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Armin 

Eren al final no había podido venir en navidad debido a que, inesperadamente, su padre había decidido que ese día lo pasarían juntos en familia. Cuando el moreno me llamó por teléfono y me contó lo sucedido, parecía no estar muy contento, es más, llegó a insultar varias veces a Grisha y a formular alguna que otra palabrota. Me había contado que los eventos con su padre eran lo peor; lo hacía todo demasiado incómodo y tenso. Yo simplemente cambié de tema ya que no me gustaba escuchar a Eren tan alterado.

Habíamos quedado en que, en fin de año, yo iría a una fiesta con él, y me aseguró que podía traer a cualquier amigo o amiga que a mi me apeteciera, así que invité a Sasha y a Connie, ya que eran en los que más confiaba (por muy absurdo que sonase).

Una vez la castaña, el rapado y yo estuvimos listos, nos dirigimos al coche de la primera, ya que era la única que tenía uno que sabía cómo conducir. Era grande y blanco, no sabía exactamente de qué marca, con ventanales tintados de negro y siempre tenía olor a patatas fritas. 

Sasha optó por llevar un vestido pegado al cuerpo de color negro que delineaba sus curvas caderas y contrastaba con su morena piel y su oscuro cabello. Se había colocado un sutil maquillaje que resaltaba un poco sus pómulos, labial rojo color vino y rímel para sus espesas y largas pestañas. De los lóbulos de sus orejas colgaban largos pendientes color plata y, embutiendo sus pequeños pies, unos rojos tacones descansaban. Hacían juego con sus labios y la elevaban, estaba incluso más alta que yo. 

Connie escogió una camiseta gris con algunos decorados en ella y uno pantalones negros. Sus pies estaban escondidos tras unos botines blancos con gruesa suela y, de su cuello, colgaba una cadena color plata con una circunferencia al final de esta. 

Yo había escogido una camisa blanca opacada por un suéter amarillo bebé y unos pantalones vaquero sueltos, de un color celeste claro. Unas Converse amarillas tapaban mis pies y había vuelto a trenzar mi cabello. Sasha me había vuelto a hacer el eyeliner, pero esta vez amarillo, me había colocado un poco de rímel y un brillo labial con sabor a fresa, alegando que así a Eren le gustaría más probar mis labios. Yo no había dicho nada sobre lo nuestro a nadie pero, como decían Sasha y Connie, nos "shipeaban" y por eso hacían bromas con lo del labial. Me daba un poco de pena no poder contarles nada, pero lo hacía por Eren, mi amado Eren, al que estaba deseando ver, besar, abrazar... ¿Le gustaría mi vestimenta? ¿Y mi maquillaje? ¿Mi olor acentuado a vainilla? Esperaba que sí.

Una vez llegamos a la casa la noche ya había caído sobre nosotros como la lluvia cae al suelo en otoño. Me abracé a mi mismo al observar la imagen enfrente mía. Una casa enorme se cernía sobre mí, las alocadas y coloridas luces del interior se veían reflejadas en los enormes ventanales de la viviendo. Había gente tirada en el césped de la entrada y parejas besándose con fiereza, borrachos gritando, bailando y riendo. La gente salía y entraba pero nadie de los que salía lo hacía con la intención de marcharse. Desde el umbral de la puerta se podía apreciar la aglomeración de personas bailando, bebiendo y, mayoritariamente, divirtiéndose. No veía ninguna cara conocida a parte de la de mis dos amigos que ya tenían entre sus dedos un baso rojo con alcohol en el interior. El olor a sudor llenaba el ambiente y la música vibraba fuertemente en mis tímpanos. 

Nos adentramos en la masa de gente danzando y yo contuve la respiración, intentando no chocar con nadie o que evitando que derramasen las bebidas sobre mi atuendo. Sasha y Connie ya estaban saludando a mucha gente que yo no conocía y yo, por mi cuenta, continué avanzando hacia unas escaleras que vi al final de la multitud. Cuando llegué fue como si una brisa de aire limpio pegara en mi rostro y me permití respirar con libertad. El calor ya quemaba mi piel y las gotas de sudor resbalaban por mi frente. Subí las escaleras con dificultad y me adentré en una de las habitaciones de la planta superior. Cuando entré pude ver a un círculo de personas sentadas en el suelo con las piernas cruzadas. Crucé miradas con una chica de frívola mirada (casi tan fría como la del tío Levi). Sus achinados ojos tenían una sombra negra y su labios un labial oscuro que resaltaba su pálida piel. Una pequeña cicatriz adornaba la parte superior de uno de sus pómulos y su cabello, negro como la oscuridad, estaba suelto. No era muy largo, apenas llegaba a rozar con sus hombros, pero era hermoso. Si no hubiese sido gay estaba seguro de que me hubiese enamorado de ella a primera vista. 

Lo prohibido || Eremin ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora