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Eren

Entré los más rápido que pude a la biblioteca. Mi respiración estaba considerablemente acelerada y mis labios morados por el frío. 

Había vuelto a llegar tarde a la tutoría con Armin y, aunque supiera que él ya se había acostumbrado a mis retrasos, intentaba siempre correr para no perder mucho tiempo. Todo el tiempo que tardaba en llegar era tiempo sin ver a Armin, y eso no me agradaba bastante.

Puse una mano en mi pecho, justo donde podía sentir el latido de mi corazón vibrando por mis costillas, y apreté con fuerza la prenda que tapaba mi torso. Hoy había corrido especialmente rápido ya que el día anterior se me había olvidado decirle una cosa a el de cabellos de oro.

Repasé con la vista toda la cálida estancia y pude ver algunas rubias cabelleras sobresaliendo, pero ninguna era la levemente despeinada de Armin. Suspiré un poco frustrado porque no estuviera ahí aún, pero de todas maneras, me dirigí hacia la mesa en la usualmente nos sentábamos para trabajar. Me senté con un sonoro sonido seco en la silla de madera del establecimiento y saqué el móvil de el bolsillo trasero de mi pantalón. 

Reí por lo bajo. Esta vez era Armin quien estaba llegando tarde.

Cuando me percaté ya habían pasado treinta y tres minutos desde que llegué y me senté. El rubio aún no había aparecido por la pequeña puerta de la biblioteca. Había estado mirando a esta cada vez que sonaba, pero ninguna de las veces había aparecido por ahí un adorable chico de rechonchos mofletes colorados por el frío o inconfundibles ojos celestes.

Fruncí el ceño y me decidí por llamar a Armin. Estaba preocupado ya que él no había llegado tarde ni una sola vez.

Me coloqué el teléfono en la oreja escuchando los seguidos pitidos que me indicaban que estaba llamando. Estaba a punto de colgar cuando los pitidos dejaron de escucharse y pude oír una voz nasal y rasposa diciendo un suave '¿hola?'.

Me quedé unos segundos sin responder por el asombro, pero reaccioné a tiempo.

—¿Armin?—Quería estar seguro de que estaba hablando con el rubio y que no me había equivocado de número.

—Eren—Su tono de voz sonaba como si acabara de levantarse de un largo sueño.

Me dio la sensación de que algo no andaba bien.

—Hey 'Min ¿Estás bien?—Intenté ser lo más cuidadoso con mis palabras ya que el rubio tendía a ponerse nervioso con muchísima facilidad.

Armin tosió, una tos mucosa que no me dio muy buena espina.

—Sí, sí, tranquilo, es solo un pequeño resfria—Pero como si el mundo quisiera decirme que Armin no decía la verdad, el rubio estornudó ruidosamente para, seguidamente, volver a toser.

Escuché como se sorbía la nariz.

—Estoy de camino, dame diez minutos—Sentencié mientras recogía todas las cosas de la mesa y las guardaba en la mochila con una velocidad increíble.

—'Ren espera no hace falta que vengas ¡Estoy bie...Achú!—estornudó. Mi corazón dio un vuelco ante el apodo pero no le di importancia.

Yo rodé los ojos ante su ignorancia y aceleré aún más mis pasos para llegar antes a su casa.

—Ya, ya. Estás genial 'Min—ironicé con tono de burla y pude escucharle resoplar con fastidio para, a continuación, sorber otra vez su nariz.

—Pero, 'Ren, no hace falta que vengas. De verdad ¡Sé cuidar de mí mismo!—habló con seguridad. Pero toda la autoridad que había ganado con esa frase la había perdió al volver a estornudar y toser.

Lo prohibido || Eremin ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora