Una vez fueron felices

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Nagore mira a su hermana como si esta hubiese perdido la cordura, segura de que así fue. Tal vez la situación con su hermano mayor la había dejado inestable.

—Entonces, ¿Hablas de crear toda una especie nueva de guerreras?— pregunta con notoria confusión, negando a la nada.

Los ojos naranjas se posan sobre ella con entusiasmo.

—Todo lo que conocemos está por cambiar y este mundo necesita protección— responde—No siempre podremos estar para cuidar a los demás, hermana...— se detiene por un momento para pensar en sus siguientes palabras—Gea nos confió estos poderes por algo, démosle un uso digno.

La rubia duda del plan, consciente de que su hermana no tomará la decisión si esta no lo aprueba.

—No estoy segura, Morgana...

—Nuestro hermano quiere eliminarnos del mapa al igual que a sus hijos— cierra los ojos con aparente temor—Tal vez sospecha de nuestro rechazo a sus métodos pocos ortodoxos, pero lo sentí cuando lo toqué. Esa destrucción que lo arropa nos terminará asfixiando bajo su manto y no esperaré a que pase para tomar una decisión.

»Apóyame en esto. Solo dos muestras y depende como salga continúo o lo dejo— cruza sus dedos en espera de una respuesta.

Nagore asiente, rendida. No sabe si la decisión que su hermana quiere tomar es la correcta o si realmente su hermano piensa hacer algo contra estas.

—Está bien, pero solo dos y que esta mierda no se te salga de las manos.

[...]

Morgana muerde su labio inferior como gesto de concentración, perfilando las delicadas mejillas de la escultura frente a ella; la primera la hizo utilizando su poder, pero se había encerrado en la idea de que debía hacer la segunda con sus propias manos, acción que le llevó días.

Al finalizar, recorre con sus dedos la mano de esta, vigilando que cada detalle sea perfecto en ella.

—¿Por qué la hiciste a mano?, ¿Qué tiene esta de especial— los ojos azules y bastante curiosos se posan en la fina nariz de arcilla.

La pelinegra se encoge de hombros, satisfecha con el resultado.

—Sentí que debía hacerlo— es lo único que dice.

La menor de las dos mira cada movimiento a detalle, esperando que algo mágico ocurra.

Morgana toma una daga y la presiona con fuerza sobre la palma de su mano, dejando un corte vertical en ella; la sangre cayendo en ligeras gotas al piso, como si se tratase de pequeñas plumas. Posa su mano sobre la cabeza de la primera escultura, dejando que el líquido oscuro toque la arcilla.

Es cuestión de segundos para que el material caiga como escamas al suelo, dejando ver tras ella una piel morena y limpia. El cabello en una coleta alta y los ojos negros; el cuerpo oculto tras una delgada tela blanca.

La nueva creación hace algo que sorprende a las titanides, parece ser un tipo de reverencia; donde lleva una de sus manos al pecho y posa un pie tras otro.

—Hola...— Morgana habla con cautela, viendo como su creación parpadea viendo cada cosa a su alrededor—Mi nombre es Morgana, ¿Tienes un nombre?— pregunta, dándole una leve sonrisa para hacerla sentir cómoda.

—Mi nombre es Ayana, comandante— responde con una voz fuerte; la voz de una guerrera.

La titanide le da un vistazo confundida, girando en dirección a su hermana para buscar una respuesta.

—¿Comandante?— la pregunta sale entre una pequeña carcajada.

—Querías guerreras... Ahora ellas necesitan a una comandante para que las guíe.

Las Hijas Del Alba (DDA#3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora