CAPÍTULO V

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El reloj marcaba las cinco y media de la tarde, Copia recibió a Sister Imperator, quién abrió los ojos sorprendida al ver a Cheese y Cheddar en sus hombros, minutos antes les había dado unos pedazos de queso y había estado jugando con ellas cuando escuchó el timbre del castillo.

—¿Son suyas?

Copia asintió, había encontrado a Cheese y a Cheddar la misma noche que llegó al clero, hacía algunos años atrás. Se despertó en mitad de la noche porque escuchó en su cocina ruidos, cuando vio los dos pares de ojos rojos y los bigotes no sintió mas que ternura. Las ratas al parecer también habían tenido buenos sentimientos hacia él pues cuando se acercó a acariciarles, estas no se asustaron y se dejaron ser. Entonces las adoptó, fue como amor a primera vista.

—Sí, espero no sea un inconveniente.

—No, Cardenal —Sister entró dejando la puerta abierta, miró hacia afuera—. Melina, entra.

Una mujer entró, su cabello negro le llegaba hasta los hombros, tenía los ojos grandes con pestañas rizadas, los labios eran carnosos, tenían un color rosa natural; no era demasiado alta pero tampoco demasiado baja, su piel era aperlada, clara. De complexión delgada, definitivamente era una mujer muy atractiva, pero por su mirada y sus cejas fruncidas Copia dedujo que estaba molesta.
Los ojos oscuros de Melina pasaron de los ojos de Copia hasta su boca y luego de nuevo a sus ojos. Sister aclaró su garganta, la mujer hizo una reverencia sin cortar el contacto visual.

—Melina Gladwin, señor.

Aquella voz llegó hasta los oídos de Copia, sacándolo de su ensoñación, inclinó su cabeza en repuesta a su reverencia.

—Cardenal Copia, es un placer conocerte. ¿Sister, puedo hablar con usted un momento en privado?

—Por supuesto.

Copia y Sister entraron al comedor, era el lugar más cercano que había para hablar sin alejarse mucho de Melina y sin que ella les escuchara.

—Perdón pero sigo sin entender por qué tengo que hacer esto. Tiene mi palabra y le aseguro que mis relaciones personales no tendrán interferencia en mi objetivo ni mi trabajo.

Sister suspiró inaudible, entendía que quizá era una decisión un poco apresurada, sin sentido quizá, pero también la creía necesaria. Con el tiempo sabía que el Cardenal lo entendería, que sabría las razones de sus actos y de sus decisiones, sabría toda la verdad y entonces le entendería. Solo esperaba que ése día él no la odiara o estaría realmente lastimada, incluso creía que él la podía lastimar mucho más que Nihil y Nihil en el pasado no había hecho algo bueno precisamente.

—Es solo que los ministros quiere evitar nuevas fallas.

Copia conocía el congreso infernal, sin embargo no entendía esa "nueva regla", intentaba, le había dado vueltas al asunto pero no podía comprenderla.

—Entiendo eso, sin embargo no creo que imponiéndome a querer a una persona sea la manera correcta.

Cheddar olfateo el lóbulo de su oreja, trepó por su cabello hasta llegar a su hombro derecho, ahí dónde estaba Cheese dormida. Cheddar comenzó a jugar con la cola de Cheese.

—No necesita quererla ni enamorarse, Cardenal. Melina solo estará para que no busque en otra persona lo que ya tiene y así no haya fallos nuevamente. Si le hace sentir mejor, estamos apoyando a su familia económicamente.

Copia miró horrorizado y asqueado a Sister, no era posible lo que estaba escuchando, le resultaba repugnante, impensable, una completa locura, una decisión sin pies ni cabeza, ¿le había dado a entender que compraron a Melina? ¿Eso era una persona para ellos? Algo rentable, como si fuese una objeto.
Por otro lado, en el fondo de su ser y muy pesadamente sabía que no podía hacer nada, no podía renunciar. Se tomó unos momentos. Aceptaría la nueva regla que el clero había impuesto, pero no utilizaría a Melina, así que en cuanto se fuera Sister, le daría una habitación para ella sola y simplemente se concentraría en su trabajo.
Se masajeo las sienes.

AMOR IMPUESTO [CARDENAL COPIA/PAPA EMERITUS IV] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora