Armin
—Respira, Armin, estás tú más nervioso que yo—rio el moreno con un toque de ironía en su tono de voz.
Habíamos quedado para comer en mi casa junto a mis tíos. Eren había sido quien me lo había propuesto para, así, decirle a mi familia que el moreno y yo, estábamos saliendo. Eren no parecía estar nervioso, era como si lo que pensaran mis tíos no le importara lo más mínimo, y no sabía si eso era algo bueno o malo. Yo, por otro lado, era un manojo de nervios; las manos me sudaban con intensidad y mi respiración era irregular, casi pareciera que era yo quien era odiado por mi tío Erwin.
Antes de que pudiera responder al tonto comentario del moreno, este acalló mis quejas con un suave beso, que volvió a provocar el vuelo de las mariposas que habitaban sin permiso en mi estómago. Sus labios eran suaves y sabían como siempre, con la diferencia de que el sabor a porro ya no estaba, debido a que estaba intentando dejar de fumar. Me dejé derretir en aquel lento beso y suspiré con alivio al sentir las manos de Eren recorrer con suavidad mis mejillas, haciéndome unas leves cosquillas. Escuchar los pasos acercándose a la puerta hizo que saliera de mi trance y me separara rápidamente del moreno, dejando a este un poco confundido.
La puerta chirrió al ser abierta y, ahí, descansaba un hombre alto de buen porte con ropa elegante. Sus ojos zafiro nos escaneaban y una de sus grandes cejas estaba levantada, como si sospechara de algo. Antes de que Erwin comenzara a hacer teorías sobre lo que había pasado justo antes de que él abriera la puerta, Levi lo llamó desde la cocina, pidiendo que le ayudara con algo que no llegué a captar. Erwin, dándonos una última mirada incriminatoria, y sin decir ni una sola palabra, se dio la vuelta y se fue por donde había venido, con la diferencia de que esta vez había dejado la puerta abierta para que pudiéramos pasar. En realidad le habíamos dicho a mis tíos que Eren se quedaría a dormir esa noche y, así, aprovecharíamos en la cena para decírselo.
Cuando mis ojos chocaron con los profundos de Eren, mi pulso se aceleró y mis mejillas se tornaron escarlata a una velocidad impresionante, como di hubiera un ser invisible que las estuviera pintando con brochas ardientes.
Entré a la vivienda con pasos decididos, dejando que el olor a comida inundara mis fosas nasales, consiguiendo relajar mis músculos.
Eren pasó detrás mía en total silencio, ojeando un poco la estancia, ya que la habíamos reformado un poco después de la muerte de mi abuelito. Observaba con ojos curiosos las fotos en las que yo salía de pequeño, y dejó de caminar para escrutar una imagen en concreto. Yo era bastante más pequeños y mis mullidos mofletes estaban tintados de un suave color rojo por culpa de las quemaduras del sol. Mis ojos brillaban fuertemente con emoción y una gran sonrisa había cubierto todas mis facciones. En mis manos, haciendo contraste con mi pálida piel, descansaba una gran caracola blanca, que centelleaba con explandor bajo el sol de la tarde de un verano bastante cálido. Mi pequeño cuerpo estaba sentado en el regazo de una persona muy especial para mí. Su sonrisa era incluso más grande que la mía y su sonrojo de ilusión le hacía ver adorable. Su cabello era castaño como la madera de un roble, sus ojos de un profundo ámbar con estrellas de fuego; pómulos no muy marcados y figura esvelta. Unas gafas descansaban en el puente de su curva nariz y sus manos se colaban por debajo de mis axilas, como si me estuviera sujetando para que no me cayera hacia delante. En mi gran sonrisa se podía ver que me faltaba una paleta* y que mi cabello, cubierto por un sombrero blanco, era un poco más rubio, como si con el paso de los años se hubiese ido oscureciendo. Aún recordaba la notoria y única personalidad de la mejor amiga de mi madre, la que para mí, siempre había sido parte de mi familia.
—¿Tía Hange?—preguntó suavemente el castaño. No me había mirado, por lo que me dio a entender que no estaba hablando conmigo, sino consigo mismo.
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Lo prohibido || Eremin ✓
RomanceEren es un estudiante de instituto con una personalidad un tanto irascible, gran fama con las chicas, frío y con un aura un tanto terrorífica...vamos, el típico fuckboy. Pero ¿qué pasará cuando le digan que no se graduará con aquellas notas tan medi...