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Eren

—Escúchame, Eren-habló con tono serio el de cabellos dorados.—no digas palabras feas, habla con respeto, come bien, sonríe un poco, que no te va a matar—comentó con ironía, con ambas manos descansando en ambos de mis anchos hombros cubiertos por la tela de mi camiseta negra.

—Armin estás exagerando, ni que tu tío fuera el director Erwin o algo—bromeé yo con una amarga carcajada el final de la frase.

La habitación se llenó de un silencio totalmente incómodo en el que solo se escuchaba nuestras respiraciones y las manos de Armin habían intensificado su agarre en mi camiseta, areugándola en el acto.

Le miré a los ojos para encontrarme con los suyos bien abiertos y posados en mi con terror. Sus mejillas habían palidecido y sus labios se habían entreabierto en forma de sorpresa, permitiendo que su respiración rápida saliera de estos.

Tardé unos segundos en unir los cabos sueltos y dar con la conclusión de por qué Armin se encontraba así, pero no me lo quise creer.

—No es él ¿Verdad?—añadí temeroso, en un suave siseo tambaleante.

Armin apartó la mirada de la mía y observó fijamente sus pequeñas manos, que habían liberado de su agarre a mi prenda de ropa y caído a cada lado de sus caderas.

Mierda, mierda y más mierda.

Si Erwin me veía ahí sabría que había hecho más que trabajar con su sobrino o peor, se enteraría de que hoy no había ido a la tutoría.

—Me voy—sentencié, permitiendo que él miedo de las cosas tan horrible que podría hacerme mi padre al enterarse de que no iba a aprobar y, por ende, no iba a graduarme se apoderada de mi y guiara mi cuerpo hacia la salida de la habitación, que de repente se sentía demasiada pequeña.

—Espera, Eren. Escúchame—insistió el rubio de facciones angelicales, agarrándome del antebrazo con fuerza, pero sin hacerme ningún tipo de daño. Me paré en seco permitiéndome sentir la calidez que irradiaba la mano de Armin a través de la manga de mi camiseta.-El tío Erwin no te hará nada-terminó de hablar, mirándome directamente a los ojos y yo a los suyos, esos ojos azules profundos como el mar e infinitos como el espacio exterior.

Permití que mis hombros se relajaran y que un suspiro de alivio se escapara de entre los labios.

—El tío Levi lo hará—habló de nuevo el rubio con la mandíbula un tanto tensa.

Me volví a tensar al escuchar las palabras tan directas que acababa de decir.

—Pero solo te hará daño si no te comportas—aseguró asintiendo repetidamente—y si no eres limpio—continuó con los ojos clavados en el suelo-y si dañas a su familia, y si mientes y si...

—¡Armin lo he pillado!—aseguré en un grito aterrado.

No quería estar ahí, quería irme a casa.

—Quédate, Eren, por favor—plegó el rubio, en un susurro levemente quebrado.—el abuelo está tan feliz de que estés aquí. Te lo suplico, Eren, quédate—finalizó, mirándome con súplica.

Sus ojos azules estaban cristalizados una fina capa transparente de lágrimas comenzaba a cubrirlos.

Maldito Armin y sus hermosos ojos zafiro.

—Bien, me quedaré—susurré con cansancio. Los ojos de el rubio se llenaron de pequeñas burbujas brillante, haciéndole ver incluso más adorable.

—Gracias, gracias, gracias—repitió muchísimas veces, tirándose encima mía, pasando sus brazos por mi cuello y escondiendo su cabeza en mi cuello. Pude sentir como tenía que ponerse de puntillas para ejercer este acto, pero no me reí, su olor a vainilla me tenía demasiado maravillado.

Al pasar unos segundos y notar que a
Armin no rompía el abrazo decidí bromear para romperlo yo.

—Armin me estás dejando sin aire—exageré, hablando como si el oxígeno no estuviera llegando correctamente a mis pulmones.

El rubio se separó demasiado rápido, casi cayéndose, pero eso no paso ya que consiguió estabilizarse a tiempo. Sus mejillas volvían a estar rojas como tomates de la vergüenza y sus ojos centellearon con un sentimiento que no supe reconocer.

—Perdón—comentó el rubio, humedeciendo sus rosados labios con lentitud, haciendo que mi corazón se acelerara en el acto.

No soy gay

Me dije a mi mismo al percatarme de que estaba observando aquella parte del rostro de Armin con intensidad, preguntándome a qué sabrían (o tra vez).

Cuando oímos unas voces provenientes del piso de abajo nos tensamos a la vez y yo lo miré confundidos a lo que elyme respondió con una pequeña sonrisa nerviosa, haciendo que me pusiera yoas inquieto.

Esto iba a terminal mal y lo sabía, pero de todas maneras descendí con lentitud las escaleras de la acojedora vivienda en la que amos familiares vivían, permitiendo que mis oídos fueran llenado de una alegre y feliz conversación, en la que pude distinguir la profunda voz de el director Erwin.

Ahora que lo pensaba con más cautela Armin había comentado que el que me haría daño era su tío Levi y me preguntaba que si ese era el marido de Erwin o si ese era otro tío suyo a parte.

Cuando terminé de bajar las largas escaleras de la casa pude observar a el que suponía que era el tío Levi y de inmediato supe que él era el marido de Erwin por dos razones obvias a primera vista.

La primera era que no se parecía en nada a nadie de esta familia. Sus ojos eran grises como las noches nubladas de invierno, su mandíbula totalmente marcada y su nariz puntiaguda y curvada en el perfil. Sus labios eran finos y carnosos, de un color cereza bastante natural y su cabello estaba peinado de una manera elegante, dejando el flequillo partido en dos. Este era del color más negro que jamás había visualizado, más negro que las profundidades del infinito mar, más negro que la noche sin estrellas y careciente de luna. Y la segunda (que eran dos razones dentro de la segunda razón) era por la manera tan curiosa en la que los ojos del hombre se suavizan notoriamente cuando miraba a su amado y por como, en su esbelto dedo anular, pálido como la nieve más fría de los polos, descansaba un brillante y discreto anillo dorado con algunas letras o números (la verdad es que no lo veía muy bien) grabadas en aquella joya.

El hombre en realidad era de baja estatura, era incluso un poco más bajo que Armin (y eso ya era decir) y portaba unos pantalones negros y una camisa blanca ajustada a su fuerte cuerpo. Del atuendo de Erwin no me fijé tanto porque no me interesaba apenas nada.

Posé el pie en la vieja madera del suelo que crujió al instante, haciendo que todos los presentes allí me observaran. Pude ver como las gruesas cejas del director de juntaban con confusión y como el cuerpo de el pelinegro, Levi, se tensaba de pies a cabeza, sus ojos centellearon con furia y odio, asustándme y haciendo que diera un paso hacia atrás por puro instinto.

—Eren—susurró con voz grave el de cabellos negros, apretando fuertemente la mandíbula y cerrando las manos en puños con impotencia.

—¿Eren?—dijo Erwin a la misma vez, con un tono confundido y un tanto demandante.

Por culpa de ambos hombres, y de la intensa mirada que Levi me estaba echando, mis vellos se erizaron con brusquedad.

¿Por qué Levi me mira con tanto odio?

Lo prohibido || Eremin ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora