la pregunta salió con un ligero toque de pánico. Sentía como si hubiera dormido por pocas horas.

Ayana apretó sus labios antes de asentir ligeramente.

— Ha pasado un siglo y dos meses desde que partió— miró su cara para estudiar su reacción, relajándose cuando la titánide asintió satisfecha.

Morgana se puso de pie, notando que vestía su armadura. Tal vez por eso su cuerpo pesaba más de la cuenta.

Observó la puerta, notando la claridad que entraba por debajo y que le indicaba que aún era de día.

— ¿Odette? — preguntó, aun observando el punto debajo de la puerta.

— Se encuentra en la isla Erude— calló por unos segundos antes de continuar— Tiene mucho tiempo que no regresa al palacio. Todo el tiempo trabaja escondida, a veces pasamos semanas sin verla aun cuando nos encontramos en el mismo lugar.

»Su partida la afectó más de lo que pudimos creer, mi señora. Incluso he llegado a creer que cayó en la demencia...

Morgana la detuvo con un movimiento de su mano, indicándole que no continuara.

Respiró hondo, sintiendo como el corazón se le apretaba. No quería imaginarse el dolor agobiante por el que estaba pasando su amada.

— ¿Y mi báculo? — preguntó mientras se recogía el cabello en un moño improvisado.

Las Hijas Del Alba (DDA#3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora