CAPÍTULO XXI

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Copia se despertó de muy buen humor, sus labios se estiraban inconscientemente en una gran sonrisa. Luego de asearse salió en busca de Sister y así juntos fueron al comedor de las hermanas del pecado, quiénes estaban de pie frente a la hermanas superioras, a lado de ellas se encontraban Malia y Melina, vestidas con su hábito.
El brillo en los ojos de Copia al ver a Melina no pasó desapercibido para Sister.

—Buenos días, sus oscuras excelencias —saludaron al unísono.

—Buenos días, hermanas.

—Buenos días, chicas. Estoy aquí para presentarles oficialmente a nuestras dos nuevas hermanas. Melina y Malia Gladwin.

—¡Bienvenidas!.

—Ellas serán sus superioras. Sophie y Mad.

—Están en casa -dijo Mad con una sonrisa grande, dos pequeños cabellos chinos y rubios salían de su velo—, pueden sentarse dónde quieran.

—Oh, hermanas, me preguntaba si podía desayunar con ustedes hoy.

La mirada de todas las mujeres presentes fue de sorpresa y emoción, ningún Emeritus había hecho tal cosa jamás con anterioridad, unas dieron pequeños saltos de alegría, otras se acomodaron el velo y algún par más se preguntaron cuál sería la razón por la que Papa se sentara a desayunar con ellas.

—Por supuesto, Papa.

—Ni siquiera tiene qué preguntarlo. Adelante.

Sister se despidió entonces y salió.
Los tres se sentaron en la mesa principal, la cual era la más alargada. Melina se dio cuenta que Copia era acreedor de múltiples miradas; detrás de él, a un lado de ella e inclusive, aunque no pudiese ver, suponía que detrás de ella no sería diferente. Se estaba llevando todos los suspiros que podía imaginar con el simple hecho de aparecer por la puerta y sin embargo parecía que Copia no se daba cuenta. La estaba viendo a ella.
La comida fue servida.

—¿Ha dormido bien, señorita Gladwin? —cuestionó Emeritus mirando a su izquierda, dónde se encontraba Malia.

—Sí, señor.

—Me alegra escucharlo. ¿Y usted, señorita Gladwin? —dijo mirando a Melina, que se encontraba a su derecha—. ¿Cómo ha dormido?

Melina asintió apartando la vista de Emeritus, cortó un pedazo de verdura en su plato para disimular la sonrisa que podía delatarla.

—He dormido demasiado bien, mi lord. Agradezco su preocupación.

Emeritus ocultó la sonrisa bebiendo de su jugo de naranja, le parecía gracioso jugar de esa manera con Melina pues la humana no quería verlo directamente y sus mejillas tomaban un color rosado.

—¿Qué tal durmieron ustedes, hermanas?

—Muy bien, Papa —habló una hermana lentamente, mirándolo completamente enamorada e imaginando cómo sería dormir con Papa.

—Excelente, señor.

—Yo dormí bien, pero después de media noche escuché unos sonidos extraños.

Copia se aclaró la garganta, fue el turno de Melina de observar cómo se sonrojaba.

—¡Cierto! —dijo otra hermana—. Yo también los escuché. Creo que venían de la cocina.

—¿Ah sí? Quizá alguien tenía hambre a esa hora y bajó.

Las hermanas se encogieron de hombros aceptando que era una posibilidad.

—¿Qué tal usted? ¿Fue su sueño placentero?

La pregunta de Melina puso toda la atención y las miradas al principio de la alargada mesa.

AMOR IMPUESTO [CARDENAL COPIA/PAPA EMERITUS IV] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora