When the moon found the sun, he looked like he was barely hanging on

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Tomó un carro y se alejó de su compañero con una pequeña sonrisa en los labios. Con la mirada perdida, buscó en el estante las galletas preferidas de John. Rió al comprender que podría borrar datos para él insignificantes (como la absurda ubicación de los planetas en el Sistema Solar), pero que jamás se le olvidarían las particularidades de su compañero, ni por un instante. Se sentía como un niño en una juguetería. Por fin era libre. Y su John lo correspondía: era un cariño sincero, preciso, real. Había mucho de John para conocer, mucho John para amar. Era un hombre completamente increíble y no podía estar más agradecido a la vida por haberlo encontrado. Él lo había rescatado de los más oscuros rincones de su ruina, acomodando el desorden y rearmando lo que estaba roto en su interior. No podría imaginarse en un mundo sin él.

John lo observaba a lo lejos. Sintió que moriría ante tantas emociones. Sherlock Holmes le había declarado sus sentimientos, y ahora se estiraba sobre las puntas de sus pies para alcanzar sus galletas preferidas. No pudo evitar sonreír ampliamente. Le debía tanto. Estaba tan solo, tan devastado antes de encontrarlo. La guerra lo había vaciado por completo; su corazón se congeló entre la arena, la suciedad, la soledad, las noches frías y la muerte. Y Sherlock simplemente había encendido la calefacción. Aquellos tristes recuerdos eran insignificantes ante el abrasivo poder del afecto, de la vida que se anteponía.

Sus miradas se cruzados. Las mejillas de Sherlock se tiñeron de un suave tono rosado, aferrándose con alma y vida al paquete de galletas que tenía entre manos. John se acercó con calma.

- Son mis preferidas

- Elemental, mi querido Watson - sonrió - Jamás lo olvidaría

- Sólo nos falta el té

- Y el almuerzo, tú tienes que alimentarte

- Tú eres el que nunca come

- Yo no soy el que tiene stress post traumático asociado con un serio problema de bulimia

- ¡Sherlock, no lo arruines!

- Lo siento, lo siento - se apresuró a decir - No puedo evitar ser un idiota

- Puedo darme cuenta de ello

Sherlock se acercó y le acarició la mejilla, notoriamente compungido. Buscó su mirada, aunque fue en vano. Su enorme boca, una vez más. Tendría que compensar.

- John, sabes que siempre he dicho todo lo que pienso sin importar las consecuencias - susurró - Pero cambiaré, sólo por ti

- No quiero que cambies - respondió - No serías tú sin esa violenta verborragia

Se sonrieron nuevamente. Sherlock titubeó, pero siguió acercándose. Sólo se detuvo cuando sus labios llegaron los de John, depositando el más suave de los besos.

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