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Eren

El timbre resonó por toda la escuela, haciendo que todos los alumnos de clase se levantaran lo más rápido que pudieran y recogieran sus cosas a la velocidad de la luz para dirigirse a la puerta, creando un tapón de gente que empujaba por querer salir y por conversaciones altas, prácticamente conversaciones gritadas que me ponían de los nervios y me molestaban a más no poder. Todos lo diferentes tonos de voces penetrando mis oídos haciendo que mi dolor que cabeza acentuara.

Recogí mis cosas con una lentitud asfixiante, escuchando el fuerte aporreo de los lápices y bolis dentro del estuche cuando movía el objeto entre mis manos y lo tiraba sin preocupación a mi negra mochila, al igual que la de mi hermana, Vans.

El chirrido de mis zapatos náuticos por los pasillos era lo único que se escuchaba, ya que todo el mundo había volado a sus casas, ya que era viernes. Día de fiestas y de salir con amigos. Menos yo, que tenía que quedarme dos horas más en la biblioteca con alguien a quien no conocía de nada que me ayudaría a mejorar mis calificaciones. ¡Qué divertido! Noten mi sarcasmo.

Con la espalda levemente echada hacia atrás con las manos en los agujeros mis pantalones y caminando con desgana.

Al abrir las puertas de la biblioteca el olor a libros me pegó de golpe, dejándome un poco desorientado. Algunas personas estaban sentadas solas en las mesas rectangulares del lugar, con libros enormes y que parecían bastante pesados. Solo de verlos me dolía la espalda.

Busqué con la mirada a alguna persona que se pareciera a la descripción que el director Erwin me había dicho y encontré a alguien sorprendentemente rápido. Sus ojos azules claros llenos de brillos merodeaban por el lugar al parecer buscando a alguien. Su cabellos era un poco largo al igual que su flequillo, que opacaba parte de sus ojos. Su nariz era de botón, pequeña y redonda, y sus labios rosados y húmedos. Apetecibles. Su piel era blanca como la nieve y la amarillenta luz que iluminaba el lugar se mezclaba con esta. Llevaba puesto un jersey lila con una camisa blanca por debajo, unos pantalones blancos que eran más o menos sueltos y unas converse del mismo color que el jersey. Sus ojos estaban tras unos cristales transparentes con bordes dorados. Las gafas en la parte baja era circular y la de arriba un tanto cuadrada. Bastante grandes, a decir verdad le quedaban adorables.

La chica cruzó la mirada conmigo y sus labios se curvaron en una amable sonrisa mientras me saludaba lentamente con sus pequeña mano, haciendo que la manga de su jersey se moviera al compás de sus acciones.

Me acerqué a ella dando zancadas grandes y sin devolver el saludo. Corrí una silla hacia atrás y me senté en ella, dejando en el acto mi mochila en el suelo. Le vi suspirar discretamente para volver a mirarme con esos infinitos ojos azules.

—Hola ¿Eres Eren, verdad?—preguntó amablemente. Su tono de voz era muy melodioso, suave y tranquilo como el mar en verano.

Asentí sin ganas de hablar, no conocía a esta chica de nada y no tenía pensado hacelo. Simplemente pasaría con ella estas dos últimas evaluaciones, que serían aproximadamente seis meses o así, y no volver a verla jamás.

—Yo soy Armin, encantado—extendió su mano hacia a mi pero, por más que quisiera estrecharla no podía moverme.

¿Armin? ¿Encantado? ¿Era un hombre?

Repasé de nuevo con mis ojos su rostro. Tenía las mejillas redondas y rojizas, la nariz curva, labios gruesos y rosados, pelo relativamente largo. No tenía sentido. Tenía las facciones de un ángel, las facciones de una mujer.

Observé su mano aún extendida hacia mi y pude ver sus finos y largos dedos, sus uñas limpias y de tamaño medio. Una pulsera azul claro colgaban de su es esbelta muñeca. Su mano temblaba levemente y pude averiguar que era porque estaba nerviosa, o mejor dicho, porque estaba nervioso.

Lo prohibido || Eremin ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora