Capítulo I

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Copia lució extrañado cuando llegó a su apartamento y observó que a unos centímetros de la puerta se encontraba un sobre, con su nombre escrito en él, hacía mucho tiempo que no recibía una carta. Sin pensarlo dos veces lo abrió.
La carta decía que necesitaban su presencia en el inframundo, había trabajado en el clero por algunos años, en los cuáles su desempeño había sido el mejor, incluso obtuvo el premio al "mejor empleado del mes" en varias ocasiones, así que realmente estaba acostumbrado recibir una carta del clero, sin embargo la sorpresa se la llevó cuando leyó el destinatario. La firma de Sister Imperator con tinta de color negro estaba al final del papel. No, no era una carta acerca de trabajo, era una carta personal.

Se fue rápidamente a su habitación, hizo un par de maletas y se vistió con ropa cómoda pues era su primer viaje y según sabía el primero siempre era largo y pesado. Colocó a Cheddar y a Cheese, las ratas que tenía por mascotas en su jaula y emprendió camino hasta el infierno, sin pensar en que era poco más de media noche y llegaría de madrugada, ya no tenía tiempo para arrepentirse, su preocupación le había ganado.
No cualquier día te mandan a llamar del infierno.

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Afortunadamente un carruaje lo llevó hasta el castillo, infortunadamente era tan tarde que tuvo que subir la colina solo, ya que nadie subía y era el último viaje que se hacía debido a la hora. Dejó la jaula y las maletas en el suelo, tocó tres veces esperando que Sister le pudiese escuchar, si no tendría qué dormir en algún lugar entre las calles de la ciudad. Tocó nuevamente, un pensamiento le cruzó por la mente, hasta ése momento no había pensado para qué le requería Sister, en la carta solamente decía que necesitaba que fuera lo más rápido que pudiese y unas indicaciones que siguió al pie de la letra, pero no decía el motivo.
Tocó por última vez y entonces la puerta se abrió dejando ver a una mujer, con el cabello castaño y ondulado un poco despeinado, unos ojos marrones le veían curiosos.

—¿Puedo ayudarle?

—Disculpa. Estoy buscando a Sister Imperator.

—Lo siento, ella no vive aquí, pero puedo decirle que vino a buscarle y quizá se ponga en contacto con usted. ¿Cuál es nombre?

—Mi nombre es Copia.

Un par de perros doberman bajaron las escaleras corriendo, enseñaban los dientes y gruñían, la mujer dijo una palabra clave cuando habían llegado hasta su lado y los perros se pusieron frente a él, visiblemente habían dejado sus posturas alteradas, sin embargo Copia sabía que estaban listos para atacar en cualquier momento si su dueña así lo quería. Tragó saliva, nunca le habían encantado los perros y juraba que aquellos ojos rojos lo seguirían en cualquier movimiento que hiciera.
Entonces un hombre también bajó, vestía un pantalón de pijama y el torso desnudo dejando ver su abdomen marcado ligeramente, tenía el rostro blanco con negro, las manchas al rededor de los ojos y el ojo izquierdo blanco. Compartían ciertas características.

—¿Quién es usted? —preguntó el hombre con la voz ronca y el ceño fruncido. Era Emeritus Terzo, hizo una pequeña reverencia.

—Me llamo Copia, y mi presencia aquí es debida a que la precisa Sister Imperator —la mujer y el hombre se miraron entre sí unos segundos, después volvieron a mirarlo a él—. Recibí su carta, la vi hoy y no sabía si era una emergencia, así que vine desde la tierra lo más rápido que pude.

Los dos lucieron sorprendidos, la mujer más que el hombre.

—¿Es de la tierra? —preguntó ella. Copia asintió—. Qué raro, te pareces a Emeritus... Y a Secondo. De hecho tienes el mismo ojo que los cuatro.

Emeritus entrecerró los ojos, quizá por ser de noche y haberse despertado aún no podía verlo bien, pero tenía razón. Emeritus se hizo a un lado señalando dentro del castillo.

—¿Cardenal? —preguntó entonces Terzo, había estado buscando entre sus recuerdos y se sintió estúpido por un momento, cómo no le reconocería—. Le ofrezco mis disculpas, entenderá que estaba dormido. Pase.

Copia hizo una pequeña reverencia a modo de agradecimiento, tomó sus maletas y la jaula, los doberman en cuánto vieron a los dos ratones dentro de esta comenzaron a ladrar y a querer llegar a ella, a lo que Copia levantó la mano para que no pudiesen alcanzarla. Eran pequeños, cachorros, se veía, sin embargo si los dejaba temía que sucediera algo más. La mujer volvió a decir algo y nuevamente los perros se calmaron, solo que esta vez tenían puesta la vista en la jaula y movían sus colas animadamente. Terzo cerró la puerta y después se ofreció a llevar una maleta del Cardenal.

—Quién debe disculparse soy yo, he venido a interrumpir en su morada, y ni hablar de la hora. Pensé que aquí estaría Sister.

—Ella es Eleena, mi prometida y descuide, entiendo que llegó a preocuparse. Por ahora es noche, le avisaré para que en la mañana puedan reunirse. Tenemos muchas habitaciones, puede ocupar una, por supuesto.

Copia los siguió escaleras arriba, revisó al interior de la jaula, Cheddar y Cheese dormían plácidamente, acurrucadas y sin preocuparse por lo que sucedía a su al rededor. Caminaron y doblaron en un pasillo largo, el castillo era grande y las habitaciones de la segunda planta eran variados. Al pasar por la puerta principal Eleena se despidió y desapareció dentro, ellos siguieron unos metros más, dejaron las maletas frente a la cama y Terzo se dirigió a la salida.

—Gracias nuevamente, Emeritus.

Terzo sonrió y asintió para después dejarlo solo, quitó la lámpara de la mesa de noche y colocó ahí la jaula, se quitó los zapatos, el suéter y se acostó en la cama, sintiendo las suaves sábanas. Suspiró y se quedó dormido, sin saber qué su vida cambiaría por completo, como obra del destino.

AMOR IMPUESTO [CARDENAL COPIA/PAPA EMERITUS IV] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora